Al menos unos 30 colegios en Capital Federal y en el corredor norte de la provincia de Buenos Aires decidieron sacar el celular de las aulas y los recreos durante la jornada escolar. Los dispositivos permanecen en una especie de locker con llave y los chicos los retiran al final del día.
¿Y si el chico se siente mal y necesita avisarle a los padres? ¿O si se ausenta un docente y debe retirarse antes del establecimiento? Simplemente, como se hacía antes de que los celulares invadan todos los ámbitos de la vida, se informa a las familias por los canales oficiales de comunicación con que cuentan todas las escuelas.
La iniciativa está en línea con el último informe de la Global Entrepreneurship Monitor (GEM) de la UNESCO sobre educación y tecnología, publicado en 2023, que señaló: “Los datos de evaluaciones internacionales a gran escala, como los proporcionados por el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), sugieren una relación negativa entre el uso excesivo de las TIC y el rendimiento de los estudiantes”.
En función de esto, el organismo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura recomienda evitar su uso en las escuelas y citó un estudio según el cual las notificaciones desconcentran a los estudiantes, que pueden tardar hasta 20 minutos en volver a centrarse en el aprendizaje.
El informe de GEM subrayó que “un poco de tecnología puede servir de apoyo al aprendizaje en algunos contextos, pero no cuando se utiliza en exceso o de forma inadecuada”.
Varios países prohibieron ya su uso en las aulas, como Francia, Italia, Bélgica y Países Bajos. En tanto en España, el Reino Unido y Alemania la decisión queda a cargo de las instituciones educativas o las regiones autónomas.
Igualmente, tal como plantea el psicólogo norteamericano Jonathan Haidt en su libro La generación ansiosa, “aquellos que comenzaron su adolescencia durante la proliferación de celulares con conectividad 24/7 se han convertido en una generación que carece de tolerancia a la frustración, experimentando problemas constantes de ánimo, crisis de ansiedad y dificultad para aburrirse”.
Fue en el mismo sentido que un grupo de padres se reunieron en un colectivo que dieron en llamar Manos libres, que propone formar comunidades y pactos entre familias para poder bajar la presión social del uso de smartphones en la infancia y fomentar el juego libre, presencial, en contacto físico con otros, tiempo en familia sin distracciones de estímulos digitales. Para ello y en sintonía con los movimientos globales, proponen un pacto en el que los niños no posean smartphones hasta por lo menos 14 años y cuentas en redes sociales hasta los 16 y siempre que sea con supervisión y reglas de uso claras.
¿Cuáles son las consecuencias del uso del celular en el ámbito escolar?
Consultado al respecto por Infobae, el psicólogo y colaborador de Manos libres Sebastián Ibarzábal (MN 42.413) consideró que “a los chicos en la actualidad les cuesta prestar atención, concentrarse, y no necesariamente porque tengan algún trastorno de déficit de atención, sino porque están acostumbrados a cambiar el foco constantemente, a saltar de un estímulo a otro y después, cuando se tienen que sentar por un periodo de tiempo y concentrarse en un tema o en resolver una consigna determinada se les complica”.
De esta manera, el especialista dio su visto bueno a la medida tomada por las instituciones, convencido de que “es una decisión inteligente después de muchos años en que los expertos vienen alertando de las implicancias que el uso de dispositivos podría tener en los chicos”.
De última, si a los padres les inquieta estar incomunicado con su hijo durante esas horas, “se les puede dar un celular de tercera generación a efectos de comunicarse”, aconsejó.
Para el licenciado Alejandro Castro Santander, psicopedagogo, especialista en gestión educativa y en gestión de la Convivencia Social y Escolar, “el celular es un fuerte distractor, especialmente para los adolescentes, y no contribuye demasiado, ya que crea la posibilidad de no estar atentos durante una clase”.
Aún así, se mostró contrario a prohibir el celular en las escuelas: “Defendemos lo que llamamos educación móvil, utilizando el celular, no sólo como teléfono sino como una computadora de bolsillo. Creo que se debe incluir de manera inteligente y responsable. Sin embargo, a veces el docente lo usa de manera improvisada”. En ese caso, consideró que lo mejor es “tenerlo apagado, —dijo— pero rechazo la prohibición total del celular, porque añade una serie de problemas relacionados con los controles que deben realizar directivos, auxiliares de disciplina y docentes”.
La médica psiquiatra infantojuvenil y jefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires, Gisela Rotblat (MN 111.628) señaló que prefiere no hablar de “prohibir” los teléfonos en la escuela, pero sí de “restringirlos y limitarlos”.
En ese sentido, si bien consideró que el uso del celular “no es favorable para el buen desempeño de los alumnos en el plano de la concentración y la socialización”, admitió que “es muy difícil poder controlarlo en la medida que esté a disposición de los alumnos” y evaluó que “lo más acertado sería limitar el uso del celular en las escuelas”.
Y tras reconocer que “los resultados que se fueron viendo (al restringir los dispositivos en el ámbito escolar) fueron muy positivos para el desempeño de los chicos en el aula y también a nivel de la sociabilización”, aclaró que “esto no es sinónimo de limitar el uso de la tecnología en el ámbito académico; se puede hacer uso de la tecnología y obviamente tiene sus beneficios, pero no el uso del celular de manera recreativa y como forma de comunicación entre los alumnos en el colegio”.
Florencia Alfie, psicóloga egresada de la Universidad de Buenos Aires (MN 47.873), especialista en adolescentes y familia, en coincidencia con sus colegas consideró que “el celular no es el problema, sino la falta de reglas en el aula para el buen uso” por lo que afirmó que “con un fin pedagógico y no recreativo puede ser muy bien usado, por supuesto cuando se usa como el docente lo determina”.
