La madrugada del domingo se vio marcada por una intensa tormenta que azotó el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), tras haber causado estragos y víctimas fatales en Bahía Blanca. Los efectos del temporal también fueron palpables en Capital Federal y el Conurbano, pues la fuerza del viento derribó árboles, inundó calles y arrancó techos.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) actuó con antelación, emitiendo una alerta por tormentas severas. Esta alerta incluía la posibilidad de lluvias intensas, ráfagas fuertes y caída ocasional de granizo. Con el avance de las horas, el temporal se intensificó, y hacia las 4 de la mañana, se reportaron ráfagas de viento de hasta 140 kilómetros por hora.
El jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, detalló a través de las redes las principales consecuencias en CABA. “Hay daños en marquesinas y columnas de alumbrado en diversos puntos de la Ciudad. Los equipos de Bomberos de la Ciudad, Policía, Defensa Civil y personal de Espacio Público se encuentran trabajando desde la madrugada para normalizar la situación, que los autos puedan volver a circular por las calles cortadas y que se restablezcan los servicios de luz, internet, cable, etc.”.
Debido a la magnitud de los daños y a la intensidad de este evento climático, surgieron dos preguntas inevitables: ¿se trató de un huracán? ¿Hay precedentes de un fenómeno meteorológico de tanta gravedad? En diálogo con Infobae, el meteorólogo Eduardo Piacentini, experto en Química de la Atmósfera y cambio climático, respondió: ”Nos enfrentamos al paso de una línea de inestabilidad muy fuerte, debido a que la atmósfera estaba inestable desde hace varios días, seguida del paso de una zona frontal fría. Quizás fue más intenso que en ocasiones anteriores, pero esto suele ocurrir justo antes del verano en nuestra región y no es extraño que haya sucedido. No se trató de un huracán propiamente dicho, sino de una zona frontal típica de nuestras latitudes”.
En segundo término, Piacentini analizó cómo podría avanzar este fenómeno en las próximas horas. “La tormenta, que se ha venido registrando desde las primeras horas del día de hoy, sigue su trayectoria desde el sur de la provincia, donde ya ha causado graves daños. El Servicio Meteorológico, desde ayer al mediodía, emitió diversas alertas, incrementando y advirtiendo sobre la situación. La zona frontal fría va a ir pasando poco a poco hacia el litoral, y se espera que las condiciones en el AMBA mejoren hacia la tarde o noche”, postuló.
Y sumó: “Esto ha sucedido otras veces. Han caído vendavales fuertes en el sur del AMBA, y aunque cubren extensiones muy grandes, la zona frontal afecta casi toda la provincia de Buenos Aires”.
A su turno, el meteorólogo y licenciado en Ciencias de la Atmósfera en la Universidad de Buenos Aires, Christian Garavaglia, le dijo a Infobae: “Lo que experimentamos fue un fenómeno conocido técnicamente como un ‘bow echo’ o ‘derecho’ (este último es una escala más grande), una forma de organización de sistemas de tormenta en arco, con ciclos de vida más largos y riesgo principal en la intensidad del viento. No es un tornado, aunque puede incluir tornados localizados. Ayer, un sistema así avanzó ordenadamente desde el sur al norte de Buenos Aires, afectando primero Bahía Blanca y luego Buenos Aires. Estas tormentas se regeneran y avanzan en arco”.
“En cuanto a los huracanes, no tienen relación con lo sucedido. Los huracanes, fenómenos de latitudes tropicales, son ciclones de mayor envergadura, como los que impactan la costa este de Estados Unidos. Aquí tratamos con tormentas específicas”, sumó Garavaglia.
Al tiempo que destacó: “El precedente más cercano fue en 2012, con un sistema de tormentas similar, donde se confirmaron varios tornados en el Conurbano. Sin embargo, los tornados afectan áreas limitadas a unas pocas cuadras, mientras que estos sistemas de tormentas tienen un alcance de varios kilómetros”.
Las consecuencias del temporal en Bahía Blanca
“En Bahía Blanca, se registraron ráfagas de más de 140 kilómetros por hora, y en Buenos Aires, de hasta 130 kilómetros por hora en la madrugada. La característica principal de estos sistemas es la intensidad del viento, no la lluvia ni el granizo”, detalló Garavaglia al destacar el impacto del fenómeno conocido técnicamente como un ‘bow echo’, que describió previamente.
El presidente Javier Milei siguió de cerca el desarrollo de los hechos en Bahía Blanca, el foco principal de este evento climático. Allí, la tormenta comenzó alrededor de las 19 horas del sábado, alcanzando su punto más crítico entre las 20 y 21 horas. Alrededor de las 22, el intendente Federico Susbielles informó a los ciudadanos sobre la trágica pérdida de 13 personas, incluyendo un menor, en el Club Bahiense del Norte durante un evento de patinaje. El techo del edificio colapsó debido a las intensas ráfagas de viento.
