Del tiempo que estamos con nuestros hijos, ¿cuánta atención les prestamos? ¿Cuántas actividades hacemos con ellos? ¿Escuchamos lo que tienen para contarnos, explicarnos o pedirnos? La crianza de los hijos es un proceso complejo y enriquecedor que va más allá del simple cuidado diario.
La sociedad actual, caracterizada por su ritmo acelerado y la presión constante por cumplir con múltiples responsabilidades, tiene un desafío significativo en el ámbito familiar: la atención que se dedica a los hijos. Más aún cuando el tiempo de calidad es un elemento crucial para el desarrollo emocional y psicológico de los niños, así como para la construcción de un vínculo sólido entre padres e hijos.
La creciente demanda laboral, junto con el bombardeo de información y tecnología, plantea obstáculos para la crianza consciente y presente. El primer paso es identificar lo que sucede y cómo hacer para ganarle tiempo a la rutina en pos de relaciones más profundas y comprometidas.
“El ser humano es el mamífero que viene al mundo más indefenso y tiene una dependencia de los adultos de la especie durante un periodo muy extenso que cambia según las épocas. Lo que los niños necesitan son vínculos seguros, de apego y tiempo en calidad, no en cantidad”, dice a Infobae Víctor Giorgi, licenciado en Psicología, ex director general del Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes (IIN) en su carácter de organismo especializado de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y ex decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República de Uruguay (UDELAR).
“Requiere la sensación de que hay adultos cercanos, padres, madres, cuidadores, abuelos disponibles, que están ahí para él en algún momento y en algún lugar, no todo el tiempo. Además de ser cuidado de los peligros, el niño tiene la necesidad de sentirse seguro, respaldado, que es querido, incluso a pesar de ciertas cosas, como portarse mal”, agrega Giorgi. Y concluye: “Si hace algo, debe sentir que ese vínculo no es condicional”.
“El tiempo de calidad es prestar atención, es concentrarse y darle importancia a ese niño. También es darse cuenta de lo valiosa que es su presencia. No se puede hablar de tiempo de calidad cuando un padre está más pendiente del celular que pasar tiempo con su hijo”, apunta Leslie Villansante Salcedo, licenciada en Psicología, psicoterapeuta con enfoque humanista en trabajo con población menores de edad y padres, y miembro del Colegio de Psicólogos de Perú, en diálogo con Infobae.
Y señala, contundente: “Las mejores cosas de la vida requieren esfuerzo, pero con los niños se trata de disfrutar. Y lo que parece un sacrificio hoy, será la mejor inversión mañana”.
El compromiso del tiempo
El tiempo de calidad no se mide por la duración, sino por la intensidad y el valor de las interacciones. A través de estas experiencias, los niños aprenden comportamientos, valores, habilidades sociales y emocionales, y se promueve su autoestima.
“Lo que el niño recibe no es lo que el adulto piensa que está dando. Y para esto es muy importante hacer un ejercicio que a los adultos nos cuesta mucho, que es recordar cómo sentíamos nosotros de niño determinadas experiencias”, apunta Giorgi y suma: “Parece que uno es adulto matando al niño que tiene dentro, pero esos aspectos son los que nos ayudan a entender y a contactar con los niños, a jugar”.
Para el Centro de Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard, las experiencias tempranas positivas y compartidas proporcionan los cimientos para una arquitectura cerebral sólida y para una amplia gama de destrezas y capacidades de aprendizaje de los niños.
¿Cuáles son esos cimientos para el desarrollo saludable? Las relaciones estables y receptivas, los entornos seguros de apoyo y la nutrición adecuada son los pilares fundamentales a los que los cuidadores tienen que prestar atención.
Entonces, los padres y cuidadores deben desarrollar ciertas capacidades para la salud integral de los niños. Según identifica Harvard en un artículo al respecto, el tiempo y el compromiso son esenciales.
Así, el Centro de Desarrollo Infantil subraya la importancia de brindar atención y apoyo activo a los niños, tanto en términos de presencia física como de interacción significativa. El tiempo comprometido implica estar presente emocionalmente, participar en actividades enriquecedoras, fomentar la comunicación y el vínculo afectivo, y asegurar un entorno seguro y estimulante para el desarrollo integral de los niños.
Por su parte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señala que el cerebro de un niño de tres años presenta una actividad el doble de intensa en comparación con el de un adulto. La estimulación cerebral y la creación de conexiones neuronales se potencian a través del juego. Es por ello que dedicar tiempo a actividades como jugar, cantar y leer a los niños es crucial durante sus primeros años de vida.
