¿A qué le tenés más miedo, a una sombrilla o a un tiburón? La respuesta parece obvia, pero no lo es. ¿Por qué? Se debe al sesgo de disponibilidad. Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.
Te explico, el sesgo de disponibilidad, o availability bias como se lo conoce en inglés, es nuestra tendencia a creer que algo que pasó y notamos, o que tenemos muy fresco en nuestra memoria, es probable que vuelva a ocurrir en el futuro inmediato.
Por ejemplo, ¿vas a subirte a un avión? Sabés que el avión es un medio de transporte muy seguro y que incluso tiene muchas menos probabilidades de que se caiga o tengas un accidente, que si te movés en auto. Sin embargo, si un rato antes de subirte al avión viste “La sociedad de la nieve” o “El náufrago”, te puedo asegurar que vas a pensar distinto.
Sobreestimamos la probabilidad de que algo que pasó, y está en nuestra cabeza, vuelva a suceder en el futuro inmediato. De la misma manera juzgamos que algo pasa mucho porque pasó hace poco. Y también nos pasa cuando le sucede a un amigo o un conocido nuestro. Ahora bien, que tengamos algo presente no lo vuelve más probable.
Los tiburones sí son peligrosos, pero es mucho menos probable que te muerda un tiburón o que te encuentres con uno en la playa, a que se vuele una sombrilla y te golpee.
En el año 2022, en Garden City, en Carolina del Sur (Estados Unidos), una sombrilla se voló y mató a una señora. Aunque ver noticias de sombrillas voladoras asesinas no es tan común, es algo que sucede y bastante. Pero no vimos una película sobre sombrillas asesinas.
Sin embargo, desde 1975 todo el mundo empezó a hablar de una película que claramente marcó a generaciones. ¿Qué pasó ese verano? En ese momento, todos empezamos a tenerles terror a los tiburones, debido a la película “Tiburón”. Sin importar en qué año, todos los nacidos tras su estreno obtuvieron este temor.
Este mega-éxito nos dejó a todos con la creencia de que es mucho más peligroso encontrarse con un tiburón en una playa que con una sombrilla voladora, cuando los hechos muestran que los riesgos y las probabilidades son exactamente al revés.
¿Por qué pasa esto? Nuestro cerebro todo el tiempo quiere optimizar el uso de energía, así que usa la información que tiene disponible para hacer estimaciones. Para hacerlo rápido, usa atajos. El sesgo de disponibilidad es uno de estos atajos mezclado con algo de complejo de Nostradamus: utilizamos información almacenada del pasado para anticipar cosas del futuro que no sabemos.
La idea de que usamos información que tenemos almacenada del pasado para hacer estimaciones del futuro ahora, en general está bien, funciona y nos ayuda. Pero muchas veces nos perjudica porque nuestro cerebro, a veces, recuerda cosas que no son las correctas para calcular o hacer estimaciones de probabilidad sobre algo que pueda, o no suceder, en el futuro.
Esto sucede por varios motivos: en primer lugar, porque algunas cosas parecen suceder con más frecuencia de lo que realmente suceden.
En 1973, Amos Tversky y Daniel Kahneman hicieron un experimento para justamente probar esto en un grupo de participantes. Les dieron dos listas de palabras: primero, las que empezaban con la letra K. Hasta nosotros podemos pensar palabras que empiezan con K, como son: Kansas, Kitchen, King, Kilo. Ahora, las otras palabras tenían la letra K en tercer lugar y fue ahí donde se complicó un poco más.
Luego de ver las dos listas de palabras, pidieron a los participantes que dijeran cuáles eran las palabras más comunes o frecuentes en el idioma inglés. Los estudiantes dijeron que las palabras que comenzaban con K eran mucho más frecuentes. Sin embargo, eso no es así en el idioma inglés. Las palabras que tienen la K en tercer lugar son mucho más comunes.
De la misma manera, como es obvio, nos es más fácil recordar aquellas cosas que ocurrieron recientemente y, además, prestamos más atención a las que nos llegaron emocionalmente. Ambas cosas llevan a nuestro cerebro a priorizar esa información al momento de tomar decisiones.
Claramente, esto se debe a una trampa en la manera en que recordamos los hechos. Si bien los atajos mentales durante el día nos ayudan a tomar decisiones, muchas veces no son confiables y nos hacen tomar decisiones equivocadas. Por eso, como siempre, te voy a dejar tres tips para que puedas combatirlos.
- Como dijo Napoleón, “vísteme despacio que estoy apurado”. Si estás en un momento crítico, es importante que pares la pelota, entiendas de dónde estás tomando los datos y cómo estás calculando eso que, efectivamente, puede suceder. Si vas a googlear, chequeá que la información sea útil y objetiva para la decisión que tenés que tomar.
- Desarrolla tu pensamiento crítico. Analizá causas y efectos, costos y beneficios, o riesgos. Todas las herramientas que tengas a mano para hacer mejores estimaciones.
- Sé consciente de las emociones que tenés cuando estás por tomar una decisión. Es clave que entiendas si estás en un momento de ansiedad, angustia o preocupación. De esta manera, si pones todo eso dentro de la fórmula para tomar tu decisión y calcular la probabilidad, te puedo asegurar que el resultado va a ser mucho mejor.
*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.