Elon Musk es una de las figuras más intrigantes del siglo XXI y el genio detrás de empresas como Tesla, SpaceX, Neuralink y The Boring Company cautivó al mundo con sus ambiciosas ideas, pero su vida amorosa no se queda atrás en cuanto a dramatismo y complejidad.
El hombre que aspira a conquistar Marte parece aplicar la misma intensidad arrolladora en sus relaciones personales. Desde romances fugaces con actrices de cine hasta matrimonios tumultuosos, la vida sentimental del hombre más rico del mundo es una prueba de que el dinero no siempre hace a la felicidad.
“Si no estoy enamorado, si no tengo una compañera de vida, no podré ser feliz. Jamás podré ser feliz si no tengo pareja. Dormir solo me mata”, dijo en una entrevista para Rolling Stone.
También confesó estar siempre en busca de su alma gemela: “No me gustan las relaciones de una noche. Sé lo que es estar solo en una casa vacía escuchando el eco de mis propias pisadas. ¿Cómo podés ser feliz si no tenés a nadie con quien compartir la cama?”
En Elon Musk, la biografía de Walter Isaacson, el reconocido escritor adviritó: “La configuración emocional de Musk oscila entre insensible, demandante y eufórica, y la última de ellas se hace más evidente cuando se enamora”.
Drama romántico
Elon Musk conoció a su primera esposa, la escritora Justine Wilson, cuando eran estudiantes en la Universidad de Queen’s. Desde el inicio, su relación estuvo marcada por la intensidad y los dramáticos altibajos. Aunque en la etapa inicial Musk se mostró muy detallista e interesado, las cosas cambiarían al ritmo de su crecimiento económico.
Según contó Justine en la biografía, “para alguien que sentía tanta pasión por mí, nunca vacilaba en hacerme saber que estaba equivocada en algo. Y yo contraatacaba. Me daba cuenta de que podía decirle lo que fuese, que no lo perturbaba”.
A pesar de las constantes discusiones en público, Musk se enamoró perdidamente de Justine. “Él tiene una faceta combativa. No creo que sea posible mantener una relación con Elon sin discutir”, afirmó ella. Le propuso casamiento como en una novela rosa: se arrodilló en la puerta de la casa de Justine sin esperarlo y ella aceptó. Sin embargo, su boda en el Caribe estuvo a punto de cancelarse por una pelea de la pareja.
A pesar del temperamento tormentoso de ambos, había ocasiones en las que su relación era tierna. Paseaban agarrados de la cintura o iban a tomar un café mientras leían un libro. “Hubo momentos en los que me sentí totalmente completa, pero totalmente”, dijo Justine.
Él era adicto al estrés y a lo tormentoso, y ella se veía barrida por las turbulencias. Una vez casados, las peleas continuaron siendo parte de su dinámica. “Durante sus peores peleas, Justine le decía todo lo que lo odiaba, y él le respondía cosas como ‘si fueras mi empleada, te despediría’. A veces hasta le decía que era ‘idiota’ e ‘inútil’, reproduciendo pavorosamente a su padre”, se lee en la biografía.
Musk demandaba intensidad también en lo físico. Ese estilo de vida inestable los llevó a una espiral descendente. “Todo era básicamente una locura de cosas perturbadoras”, dijo Justine. Hacia el final de la relación, Musk le pedía a Justine para que se tiñera el cabello platinado. Ella resistió, sintiéndose convertida en una “mujer florero”. “Es un gran tipo, pero es su falta de empatía lo que siempre me da que pensar”, lamentó Justine.
Tras tres semanas de terapia de pareja y cinco hijos, el matrimonio se desmoronó.
La timidez de la conquista
La siguiente relación amorosa fue con la actriz Talulah Riley. Conoció a la actriz de Pride & Prejudice en el bar Whisky Mist de Londres en julio de 2008 y se comprometió tan sólo seis semanas después de solicitar el divorcio de Justine.
Sobre cómo se conocieron, Talulah contó: “Me pareció bastante tímido y que estaba un poco incómodo. Hablaba de cohetes y al principio yo no llegué a entender que los cohetes eran suyos”. La timidez reinaba. Tanto, que Elon finalmente dijo, según se lee en la biografía: “Estas cosas se me dan fatal, pero ¿me darías tu número, por favor? Porque me gustaría volver a verte”.
La relación creció junto con la intensidad: cenas, viajes, regalos para los hijos y una propuesta de casamiento a los diez días de conocerse. A Rilye la conquistó el “niño dentro del hombre”.
