Lollapalooza, el megafestival que ha cautivado corazones alrededor del mundo, celebró una nueva edición en Argentina entre el 15 y el 17 de marzo. Este evento, que marca un hito en la escena musical y artística, se arraigó profundamente en la cultura global y nacional desde su primera incursión en tierras argentinas hace una década.
Desde sus comienzos hace más de 33 años, cuando el líder de Jane’s Addiction, Perry Farrell, buscaba despedirse de su banda con estilo, hasta convertirse en un fenómeno transgeneracional, Lollapalooza ha dejado una huella indeleble en la historia de la música en vivo. Iniciando su travesía en 1991 en Phoenix, Arizona, el festival ha evolucionado con el tiempo, atrayendo tanto a artistas emergentes como a figuras consolidadas de la talla de Red Hot Chili Peppers, Metallica, The Weeknd, Foo Fighters, Miley Cyrus y Billie Eilish.
Al adentrarnos en el vasto terreno del Hipódromo de San Isidro, sede del evento, nos encontramos inmersos en un crisol de generaciones: es un espectáculo donde convergen niños, jóvenes y adultos, todos unidos por su pasión por la música y el arte.
Contrario a lo que muchos creen, Lollapalooza no es exclusivamente un festival con predominancia de la juventud, sino que abraza a todas las edades y se erige como un símbolo de unidad intergeneracional. El evento no conoce límites de edad y convoca incluso a familias enteras que se sumergen en la experiencia.
En diálogo con Infobae, el sociólogo y psicólogo Martín Wainstein, profesor consulto e investigador de psicología social de la Universidad de Buenos Aires (UBA), analizó: “Lollapalooza ha dejado de ser solo un evento para jóvenes, que predominan, pero también asisten personas de diferentes edades. Hablamos a esta altura de un público muy diverso en ese sentido, algo que incluso se refleja en términos musicales: desde rock y pop hasta electrónica, hip hop y más. También se expresa en la idea de presentar muchos artistas y escenarios: hay algo para todos”.
Según Wainstein, “este festival se destaca por la diversidad que abarca: de público, desde niños hasta adultos mayores, pero también de experiencias, no solo musicales, sino también gastronómicas y artísticas. Toda esa emoción es espectacular y contribuye a la masividad del evento”.
Así, Lollapalooza se ha convertido en mucho más que un simple festival de música; es un fenómeno sociocultural que atrae a un público cada vez más diverso y apasionado. La banda Blink 182, con más de 20 años en la escena musical, es solo un ejemplo de cómo este cónclave abarca a todas las generaciones.
Esta dinámica convierte al festival en una verdadera transmisión sonora de emociones y sentimientos, donde la música sirve como puente entre distintas épocas y grupos etarios.
Los jóvenes marcan su presencia, entre otras cosas, con brillos, glitter y maquillajes especiales, algo que no pasa desapercibido en esta clase de cónclaves musicales, que combinan lo lúdico con lo artístico.
En tanto, Lollapalooza no se olvida de sus asistentes más pequeños. Con Kidzapalooza, los niños tienen su propio espacio dentro del festival, con una programación diseñada especialmente para ellos.
Desde shows protagonizados por personajes queridos como Topa, Panam y Plim Plim, hasta talleres de rap, DJ y skate, hay actividades para niños de todas las edades, asegurando que toda la familia pueda disfrutar de esta experiencia única.
“Además, siguió el sociólogo- Lollapalooza es más que solo un recital o un conjunto de recitales. Aparte de los conciertos, hay muchas experiencias adicionales que no son menores, y apuntan específicamente a niños o a adultos. Con esculturas, arte digital, áreas especiales dedicadas a los niños con actividades musicales, que incluye una amplia variedad. Está la gastronomía y también hay meditación y yoga. El público es variado y entusiasta, y las actividades lo representan”.
“En los jóvenes, el uso de adornos, brillos o glitter está relacionado con la parte cool y tiene varios significados: frescura, tranquilidad y serenidad. Sobre todo, tiene que ver con estar relajado. Lo cool es muy común en esta nueva generación que vive bajo mucho estrés. También es un concepto muy relacionado con la moda, refiriéndose a algo genial y divertido. Es una manera de generar una personalidad atractiva y esperar una respuesta de los demás”, dijo Wainstein.
Y sumó: “El glitter ahora es muy popular entre los jóvenes, básicamente como una forma de expresión cultural. La idea es darle un toque cool al look y puede usarse en cualquier parte del cuerpo. El glitter se ve mucho en estos eventos aplicado en los ojos, en las mejillas, entre otros lugares. Forma parte de la alegría de la gente en estos festivales. Todo lo que la gente se pone en el cuerpo está relacionado con consolidar o construir una identidad y una forma de presentarse frente a los demás, buscando una respuesta equivalente”.
Es que el Hipódromo de San Isidro se transformó, durante este fin de semana, en un enclave de música y arte, ofreciendo no solo la programación principal, sino también una variedad de sideshows que se extienden más allá de las fechas centrales del festival.
Con cuatro escenarios principales y áreas dedicadas a la música electrónica, cada una de las instalaciones del recinto se convirtieron en una metrópolis sonora que acogió tanto a leyendas internacionales como a talentos locales.
La música no fue la única protagonista en Lollapalooza; el arte también ocupó un lugar destacado en este evento multifacético intergeneracional. Artistas argentinos como Edgardo Giménez y Germán González Holc presentaron sus obras, enriqueciendo aún más la experiencia visual y sensorial para los asistentes, ya sean grandes como niños y adolescentes.
Pero, ¿qué sería de un festival para chicos y adultos sin la experiencia gastronómica que lo acompaña? Este evento se ha transformado en un epicentro culinario por derecho propio, con una impresionante variedad de opciones que van desde la cocina callejera hasta la alta cocina internacional.
Más de 100 propuestas distribuidas en más de 50 puestos ofrecen sabores auténticos de todo el mundo, desde la tradicional carne argentina hasta los exquisitos platos de la cocina peruana y japonesa.
Los chefs, con el espíritu de este evento en sus hornallas, se suman a esta experiencia gastronómica, compartiendo sus recetas e innovaciones con un público ávido de nuevas “travesías” culinarias. Y en línea con el compromiso del festival con la diversidad y la inclusión, se ofrecen opciones vegetarianas y veganas para satisfacer todos los paladares.
Así las cosas, Lollapalooza sigue dejando su marca en Argentina y en el mundo entero, trascendiendo fronteras y generaciones con su oferta diversa de música, arte, gastronomía y entretenimiento para todas las edades.
Un evento que encapsula la esencia de la cultura contemporánea en tres jornadas y que, sin dudas, seguirá siendo un faro de creatividad e innovación en los años venideros.
* Fotos: Franco Fafasuli y Chule Valerga