Si sos de los que se pasa 40 minutos eligiendo qué serie mirar, o te agotas de solo pensar en tener que cambiar el teléfono por la cantidad de modelos y funciones diferentes que existen, te cuento que es posible que seas víctima de sobrecarga de opciones. Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.
La sobrecarga de opciones, también conocida como overchoice o paradoja de la decisión, describe el fenómeno por el que nos sentimos abrumados cuando tenemos que elegir entre muchas alternativas. Por ejemplo, imaginate que un día te dan ganas de ir a una heladería nueva que abrió en tu barrio y, al entrar, ves que tienen más de 50 sabores diferentes. Incluso, muchos que nunca escuchaste.
Te gusta la idea de probar algo nuevo y así que empezás a analizar cada una de las opciones: chocolate con menta, frambuesa con queso, caramelo salado, pistacho, mango, o café. Pero la lista parece interminable. Te tomas tu tiempo tratando de elegir el correcto o cuál te gustaría probar. Pasan los minutos y empezás a sentirte confundido. Y cada vez que crees que ya te decidiste, otro sabor llama tu atención.
En resumidas cuentas, te da miedo equivocarte de elección y que no te guste. En este tiempo, la fila atrás tuyo se hizo cada vez más larga, escuchas los murmullos y te sentís cada vez más indeciso. Finalmente, después de casi diez minutos, optas por pedir tu sabor de siempre: menta granizada.
Aunque tenías la intención de probar algo nuevo, la cantidad de alternativas te confundió y estresó tanto que elegiste ir por lo seguro. El concepto de sobrecarga de opciones surgió en los años ´70 por el escritor estadounidense Alvin Toffler, en su libro “Future Shock”.
En el libro, Toffler describe cómo las personas en ese momento se comenzaban a sentir abrumadas por los profundos cambios sociales y tecnológicos que estaban experimentando en un periodo de tiempo muy corto. Decía que la aceleración del cambio y la multiplicación de opciones en la vida moderna estaban superando la capacidad de las personas para adaptarse y tomar decisiones de manera eficiente. Entonces, en lugar de estar mejor por la diversidad, estamos peor.
Hoy nos sentimos sobrepasados de información y, aunque parezca exagerado, nos produce estrés y miedo. Pensamos constantemente: ¿voy a elegir bien? ¿qué pasa si, de todas las opciones, justo elijo la peor? Y eso pasa con todo, desde cuestiones importantes en nuestra vida, como a dónde vivir, hasta elecciones más superficiales, como elegir el postre.
Con opciones infinitas en casi todo, es normal sentirse angustiados por tomar decisiones incorrectas. Y eso es peor en este tiempo. Una de las características en la actualidad es justamente la sobreabundancia de opciones al alcance de la mano. El scrolleo en la pantalla del celular viendo un tuit más, una noticia más, un mensaje más nos consume más energía de la que creemos.
Hasta hace poco tiempo las alternativas que teníamos eran bastante más limitadas en todos los aspectos de la vida. Existían menos carreras, ver una película era alquilar una sola por fin de semana y tardaban meses en pasar del cine al VHS, hasta los destinos para irse de vacaciones eran pocos porque no había vuelos a cualquier parte.
Ahora, todo eso cambió. Nos encontramos sumergidos en un mar de opciones que parecían una forma de libertad total, pero que nos termina dificultando mucho más tomar una decisión. Y si bien tendemos a asumir que tener más opciones es algo bueno, las investigaciones han demostrado que nos resulta más difícil elegir entre muchas alternativas y eso es lo que se propusieron investigar los psicólogos Sheena Iyengar y Mark Lepper, en Estados Unidos, en el 2000, en su famoso experimento conocido como el estudio de “la paradoja de la elección”.
Iyengar y Lepper querían ver cómo influía el volumen de opciones en el comportamiento del consumidor. Para lograr esto, los investigadores armaron en días diferentes dos puestos de degustación de mermeladas en un supermercado. Un día se presentaba una variedad de 24 sabores de mermelada, mientras que en otro día se presentaba una selección de solo 6 sabores. Esto permitía comparar la reacción de los participantes ante una amplia variedad de opciones frente a una selección más limitada.
Durante el estudio los investigadores registraban los datos sobre la cantidad de personas que se detenían en cada puesto, cuantos probaban las mermeladas y el número que finalmente compraba una mermelada después de la degustación. Los psicólogos descubrieron que, aunque el número de compradores que se detenían a probar mermeladas donde había 24 sabores era mayor, era más probable que compraran los productos del puesto con solo 6 mermeladas.
Probaban donde había muchas opciones pero compraban donde había menos. ¿Por qué? Los participantes que tenían más opciones disponibles dedicaban tanto tiempo y esfuerzo en decidir, que muchos finalmente no compraron nada. Se agotaban y paralizaban. Con este experimento Iyengar y Lepper demostraron que ante una mayor cantidad de opciones, mayor es la dificultad de tomar una decisión.
¿Pero por qué sucede esto y por qué nos cuesta elegir cuando hay más alternativas sobre la mesa? Cuando tenemos más opciones, evaluar cada una de ellas requiere más tiempo y esfuerzo cognitivo. Nuestro cerebro se enfrenta a un exceso de información, lo que genera estrés y complica la toma de decisiones. Incluso, podemos terminar simplemente abandonando y no tomando ninguna decisión.
Pensá en las veces que entraste a alguna plataforma de series y películas y, después de buscar media hora qué ver, simplemente terminas apagando la tele y yéndote a dormir. Además, la amplitud de alternativas en algunos casos nos genera un miedo al arrepentimiento anticipado.
¿Qué significa? Que cuantas más opciones hay, sentimos que la probabilidad de tomar una decisión incorrecta y arrepentirnos más tarde es mayor. Este miedo anticipado al error puede paralizarnos y entorpecer nuestro proceso de decisión. Esto, además, se intensifica si tenemos poco tiempo para decidir. Sentir el TIC TAC del reloj en nuestra cabeza claramente no ayuda.
Por otro lado, no siempre sabemos exactamente lo que estamos buscando y ¡eso alimenta la sobrecarga de opciones! Si no tenemos mucha idea de lo que intentamos elegir, resulta abrumador enfrentarnos a una enorme variedad de opciones que desconocemos. En cambio, cuando tenemos conocimiento sobre un tema o producto específico, en general, elegir resulta más fácil.
Por ejemplo, en mi caso, si tengo que elegir una película, me siento seguro y lo hago tranquilo. Sé qué género me gusta, qué directores son buenos y conozco en general a la mayoría de los actores. Pero si voy a la verdulería y tengo que elegir entre los diferentes tipos de lechuga, no sé ni por dónde arrancar.
Para que la sobrecarga de opciones no te abrume te paso 3 tips:
- Definí tus objetivos y prioridades: tener claro lo que buscas te va a ayudar a reducir las opciones irrelevantes. Preguntate: ¿qué es lo que realmente necesito? ¿Cuáles son los factores que más me importan? Cuando tengas las respuestas, concentrate en las diferencias clave. Ojo, no te distraigas con detalles insignificantes.
- Establece criterios de decisión: antes de empezar a analizar diferentes opciones, establece criterios que te ayuden a reducir la cantidad de alternativas. Si estás comprando un teléfono nuevo, antes de empezar a buscar enfocate en una marca en particular y compará solos los modelos de esa marca.
- Confía en tu intuición: nuestra intuición también puede ser una excelente herramienta para ayudarnos a tomar decisiones. No la desestimes, lo que sentimos muchas veces es más claro que lo que intentamos razonar.
*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.