El doctor Martín Lombardero es un reconocido cardiólogo, especialista en imagen cardíaca. Si bien su conocimiento abreva en la medicina tradicional del más alto nivel, su propia experiencia en la práctica médica lo ha llevado a sumergirse en el rol fundamental que juegan las emociones en la salud física de las personas con argumentos científicos que explican por qué ocurre esto.
Miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), felow de la Sociedad de Imágenes Cardiovasculares de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SISIAC), profesor de la Universidad de Buenos Aires con más 20 años de trayectoria y miembro del comité de revisión de la revista científica internacional RETIC/SISIAC, el doctor Lombardero publicó recientemente “El corazón es consciente. Puede cambiar tu destino cardiológico”, un libro en el que relata historias reales, aunque ficcionalizadas, de pacientes que sufrieron eventos cardiovasculares con el objetivo de llegar a la raíz emocional de la afección.
En diálogo con La Fórmula Podcast, el doctor Lombardero dio una explicación simple de las razones científicas por las cuales lo emotivo condiciona la respuesta física, tanto de manera positiva, impulsando la recuperación rápida de un cuadro grave, o negativa, que en algunos casos, puede llevar, incluso, a la muerte.
—En tu libro hablás de las emociones negativas y cómo pueden tener implicancias muy reales en lo que es nuestra salud, en la inflamación crónica y, sobre todo, cómo puede ser el componente final de lo que a veces lleva a un infarto o a una muerte súbita.
—Hay que ir un poquito para atrás para poder entender esto y ver que nuestros genes no han cambiado en los últimos años pero sí cambió nuestra cultura. Hace 300 mil años, vivíamos con las emociones de los animales, con las cuatro emociones primarias que son miedo, asco, sorpresa e ira; con esas emociones pudimos sobrevivir. Si no tenías miedo e ira no hubieras podido enfrentar o escapar de un depredador. Ese miedo se transformó culturalmente, y no genéticamente, porque lo tenemos igual. Ese miedo instintivo que nos salvaba es el depredador que nos está hundiendo, porque tenés miedo a todo, a perder el trabajo, a que te roben, a enfermarte. Todo el tiempo tenés este miedo que genera una suave inflamación crónica sistémica.
Cada vez que nosotros nos enfrentamos a un depredador, en este caso es el miedo o el pánico cultural actual, el que crea la mente, generamos cortisol, adrenalina y todo lo que tiene que ver con el sistema simpático. El cortisol, a diferencia de la adrenalina, tarda cinco o seis horas en bajar, aumenta mucho la glucemia y te predispone a la huida o a la pelea. Ese cortisol aumentado te genera aumento del azúcar en sangre y eso genera inflamación entonces entras en una suave inflamación crónica sistémica y la aterosclerosis es una enfermedad inflamatoria. La pregunta es por qué el colesterol ingresa en la pared de la arteria. El colesterol no es bueno ni malo, es una sustancia clave en nuestra vida, pero alguien la deja metida en la pared y esa es la inflamación. La inflamación crónica sistémica que tenemos todo el día, es decir nuestro depredador actual es el estrés y es el miedo que es la base de todas las emociones negativas.
—Hablas de las “tres P” de la autora Annie Marquier: pánico, placer y poder. Nos podemos meter en cada una de ellas porque creo que tiene mucho que ver con esto.
—En los personajes [NdeR: de su libro] Ramiro es un bróker y asociaba esas tres P con su vida. Vivía de noche y le encantaba vivir de lo que estaba viviendo. Annie Marquier, en su libro, que lo recomiendo, se llama El maestro del corazón, ella habla de las tres P, igual que hablaba Ramiro, pero él las tomaba como una cosa buena porque decía que había que tener plata, poder y placer, en ese orden. Annie Marquier al revés, lo menciona como que es el mal de la humanidad que se transformó, de lo que te conté antes, cuando éramos presapiens. Del miedo que teníamos antes instintivo, pasó a ser el placer y el placer es algo muy efímero que buscas y nunca lo terminas de encontrar, es lo contrario del bienestar, es la felicidad inmediata, es lo que buscamos con el consumo que tenemos ahora. Por último, el poder, que antes era la defensa del territorio y ahora es el poder de tener lo más alto que puedas.
Tenemos que diferenciar lo que es placer, lo que es felicidad y bienestar. El placer tiene que ver con la dopamina que es adictiva, entonces como una comida que tiene mucha sal, mucha azúcar, que es muy industrializada y eso también me da dopamina, adicción y placer un rato. El bienestar es otra cosa, tiene que ver más con la cronicidad de la felicidad, con la armonía que tenés en tu interior y eso tiene que ver con la escala de valores que pones. Si la escala de valores tuya es buscar placer, placer, placer, tu corazón va a estar en disarmonía con tu cerebro.