Primero, Milei dio instrucciones para que miembros de su gabinete se pusieran en contacto con las autoridades del Bahía Blanca. Luego, esta mañana, tomó la decisión de dirigirse personalmente hacia el lugar. Allí también se apersonó el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
Por su parte, el meteorólogo e investigador Mauricio Saldívar aportó: “Ayer se registró una línea de turbonada (squall line), una línea de núcleos de tormenta activos dispuestos en línea recta, a veces en forma de arco, que avanzó desde el sudoeste bonaerense en dirección nordeste, barriendo prácticamente todo el centro del país y especialmente la provincia de Buenos Aires. Esta línea de tormentas o turbonada generó, dentro de las tormentas, violentos movimientos de aire descendente, conocidos como reventón o downburst que generan vientos destructivos al bajar ‘de la nube de tormentas a tierra’. Ahí se genera un viento horizontal llamado ‘derecho’, que usualmente está provocado por una serie de reventones sucesivos y persistentes, con vientos que suelen tener intensidades superiores a los 100 kilómetros por hora”.
“Los derechos se caracterizan por provocar vientos extremadamente fuertes y persistentes en línea recta y por lo general son vientos destructivos, que pueden tener una gran duración y extensión. Si bien al momento no se puede afirmar la presencia de tornados, los radares detectaron precursores de tornados en el sur del Gran Buenos Aires (GBA), por lo que habría que investigar si además del derecho, hubo tornados. No debemos olvidar que vivimos en una zona tornádica, la segunda en relevancia global, y que hemos sufrido en el pasado brotes de más de 200 tornados en una noche (del 12 al 13 abril de 1993). También debemos recordar los 8 tornados que afectaron al sudoeste del GBA en 2012″.
Cabe recordar, por otro lado, que el sector aéreo también se vio afectado significativamente por el temporal. Vuelos programados para despegar o aterrizar en Aeroparque o Ezeiza entre las 3 y las 9 de la mañana sufrieron cancelaciones, desvíos o retrasos. Las terminales porteñas experimentaron graves daños, y algunos aviones de Aerolíneas Argentinas quedaron inoperativos, lo que agregó complejidad a la ya tensa situación.
Los esfuerzos de recuperación tras el temporal involucraron a numerosas entidades, incluyendo servicios de emergencia y voluntarios. Las labores de limpieza y reparación de daños comenzaron tan pronto como las condiciones lo permitieron. Las autoridades, por su parte, se enfocaron en evaluar los daños y coordinar las respuestas necesarias.
La incidencia del cambio climático
A la hora de analizar estos sucesos desde lo técnico, hay temáticas que son recurrentes y que, sin duda, tienen incidencia directa. “El cambio climático tiende a aumentar la frecuencia e intensidad de estos fenómenos. Por otro lado, el fenómeno de El Niño (NdeR: fenómeno natural caracterizado por la fluctuación de las temperaturas del océano en la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial, asociada a cambios en la atmósfera, según el SMN), más natural, ha estado presente en los últimos meses, influyendo en un aumento de precipitaciones en el centro y norte de Argentina desde la primavera hasta ahora. Tras una sequía histórica de más de tres años, el ciclo cambió bajo la influencia de El Niño, lo que se refleja en una mayor ocurrencia de tormentas, muchas de ellas severas como la de anoche”, dijo Garavaglia.
Para Saldívar, en tanto, “la ciencia es clara en esto: en un contexto de cambio climático, los eventos extremos aumentan en frecuencia, intensidad, extensión territorial y duración. Debemos estar preparados para ello, con más y mejores alertas tempranas multirriesgo, mayor preparación de los municipios y de la población, y crear conciencia de autoprotección”.
A su vez, las emisiones de gases de efecto invernadero también pueden incidir en esta dinámica. Así lo había precisado en diálogo con Infobae el biólogo ambiental Raúl Montenegro: “Sin efecto invernadero, la vida tal cual la conocemos hubiera sido imposible. Los principales gases que han contribuido a calentar la superficie del planeta son el vapor de agua, el metano, el óxido nitroso y el ozono. Gracias a ellos la temperatura media de la superficie de la Tierra fue de unos 15 grados centígrados. Sin esos gases sería de 18 grados centígrados bajo cero. Todos ellos ya estaban en la naturaleza, pero nosotros -particularmente en el caso del dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y ozono- contribuimos a aumentar dramáticamente su presencia en la atmósfera”.
Así, según el especialista, el efecto invernadero se agrava, algo que también ocurre “por sustancias que nosotros hemos generado desde procesos industriales, y que pese a ser descargadas en menores cantidades, son poderosos agentes de calentamiento. Me refiero a los hidrofluorocarbonos, los perfluorocarbonos, el hexafluoruro de azufre y el trifluoruro de nitrógeno”.
“El excesivo calentamiento de la atmósfera, de las aguas y de los ecosistemas -porque todo se calienta- distorsiona fenómenos naturales adaptados a temperaturas que vienen siendo, en promedio, más bajas. Se alteran los comportamientos climáticos, se agravan sequías y excesos de lluvia, se derriten rápidamente hielos expuestos sin que sean repuestos con nevadas, aumenta el nivel de los mares, y se altera también la biodiversidad natural”, señaló Montenegro.
Y profundizó: “Lo llamamos efecto invernadero porque todos estos gases, incluido el vapor de agua, actúan como el vidrio de los invernaderos. Dejan pasar la radiación infrarroja de onda corta procedente del Sol. Esa radiación es absorbida por la superficie (rocas, agua, seres vivos, edificios, rutas, objetos), que se calientan. Ese ‘vidrio’ de gases retarda e impide luego que la radiación infrarroja de onda larga (el calor) pueda salir. Entonces queda atrapado, como ocurre con un auto con los vidrios levantados cuando lo estacionamos bajo el sol”.