Empatía y compasión: cuál es la diferencia y por qué son clave para la conexión de los líderes con sus equipos

Son dos cualidades que nos definen como seres humanos y permiten conectar con los demás. Sin embargo, no son lo mismo, ni se pueden usar de forma indistinta. Por qué son importantes tanto en el liderazgo como en la vida

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La empatía es nuestra habilidad innata para sintonizar con las emociones de otra persona (Imagen ilustrativa Infobae)
La empatía es nuestra habilidad innata para sintonizar con las emociones de otra persona (Imagen ilustrativa Infobae)

En el vasto espectro de las emociones humanas, la empatía y la compasión se destacan como cualidades que definen nuestra humanidad y nuestra habilidad para conectar con los demás.

Ambas son esenciales para forjar relaciones profundas y significativas, pero no son intercambiables, ni son lo mismo. A menudo, la empatía es el punto de partida de un viaje mucho más profundo hacia la compasión. Y en el liderazgo de este tiempo, si bien hablamos mucho de feedback, empatía e innovación emocional, hace falta, también, considerar un paso más allá hacia ser compasivos.

Para conocer en profundidad cómo lograr este nivel avanzado de relacionamiento con las personas y situaciones, incluso con nosotros mismos, exploraremos algunos puntos para lograrlo, en lenguaje sencillo y práctico.

El cuidado especial que necesitamos tener es el de no caer en la ecpatía (un exceso de empatía), desde el que no podemos ayudar a los demás de tan involucrados que estamos, ni en la “compasión fatiga”
El cuidado especial que necesitamos tener es el de no caer en la ecpatía (un exceso de empatía), desde el que no podemos ayudar a los demás de tan involucrados que estamos, ni en la “compasión fatiga”

La esencia de la empatía

La empatía es nuestra habilidad innata para sintonizar con las emociones de otra persona. Como espejos emocionales, reflejamos lo que los demás sienten y, en ese acto de resonancia, entendemos su dolor desde una perspectiva íntima y personal. Sin embargo, la empatía en sí misma es pasiva en cuanto a la acción, porque esencialmente es una comprensión de los demás, sin la intervención. Es estar presente en el mundo emocional de otro, con el valor que ello conlleva, aunque sin mover un dedo.

La transformación hacia la compasión

La compasión surge cuando la empatía se encuentra con la acción. No se trata solo de entender el sufrimiento ajeno, sino de sentir un impulso ineludible de aliviarlo.

Este noble sentimiento se materializa en tres pilares fundamentales, que son los componentes de la compasión:

-Humildad y entrega: La verdadera compasión florece cuando nos acercamos a los demás desde un lugar de humildad y entrega, reconociendo que, más allá de cualquier diferencia, todos compartimos la misma vulnerabilidad ante el sufrimiento. Esta conexión empática se convierte en el terreno fértil para un apoyo genuino y desinteresado.

-Sentido de responsabilidad: Comprometernos con acciones concretas es el corazón de la compasión. Se trata de un deseo genuino de asistir, prometiendo y cumpliendo con un apoyo que va más allá de las palabras, que se extiende hacia acciones que pueden mejorar, aunque sea un poco, la condición humana de aquellos que sufren.

-Acción prudente: La sabiduría de la compasión reside en saber cuándo y cómo actuar. No se trata de grandes gestos heroicos, sino de pequeñas acciones realizadas con sensibilidad y cuidado, respetando siempre la dignidad y las limitaciones de los afectados, y reconociendo que a veces, el silencio al compás de la otra persona puede ser el bálsamo más poderoso.

Una sana y sabia auto-regulación emocional sería lo más apropiado, porque no es posible ayudar a los demás si primero no nos asistimos a nosotros
Una sana y sabia auto-regulación emocional sería lo más apropiado, porque no es posible ayudar a los demás si primero no nos asistimos a nosotros

La compasión en acción

En nuestra vida cotidiana y profesional, podemos cultivar la compasión a través de prácticas conscientes que nos llevan de la empatía al compromiso activo. Desde escuchar atentamente hasta ofrecer nuestro tiempo y recursos, cada acto de compasión fortalece nuestra conexión con los demás y nos eleva como individuos y como sociedad.

La compasión es, entonces, la manifestación más elevada de la empatía. No solo sentimos el dolor ajeno, sino que nos movemos hacia él con la intención de aliviarlo. Es un llamado a la acción que resuena con nuestra esencia más profunda y nos recuerda que, en el tejido de la vida, estamos unidos por hilos de emociones compartidas.

Cuidado con los excesos

El cuidado especial que necesitamos tener es el de no caer en la ecpatía (un exceso de empatía), desde el que no podemos ayudar a los demás de tan involucrados que estamos, ni en la “compasión fatiga”.

Se llama fatiga por compasión al fenómeno que ocurre cuando una persona se involucra de manera tan profunda en el sufrimiento de los demás que termina sintiendo un agotamiento emocional o una disminución en su capacidad para compadecerse.

La sabiduría de la compasión reside en saber cuándo y cómo actuar. No se trata de grandes gestos heroicos, sino de pequeñas acciones realizadas con sensibilidad y cuidado
La sabiduría de la compasión reside en saber cuándo y cómo actuar. No se trata de grandes gestos heroicos, sino de pequeñas acciones realizadas con sensibilidad y cuidado

En este punto, una sana y sabia auto-regulación emocional sería lo más apropiado, porque no es posible ayudar a los demás si primero no nos asistimos a nosotros. Sólo desde ese lugar de auto-cuidado personal, que no es egoísmo, podremos estar presentes de la mejor forma para acompañar a las otras personas.

*Daniel Colombo: Facilitador y Máster Coach Ejecutivo especializado en alta gerencia, profesionales y equipos; mentor y comunicador profesional; conferencista internacional; autor de 32 libros. LinkedIn Top Voice América Latina. Coach profesional certificado por ICF en su máximo nivel, Coach certificado, Miembro y Mentor en Maxwell Leadership, el equipo de John Maxwell.

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