—Hay una frase que decís me gusta mucho: “Nos curamos mejor, para enfermarnos más”.
—La cardiología tradicional de la cual yo vengo no ha podido resolver el tema de la muerte súbita a mediana edad, sobre todo en varones más que mujeres. Los 50 años que es promedio de edad de muerte súbita, ¿qué quiere decir muerte súbita?, la muerte no esperada. Es aquella persona, ni siquiera paciente, tiene 50 años y ayer se murió. No pudimos resolver eso. Sin embargo tenemos unos stents fantásticos, operamos sin bomba, tenemos prótesis valvulares percutáneas, marcapasos que falta que pongan FM, es decir nos estamos curando mejor para enfermarnos más, pero por qué nos enfermamos más, por la cultura actual.
Estuve en una charla en un pueblo a 300 kilómetros [de Buenos Aires] hablando de cómo vivir cien años. Les pregunté a los cuatro cardiólogos que estaban ahí —eran cuatro en un pueblo con 80 mil habitantes— ¿cuántas muertes súbitas vieron ustedes acá? “Ninguna”. Muy bien, ¿cuál es la tasa de carne que comen? “Un montón”. Yo no podía hablar mal de la carne, yo siempre digo que hay que comer la menor cantidad de carne roja posible, porque es un pueblo muy carnívoro, vive de la carne, aun así comiendo no muy bien, con el bajo estrés que tienen, no tienen tránsito, no tienen inseguridad, duermen la siesta, a las siete de la tarde se juntan a hablar las mismas anécdotas de siempre y se ríen, es otra vida. Y no tienen muerte súbita.
—Hablás de la ira, la angustia, la culpa que vibran en una frecuencia muy baja y la gratitud sería una de las más altas. ¿Esto es algo que se puede medir? ¿Qué significa que algo vibre en una frecuencia?
—Todo universo está hecho de átomos, nosotros estamos hechos de los mismos átomos que el universo que son muy poquitos. El Sol es 90 y pico porciento de hidrógeno, vos sos en una gran proporción de hidrógeno. Ese átomo de hidrógeno tiene un protón y un electrón. Hay una distancia entre el protón y electrón que es gigantesca y qué hay en el medio, energía. Tenés un sistema que está lleno de órganos y ésos órganos están llenos de células y las células están llenas de átomos, y los átomos están llenos de energía, entonces todo es energía. Y la energía son ondas y las ondas vibran, entonces hay un sistema en nuestro cuerpo que está vibrando de una manera y que vos, con tu mente, lo podes hacer vibrar de otra.
Si yo voy a una Municipalidad porque tengo un impuesto y me hicieron un juicio y estoy enojado y voy con ira, voy de una manera; y si cambio mi vibración interna y voy en modo gratitud, voy a pensar varias veces “qué bueno que tengo un departamento a pesar de eso tengo un impuesto que me embargaron”, vas de otra manera, y cambia tu armonía y tu comunicación cerebro-corazón, vas con una frecuencia cardiaca mejor. No vas en modo simpático —tenemos el simpático y el parasimpático— no vas con la adrenalina andando, no vas con cortisol, no te vas a enojar con la señora que te atiende que es una empleada pública, le cambias el día a la empleada pública, y eso en el fondo, termina siendo energía; entonces eso de mala vibración termina siendo cierto porque el universo vibra.
—Hay un caso en el libro, el de una mujer que acaba de enviudar, la invade una tristeza profunda que la lleva a una depresión y contrae un cáncer que, decís, se lo produjo la tristeza ¿esto es así? ¿Uno se puede generar cáncer?
—No hay axioma médico más claro que “el que quiere morir, se muere”. Vos tenés un paciente respirado y se abandona, por más medicina, por más cosas que le traigas, se va a morir. En el caso del personaje muere su marido de una muerte súbita y ella, después de 50 años de estar al lado de él, se deja morir. No se deja morir porque no come más, pero libera dentro de su cuerpo una energía distinta y algún gatillo predisponente en órganos débiles, al bajar la inmunidad y estar todo el día triste activa ese gatillo, activó un cáncer y se murió en tres meses. Entonces ¿se puede morir de tristeza? Sí, por supuesto.
