Cuál es la “planta de la longevidad” que estimula la producción de colágeno y rejuvenece la piel

Esta planta no solo aporta muchos beneficios a la salud, sino que tiene una larga historia. El aloe vera fue utilizado por la humanidad por sus propiedades desde los comienzos de la civilización egipcia. Llegó al continente americano a través de la colonización española, ya que en el país europeo también era conocida por sus aportes positivos al organismo y la usaban para tratar las heridas de los soldados.

Siglos después, en la década de 1970 el farmacéutico Bill Coats logró estabilizar los compuestos de la planta para que pueda ser utilizada posteriormente en todo tipo de productos, desde cremas hasta bebidas.

Sus principales efectos en el cuerpo tienen que ver con la salud de la piel, el órgano más grande que tiene el ser humano. Desde su descubrimiento se utilizó para ayudar a la cicatrización de lesiones y quemaduras. Actualmente se continúan investigando sus efectos en las células de la epidermis, como también en otras regiones del organismo.

Esta poderosa planta proviene de África y es una especie de suculenta. Esto significa que puede almacenar cantidades de agua mayores en sus tejidos que otros tipos de plantas. Su cultivo se extendió por todo el mundo, tanto por sus propiedades sanadoras como por su agradable apariencia como objeto decorativo.

La etimología de su nombre proviene de la palabra “alloeh” que significa “sustancia brillante y amarga” en árabe, y de la palabra en latín “vera” que significa verdad. También se la conoce como “sábila”.

Según un estudio publicado en la National Library of Medicine de Estados Unidos, el aloe vera tiene 75 componentes activos que incluyen vitaminas A, C y E, 8 tipos de enzimas, minerales como el calcio y el magnesio, y algunos ácidos grasos. Debido a estos componentes, la planta tiene los siguientes beneficios para la salud:

• Hidratación de la piel.
• Propiedades curativas.
• Acción antiinflamatoria.
• Efectos positivos en el sistema inmunológico.
• Antioxidante.
• Protección del sol.
• Acción antiséptica.
• Laxante.

Dentro de los beneficios mencionados previamente, los que destacan en efectividad son los asociados a la piel. Sus propiedades curativas existen gracias a el efecto de la interacción del polisacárido glucomanano y la hormona de crecimiento giberelina con los receptores de crecimiento en los fibroblastos, que son las células que contribuyen a la formación del tejido conectivo que es vital en la cicatrización, según una revisión publicada en Biblioteca Nacional de Medicina (EEUU). Esas células segregan más colágeno porque fueron estimuladas por los componentes del aloe vera. Esta acción cicatrizante es impulsada también por su capacidad antiinflamatoria, que es posible gracias a las glicoproteínas que contiene.

En cuanto a las arrugas, los mucopolisacáridos de la planta hacen que la humedad se retenga en la piel y también estimula a los fibroblastos para que produzcan colágeno y elastina. Este proceso tiene como resultado el incremento de elasticidad de la piel y, por ende, previene la formación de arrugas.

A su vez, actúa como astringente. Dicho de otra manera, cierra los poros y evita que se junten dentro de ellos bacterias que causen acné.

En 1930 se descubrió que la pulpa de la planta aliviaba las lesiones causadas por radiación en la piel. Esto significa que también sirve para tratar las quemaduras solares, ya que son resultado del daño de los rayos UV. Según los expertos, no se sabe con exactitud cómo actúa, pero se sabe que luego de su aplicación la piel genera una proteína antioxidante, la metalotioneína, que ayuda a que la quemadura se cure.

Los expertos no recomiendan el uso directo de la planta sobre la piel, porque no hay forma de asegurar las condiciones de higiene apropiadas. Sí reconocen los efectos positivos de los productos que la utilizan como base, al agregar otros compuestos para aumentar los beneficios.

Siempre es importante consultar con un profesional de la salud antes de aplicar cualquier tipo de sustancia en la piel, ya que se puede tener alergia a la planta. Se suele indicar el uso de derivados del aloe vera para tratar el acné, quemaduras solares, pieles secas, entre otras condiciones.

Las antraquinonas que se hallan en el aloe vera hacen que sea un eficaz laxante natural. Un estudio explica que esto es debido a que aumentan el contenido de agua intestinal, estimula la secreción de moco y aumenta el movimiento intestinal, conocido como peristaltismo.

Sin embargo, su ingesta no está recomendada ya que falta evidencia científica en relación a los efectos secundarios que puede llegar a tener en el cuerpo. Por ejemplo, si se consume en grandes cantidades, puede ser tóxica por los hidroxiantracénicos que contiene. Según los expertos de Mayo Clinic, también puede causar calambres abdominales, diarrea y daño renal.

Todos sus activos beneficiosos para la piel, también funcionan para el pelo. Debido a su composición que cuenta con un 90% de agua, hidrata al cabello, le da brillo y suavidad. También ayuda a evitar el desarrollo de puntas abiertas, el resquebrajamiento de los filamentos. Sus propiedades antisépticas y antiinflamatorias pueden contribuir a la prevención de la caspa.

El Papiro de Ebers, datado aproximadamente en el año 1500 a.C., ofrece una de las primeras evidencias escritas sobre las propiedades curativas del aloe vera. Este documento del antiguo Egipto, considerado uno de los tratados médicos y de farmacopea más antiguos, destaca su uso para la sanación de quemaduras, cicatrización de heridas y alivio de dolores.

En ese mismo documento la llaman “planta de la inmortalidad”, debido a su rol en los cuidados de la piel que mejoran su condición, la ayudan a cicatrizar y promueve un aspecto más juvenil.

El aloe vera es resistente, pero a la vez delicada. Crece con temperaturas entre los 20 y los 25 grados, aunque soporta climas incluso más cálidos. Debido a la cantidad de humedad y agua que retiene, no se la debe regar mucho, solo cada 15 o 20 días.

La maceta en la que estén debe ser ancha para que sus raíces puedan crecer, y el terreno debe ser poroso y de rápido drenaje ya que sus raíces no pueden estar en contacto prolongado con el agua. Tiene que tener acceso a luz natural, pero se debe mantener en el interior en caso de que llueva o haya heladas.