“Cuando empecé a cursar presencial Ingeniería Informática hubo un quiebre, la realidad me golpeó de frente: 7 mujeres en un curso de 50 personas, más de 10 profesores de programación y solo una mujer. Mis notas bajaron, no tenía tantas ganas de estar en clase como antes, y gran parte de esa motivación que tenía se perdió”.
Esta frase es parte del relato de Martina De Jesús, una joven de 20 años apasionada por la programación, en el ciclo de charlas #ActiváTusIdeas organizado por Clubes TED-Ed y UNICEF Argentina, una serie de conferencias que Infobae publica en exclusiva con el fin de reflexionar y pensar qué les preocupa a hoy a las nuevas generaciones. Cuáles son sus desafíos y las acciones inspiradoras que encuentran para superar barreras.
Martina como miles de mujeres jóvenes en Argentina y el mundo se sienten en minoría en los espacios de las carreras STEM (siglas en inglés para el conjunto de áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
En Argentina las mujeres son mayoría en el sistema universitario, sin embargo las cifras de UNICEF indican que aunque 6 de cada 10 jóvenes expresan tener interés en relación a temas vinculados a ciencia y tecnología, la población femenina representa solo el 34% del total de estudiantes de carreras STEM. Y en programación, la participación baja al 17% del alumnado.
Estas cifras se extienden a la región de América Latina y el Caribe, donde solo el 34,6% de las personas graduadas en STEM son mujeres.
Tras sortear los obstáculos que la brecha de género impone sin anestesia en las chicas que quieren adentrarse en el mundo de la tecnología -y hasta replantearse su vocación- Martina hoy cuenta su historia para inspirar a otras adolescentes que dudan o se cuestionan si el universo de la informática y programación es para ellas, y brega por la creación de espacios cada vez más equitativos y diversos para que la tecnología sea más representativa.
A los 7 años, Martina era fanática de un popular juego infantil en línea que planteaba un mundo virtual en el que se podía interactuar, comprar ropa, objetos, mejorar las casas de los jugadores y más, pero para ello necesitaba monedas difíciles de conseguir. Se sumergió en la búsqueda de información en internet, leyendo, viendo videos y siguiendo tutoriales. Con esfuerzo y sin entender completamente el proceso, logró hackear el juego y alcanzar su meta de riqueza virtual. Esta experiencia le reveló cómo la tecnología puede ser una herramienta poderosa para resolver problemas.
A los 15 años, participó de un curso de programación, en el que creó varios prototipos: una app móvil para disminuir la contaminación ambiental generando hábitos más sanos en los usuarios, una página web con recursos de ESI para adolescentes, y un robot para limpiar ríos contaminados. “Mi cabeza explotó, claro, la tecnología no solo servía para resolver asuntos cotidianos sino también para resolver problemas mucho más grandes”, recuerda entusiasmada.
En el 2021 en plena pandemia, empezó a estudiar ingeniería informática de forma virtual y se dio cuenta que era su pasión. Pero cuando la cursada pasó a la presencialidad, la brecha de género fue palpable: en el curso de 50 alumnos sólo 7 eran mujeres, y entre los docentes de programación, sólo el 10% eran profesoras.
Estas brechas tienen múltiples causas, entre ellas, los estereotipos de género asociados a la matemática, la ciencia y la tecnología, la falta de circulación de la información y las lógicas de diseño de las carreras científicas y tecnológicas, y la falta de referentes mujeres en los campos STEM.
La falta de pares y referentes del mismo género afecta a las estudiantes y así lo vivió Martina: “No me había dado cuenta hasta ese momento de lo que significaba ser mujer en este mundo de la informática. Mis notas bajaron, no tenía tantas ganas como antes, y parte de mi motivación se perdió”.
Un ejemplo que grafica cómo impacta la falta de representación femenina en programación, son las apps y las herramientas digitales sin perspectiva de género. Todos confiamos en el gps del teléfono celular para indicarnos cómo llegar a un lugar de la forma más rápida, pero Martina cuenta que, en sus primeros días de cursada, en zonas oscuras y embarradas, la app no podía alertarla sobre qué caminos eran más peligrosos para ella por ser una mujer joven, consciente que circular sola de noche puede implicar un riesgo.
UNICEF postula que la paridad de género significa que mujeres, hombres, niñas y niños deban gozar, por igual, de los mismos derechos, recursos, oportunidades y protecciones: “La igualdad de las niñas y las adolescentes es responsabilidad de todos”.
Las voces de las nuevas generaciones expresan con claridad cómo la brecha de género en la ciencia y la tecnología impone una barrera a la vocación, que no impide avanzar, pero que hace el camino más pedregoso: “Me fue difícil aceptar que esto que tanto me apasiona también tiene problemas, que mientras sigamos siendo 7 de 50 las mujeres dentro de las aulas, la tecnología nunca va a representarnos lo suficiente”, sintetiza Martina.
La buena noticia es que hoy las jóvenes se animan, y con ese espíritu invitan a otras a andar los senderos de la ciencia, sinuosos y vertiginosos, pero sin duda apasionantes, como señala esta joven de 20 años: “Entendí que reconocer las cosas que no están tan buenas es el primer paso para empezar a cambiarlas. Porque sí, la tecnología puede cambiar al mundo pero primero hay que cambiarla”.