Todos tenemos órganos débiles, una predisposición genética, mirá a tu papá, mirá a tu mamá, ese es tu espejo. Ese órgano débil va a salir cuando tengas una emoción negativa crónica, permanente, estable. Las emociones negativas hacen que tu cuerpo redireccione la energía hacia esa emoción que estás teniendo. Vamos a un ejemplo: La inmunidad actúa contra un bicho, contra un virus, una bacteria, etc., pero en el caso de que estés triste o tengas miedo todo el día las fuerzas se debilitan para darle la energía a que vos salgas de la depresión o salgas de ese miedo, baja la inmunidad, al bajar la inmunidad la tristeza hace que un virus te mate mucho más que cuando estás fuerte. O sea, tiene mucho que ver tu estado mental.
—Te referís a un paciente que necesita una cirugía que puede determinar su vida y tiene miedo y decís que el 50% del éxito de la cirugía iba a depender de la predisposición con que entraba a esa intervención. ¿Por qué se produce eso?
—50% es a mi cargo, lo digo desde la experiencia mía. Recuerdo un amigo neurocirujano cardiovascular que me contaba de un paciente que entró para bypass —te abren el tórax y te ponen el corazón en una bomba con lo cual te paran el corazón— y antes que el anestesista le ponga la anestesia dijo “paren, paren, ¿puedo decir algo?”. El cirujano mayor le dijo que sí. “Cuando salga de esto ¿voy a poder tocar la guitarra?”. “Sí, obvio ¿por qué? ¿te gusta?”; “No, pero quiero aprender a tocarla”, y lo anestesiaron. ¿Cuánto tiempo estuvo en recuperación? En cuatro días estaba en la casa. Impresionante. Otro que entra con pánico, con miedo, redirecciona la energía hacia el simpático, le quita energía a la inmunidad y por ahí después tiene una mediastinitis o tiene una complicación. Hay que preparar psicológicamente a la gente cuando hay una cirugía programada, no de urgencia, para que afronte eso, sacando los miedos, las fantasías, para que entienda que si piensa que le va a ir bien, le va a ir bien, siempre y cuando tenga un cirujano acorde y un centro, por supuesto, acorde.
—¿Cuánto de lo que tiene que ver con los sentimientos y todo lo que no se puede probar con datos se acepta en el mundo de la medicina tradicional?
—Cada vez más, pero no son muchos, es cierto. El otro día hablaba con un médico nutricionista muy famoso, con Alberto Cormillot, que estaba también comentando el libro y me dijo “Martín, tenés que ser muy valiente, viniendo de donde venís, a hablar de todo esto”. La realidad es que lo estoy viendo en los colegas, un montón de amigos cardiólogos que cuando leen el libro, dicen “sí, esto va por acá, me hizo conmover”, todos dicen: “yo tuve un paciente igual”. Lo están viendo.
Hay cosas que la medicina no resuelve, que la cardiología no resuelve. Esas cosas pueden ser, por ejemplo, las ligadas a la emoción, no es lo único. Por ejemplo hablo de gente que tiene corazón muy sano y tuvo una emoción negativa muy fuerte, pero no se murió. Para que te pase algo tienen que ocurrir condiciones ideales, transitorias y únicas para que ese momento tenga la muerte súbita, que es la tormenta perfecta. ¿Qué quiere decir? Una predisposición genética, un mal hábito, un órgano débil, una pulsión negativa, o sea una emoción negativa justo en ese momento, ocurre además otra cosa que es que baja el potasio. Tuviste una muerte súbita que en otro momento quizás no la ibas a tener.
Tenía un paciente fanático de River que se murió de muerte súbita cuando River se fue al descenso en 2011. Por supuesto que tenía antecedentes familiares, pero hacía mucho calor ese día, ocurrió la tormenta perfecta, quizás en otro momento no hubiera pasado, hubiera tenido una enfermedad crónica más grande.
Menciono [en el libro] dos historias, la de Cristian y la Enrique, los dos tienen la misma enfermedad, la misma, ateroesclerosis coronaria, uno está lleno de placas y vivió ochenta y pico de años. El otro tiene 50 años y tiene una placa ateroma y vivió 50 años. ¿Por qué uno vivió 88 años y otro vivió 50? Los cardiólogos no tenemos una explicación y generalmente hablamos por nuestro ego de lo que sabemos, pero no decimos “esto no lo sabemos, busquemos una respuesta, ¿puede ser la emoción?” Sí, puede ser la emoción y es una de las cosas que si bien es muy difícil de comprobar en un trabajo contra placebo, en la observación de la experiencia de tu práctica te das cuenta.