En estas épocas de exposición en las redes sociales, la privacidad deja mucho que desear y se pierde entre tantas fotos, relatos y comentarios que ponen en primer plano y frente a los ojos de los demás, situaciones que merecen reservarse al ámbito privado.
Como una extensión de mostrar la vida adulta, también la infancia se visibiliza como un acto inocente, sin saber los riesgos que esto conlleva. El sharenting, que significa compartir paternidad, se trata de difundir fotos y videos -con amigos o bien en un perfil público- de diferentes situaciones de la vida infantil: nacimientos, cumpleaños, vacaciones, fiestas, actos escolares, o simplemente cualquier momento de la vida cotidiana.
Si bien la intención primera es la de participar de momentos felices, detrás de esa acción existen deseos de pertenencia al grupo social, de hacer visibles esas instancias de felicidad como un modo de estar a la altura de lo que hacen los demás. En este punto, los adultos se comportan como los adolescentes cuando adaptan sus deseos y conductas para lograr la integración al grupo de pares. Este fenómeno del sharenting se potencia por el chat de padres donde, además de información escolar, son moneda corriente los comentarios personales y los eventos familiares.
La frase “si no estás en las redes no existís” que mucha gente toma como un lema, genera conductas repetitivas, con grados de compulsión, por publicar cada uno de los eventos, tanto que, cuando no hay publicaciones, los demás se preocupan.
Los riesgos
Los adultos educan de diferentes maneras, trasmitiendo valores, enseñanzas, experiencia, y, fundamentalmente, trasmite conductas. A medida que el pequeño es consciente de las acciones propias y de las ajenas, asume que ver a sus padres subiendo fotos, incluyendo las suyas, es un hecho común. Esta acción compromete la individualidad del sujeto, no hay límites entre lo propio y lo ajeno.
La virtualidad pasa a ser “la realidad” a la que hay que responder. La seguridad personal se vale de los parámetros sociales trasmitidos por redes y la cantidad de likes que se consiguen.
Los jóvenes de la generación Z (que nacieron en la era digital) hacen un esfuerzo por construir su mundo propio, cuestionando el mundo adulto, sin embargo, comparten con ese mundo la exposición virtual. La tecnología digital con sus aplicaciones tiene el poder de borrar los límites generacionales: todos, en más o en menos, sin importar la edad, tienen sus dispositivos y usan las aplicaciones.
Otro factor es el consentimiento del infante. Por supuesto que un bebe o un niño no puede dar el permiso o el acuerdo para la publicación de sus fotos, es el adulto quien decide. Además, un pequeño que ve a sus padres hacerlo, no se cuestiona si está bien o está mal. Pero ese pequeño será adulto y podrá cuestionar con razón el uso de su intimidad expuesta a los demás.
El bullyng encuentra un terreno propicio para ejercer violencia al encontrar fotos o videos de compañeros en las redes, además de señalar que son “nenes de mamá” porque los padres siguen subiendo fotos como si fueran bebes.
Otro de los riesgos que tiene implicancia legal es el uso del material infantil para el ciberacoso, el grooming, la pedofilia, la suplantación de identidad, etc. El acto inocente se convierte en una situación de peligro para niños y jóvenes.
¿Qué hacer?
- Los adultos deben tomar conciencia de que este acto de compartir fotos de sus pequeños en las redes tiene sus riesgos.
- Las conductas educan. Para un pequeño que vea a sus padres con el celular lo incorpora como una acción común, ídem cuando se suben fotos o se hacen comentarios. Y así como ve a los adultos, querrá, lo antes posibles, tener su dispositivo para hacer lo propio.
- Limitar el alcance de las fotos que se publican a un círculo muy privado, con la condición de que quede en ese círculo.
- Ayudar a promover acciones de cuidado. Es importante compartir con los demás los riesgos del sharenting.
- Tener muy en cuenta que el consentimiento del pequeño es fundamental, por lo tanto, no es una acción unilateral, implica a un otro.
* Walter Ghedin, (MN 74.794), es médico psiquiatra y sexólogo