“El lazo a temprana edad tiene implicaciones que van más allá de los primeros años de vida”, dice la Dra. Grazyna Kochanska, investigadora de relaciones familiares de la Universidad de Iowa. El objetivo de los proyectos de investigación de Kochanska es comprender los efectos a largo plazo de ese lazo a temprana edad y ayudar a los niños a desarrollar caminos positivos y evitar los comportamientos antisociales.
Según una de las investigaciones emblemáticas de doctora Grazyna Kochanska, financiada por los Institutos Nacionales de Medicina de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés), la calidad del lazo emocional de un niño con un padre puede tener efectos positivos o negativos duraderos sobre la capacidad de desarrollar relaciones sanas.
Por su parte, Giorgi advierte que se tienen que tener en cuenta que hay sectores de la población que tienen menos posibilidades económicas, lo que implica más horas de trabajo y menos tiempo con los hijos. Sin embargo, da una clave fundamental para construir un vínculo fuerte con los niños: el diálogo.
Según explica Giorgi, con los bebés el diálogo se sostiene a través de gestos, sonidos y movimiento y se va pisando poco a poco hasta convertirse en verbal. “Es componente fundamental de ese vínculo”, sostiene.
Y aporta otra clave esencial: que los niños sepan que en un momento del día sepa que estás para él, para jugar, charlar, compartir un deber o un estímulo cualquiera, un cuento o una película. “Ese momento tiene que ser respetado, seguro y relativamente constante”, sostiene.
“Está idea de que lo material es lo más importante y de que los niños no tienen problemas grandes, sino que son problemas de niños. Este es uno de los de los grandes inconvenientes en esta relación. Los adultos tendemos a despreciar los problemas que puedan tener los niños y para ellos son graves”, sostiene Giorgi y agrega: “Hay falta de presencia, de atención, aunque estés todo el día en casa con ellos”.
Por su parte, la licenciada Villansante Salcedo aporta ideas prácticas y sencillas que hacen la diferencia. “Para empezar, hay que dejar el celular y la televisión de lado. Luego, si sales muy temprano en la mañana y no ves a tu hijo al despertar, déjale una nota debajo de la almohada o ponle una nota en la lonchera. Si no puedes almorzar con ellos, haz una videollamada y conversa de cinco minutos. Con el tiempo, esos cinco minutos se van a volver diez y después 15. Y después les va a faltar tiempo para contarse todo lo que quieren contarse”.
Y suma actividades para generar tiempo de calidad: “Si son pequeños, contar un cuento antes de dormir, mirar a los ojos a los niños, cantar una canción mientras esperan el bus, leer juntos dentro del transporte público, hablar de lo que ven a través de la ventana, ir a parques o compartir una actividad que los niños disfruten”.
“El rol de padre no es sencillo”, dice Villasante Salcedo y agrega que “hay que tener mayor conocimiento de cuánta responsabilidad tenemos los adultos en nuestras manos respecto a la crianza de ese niño. Falta bastante educación”.
Claves para fomentar el tiempo de calidad en la crianza
- Establecer rutinas diarias: incorporar momentos dedicados a estar con los hijos dentro de la rutina diaria, como leer un cuento antes de dormir o compartir las comidas. Estas actividades pueden fortalecer el vínculo y ofrecer estabilidad emocional.
- Participar en actividades que interesen a los niños: mostrar interés en las aficiones y actividades favoritas de los hijos, participando activamente en ellas. Esto demuestra apoyo a sus intereses y fomenta una conexión más profunda.
- Limitar el uso de dispositivos electrónicos: designar tiempos y espacios libres de tecnología para fomentar la interacción cara a cara y asegurar que la atención esté completamente en la familia.
- Realizar actividades al aire libre: pasar tiempo en la naturaleza o realizar actividades físicas juntos, como caminatas, paseos en bicicleta o juegos en el parque, lo que puede mejorar la salud física y mental, además de fortalecer lazos.
- Promover la comunicación abierta: fomentar un ambiente en el que los niños se sientan cómodos compartiendo sus pensamientos y sentimientos, escuchándolos activamente sin emitir juicios de valor.
- Involucrar a los hijos en tareas del hogar: realizar tareas cotidianas juntos, como cocinar o arreglar la casa, puede ser una oportunidad para enseñar habilidades prácticas y pasar tiempo juntos de manera productiva.
- Educación a través del juego: seleccionar juegos y actividades educativas que estimulen el desarrollo cognitivo de los hijos, convirtiendo el aprendizaje en una experiencia lúdica y compartida.
- Planificar actividades especiales o escapadas: organizar eventos o pequeños viajes en familia que rompan con la rutina y creen memorias significativas.