Pros y contras del uso del celular en las escuelas
En este punto, Alfie enumeró cuáles son, a su criterio, los efectos positivos y negativos de los celulares en las aulas. Entre los primeros, señaló que “los estudiantes pueden acceder a información y recursos en línea que complementan los aprendizajes dentro del aula, además de que los chats son una herramienta útil para la comunicación y la interacción entre los estudiantes y los profesores, algunas app pueden estimular la creatividad de los estudiantes, permiten investigar, crear, y desarrollar proyectos innovadores”. Este tipo de función puede “motivar a los alumnos y brindarles mayor protagonismo” en las clases, dijo.
Dentro de los negativos, “se sabe que el celular es un gran distractor, puede afectar la atención, la memoria, la capacidad de reflexión, la concentración en clase y el rendimiento académico, ya que el tiempo dedicado a utilizar redes sociales y juegos, puede reducir el tiempo disponible para estudiar. También “puede afectar negativamente el ambiente escolar y la salud mental de los estudiantes cuando son utilizados para actividades de ciberacoso, memes, etc”.
También es un problema —subrayó— cuando los adolescentes prefieren comunicarse a través del teléfono que personalmente. Lo hacen “a través de mensajes de whatsapp o redes sociales para pensar la respuesta, clavar el visto, editar, mandar un emoji cuando no saben qué responder, bloquear, mientras que las relaciones cara a cara son más espontáneas”. De esta forma, para ella, “se ve afectado el desarrollo de habilidades sociales, como el lenguaje no verbal, la empatía, la escucha activa y la resolución de conflictos”.
La experta consideró que “hay que enseñarles a los chicos a autorregularse, más que a prohibirles el uso” y opinó que el “foco no tendría que ser pensar el celular como un problema, sino como un recurso y cómo se maneja dentro del aula porque puede complementar los libros. En las clases se pueden escuchar podcast, entrar a páginas con realidad virtual, etc”, sugirió.
Otras consecuencias del uso de pantallas en los más chicos
Según evaluó Rotblat en una nota reciente para Infobae, “los niños y adolescentes están obteniendo sus primeros dispositivos a edades cada vez más tempranas, en promedio a los nueve años en Argentina. Esto, sumado al escaso control parental y a la amplia oferta de contenidos sin regulación, implica una exposición significativa para una población inherentemente vulnerable”.
“Además, este tipo de contenidos ofrece gratificación inmediata, es altamente atractivo y crea una gran credulidad hacia lo que se publica en ellos, lo cual nos sumerge en una sociedad donde nuestra realidad se ve fuertemente influenciada por el mundo virtual”, agregó la experta. Y subrayó que “aunque muchos niños y adolescentes experimentan emociones positivas como alegría, compañía y una sensación de conexión ‘real’ con otros, muchos otros experimentan sentimientos de angustia, ansiedad, frustración y tristeza debido a la sobreexposición a las redes sociales”.
En ese sentido, para Castro Santander, “no es recomendable que los niños más chicos utilicen este tipo de dispositivos por el exceso de estímulos que puede afectar directamente con problemas de atención”. Según destacó, “estudios lo relacionan (al uso de pantallas en la infancia) con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad por eso sugieren retrasar el contacto con las pantallas hasta los 12 años”.
Para Ibarzábal, “el uso de pantallas tiene efecto en las dinámicas vinculares; se genera una situación conocida como phubbing, que hace referencia a ignorar a una persona por prestar atención al teléfono celular”, lo cual, en el ámbito educativo, decantaba en escenas de recreos que podrían resumirse como “grupos de adolescentes mirando sus celulares”.
Por otro lado, según su experiencia, “hay chicos que estando en el colegio se reúnen entre varios y apuestan online, a veces incluso grandes cantidades de dinero”.
“Y ni hablar cómo el uso de las pantallas, más allá del colegio en sí, repercute en su autoimagen”, sostuvo. Y amplió: “En 2012, cuando el uso de smartphones no era tan usual entre los más chicos, una investigación con Instituto de Juegos y Apuestas de la Ciudad de Buenos Aires dio cuenta de que los chicos que más estaban conectados tenían una percepción de sí mismos y del entorno que los rodeaba peor que la que tenían quienes no usaban estos dispositivos”.
Y tras aclarar que no está “en contra de la tecnología sino de hacer un mal uso de ella”, el psicólogo instó a “proveerles a los chicos las mejores herramientas para protegerlos porque no están preparados para hacer uso de estas tecnologías”.
En cuanto a cuáles son las mejores estrategias para controlar el uso de estas tecnologías en las aulas, Castro Santander recomendó, “primero, comenzar haciendo un uso responsable dentro del ámbito familiar porque suele verse incluso bebés a los que se les da estímulos para llamar su atención o para que no lloren”. “Hay que tener cuidado porque después uno les da otros estímulos de menor intensidad y no se enganchan, no les interesa —señaló—. Hay que tener muy en claro el daño que genera el exceso de estímulos que permiten estos dispositivos”.
Y sobre de qué manera el uso de dispositivos puede causar problemas de socialización, agregó que “puede provocar aislamiento ya que, aunque haya comunicación, es una comunicación distinta a la cara a cara”, al tiempo que advirtió que “hay una mayor posibilidad de acceso a la pornografía, lo que implica un riesgo de contactos no deseados, como en el caso del grooming, con depredadores sexuales o defraudadores”.