Según señaló en la biografía, “cuando se enfada, se enfada, y cuando está contento, está contento, en sus exaltaciones es casi como un niño. Puede ser muy frío, pero siente las cosas con mucha pureza, con una profundidad que la mayor parte de la gente no entiende”. También contó sobre cómo ese niño se volvía oscuro y llorar desgarradamente por todo lo que le había dicho su padre.
Musk fue muy romántico con Riley: diseño el propio anillo de compromiso con diez zafiros ―5 por sus hijos y 5 por los que vendrían― y dos anillos más para uso diario. Hubo más: mandarle 500 rosas el primer día de una filmación y acordarse de sumar un bouquet para cada una de las mujeres del set.
“Estar conmigo puede ser complicado. No va a ser un camino fácil”, le había advertido Musk, pero él no tenía demasiadas relaciones estables y sólidas; tampoco había tenido muchas épocas estables y sólidas en su vida.
La obsesión de Musk por el trabajo detonó la relación: “La mera cantidad de tiempo que pasaba trabajando era tan extrema que cualquier relación se hacía muy difícil de mantener. SpaceX y Tesla eran difíciles por separado. Hacer ambas cosas al mismo tiempo era casi imposible. Así que lo único que hacía, todo el tiempo, era trabajar”.
El mismo año que terminó su relación con Riley, Musk comenzó a salir con Amber Heard en 2017, justo después de su divorcio del actor Johnny Depp. Aunque fue una relación breve, generó muchos titulares.
“Fue algo brutal”, contó Musk para referirse a la relación de más de un año que lo llevó a experimentar un vórtice de oscuridad y de profundo dolor, cargado de peleas, dramatismo emocional y altibajos constantes.
Adicto al drama
2018 fue un año mentalmente duro para Musk: pasaba varios días sin salir de la oficina por presiones y la caída de las acciones de Tesla, se lo había asociado a Jeffrey Epstein, condenado por tráfico sexual de menores, porque Elon conocía a Ghislaine Maxwell, la facilitadora de los encuentros sexuales.
En ese contexto tumultuoso conoció por Twitter a la cantante Grimes, cuyo nombre real es Claire Boucher. “Es una de las personas más inusuales que conocí en mi vida. Tenemos un eterno debate: ‘¿Vos estás más loca que yo, o yo estoy más loco que vos?’”, dijo Musk.
Era ella quien lo acompañaba a la fábrica cuando estaba en “modo batalla”. A pesar de su deseo de ayudarlo a superar las turbulencias que estaba viviendo, Grimes no fue una influencia tranquilizadora. La intensidad que la convertía en una artista de vanguardia llevaba aparejado un estilo de vida desordenado.
Musk era adicto al drama y ella era un imán. “Se siente atraído por lo Caótico Malo. Tiene que ver con su padre, con lo que vivió de niño, y tiende a caer muy rápido en situaciones donde lo tratan mal. Identifica el amor con ser malo o con el abuso”, escribió Isaacson en el libro.
“El modo demoniaco es cuando se pone todo oscuro y se mete en el centro de su tormenta mental”, expresó Grimes en la biografía.
Mientras la cantante Grimes daba a luz a su hijo X Æ A-12 en mayo de 2020, Musk tomó una foto del parto y la compartió con sus amigos y familiares, incluidos el padre y los hermanos de ella. Grimes estaba comprensiblemente horrorizada e hizo lo posible para conseguir borrarla. “Él no tenía ni idea de por qué me molestaría”, le dijo a Isaacson.
A pesar de que atravesaban un mal momento en su relación, Grimes y Musk se lo estaban pasando tan bien compartiendo la crianza de X, decidieron alquilar un vientre para tener una hija, Y. Pero, en paralelo, Musk esperaba hijos con Shivon Zilis, una amiga que se había vuelto muy cercana.
Los gemelos ― Strider y Azure― que tuvo con la entusiasta inversora en inteligencia artificial que se convirtió en directiva de Neuralink, en su amiga íntima, compañera intelectual y ocasional compañera de gaming fueron concebidos por fertilización in vitro. Fue entonces cuando Grimes descubrió que Zilis, a la que consideraba amiga suya, se había mudado de Palo Alto a Austin y había tenido gemelos con Musk.
“En seis años, Elon y yo no nos hemos peleado nunca, jamás. No discutimos nunca”, señaló Zilis. Quizá el torbellino calmó.