Cada 20 de noviembre se conmemora a nivel mundial el Día de la Infancia, una fecha para poder concientizar a toda la población sobre los derechos y las necesidades de los niños y niñas.
Hoy, más que nunca, es importante poner atención a este día. En el contexto actual que se encuentra atravesando la sociedad, tenemos la obligación de pensar en cuántos de estos derechos respetamos y logramos que se cumplan, y en aquellos que están desvalidos y marginados de una cultura socioeconómica que los olvidó.
Además, debemos pensar en aquellos infantes que cuentan con todas sus necesidades cubiertas a nivel salud y educación, pero que están despojados de aquellas experiencias que los dotan de la capacidad de elegir y discriminar entre aquello que les hace bien y lo que los daña.
Si bien entre medio de las situaciones mencionadas se encuentran aquellos niños y niñas que cuentan con los recursos para poder enfrentarse a esta era como una generación digital, existen millones de infantes que no se sienten contenidos.
Los niños de hoy son la denominada generación alfa, quienes nacieron a partir del 2010 y pertenecen a diferentes conformaciones familiares: monoparentales, homoparentales, heteroparentales, familias ensambladas, adoptivas, extensas, entre otros. Ellos son quienes enarbolan las banderas de la elección de género superando ampliamente la apertura mental que sus padres hubieran imaginado.
Es necesario que los infantes crezcan en entornos que les brinden amor, seguridad y respeto, independientemente de la estructura familiar en la que se encuentren. El apoyo emocional y el ambiente en el que crecen son factores determinantes para su bienestar general, más allá de las conformaciones o estructuras parentales.
En este Día de la Infancia, es esencial reflexionar sobre cómo podemos contribuir a crear entornos más saludables y enriquecedores para los niños, con el objetivo de que, al llegar a la edad en la cual deban realizar elecciones en diferentes aspectos de su vida, puedan contar con la posibilidad de reflexionar y de tomar decisiones por sí mismos.
En ese sentido, fomentar el juego, la diversidad y la inclusión, así como también garantizar el respeto y la protección de sus derechos, son pasos importantes para construir un futuro más equitativo y con libertad para las generaciones venideras.
En relación con la tecnología, es crucial recordar que, aunque las herramientas digitales pueden ser beneficiosas en muchos aspectos, no deben reemplazar por completo las interacciones humanas y las actividades físicas. El juego tradicional, que implica la interacción directa con otros niños, el uso de la imaginación y la creatividad, es fundamental para el desarrollo integral.
La importancia de jugar
El juego no solo es una actividad recreativa, sino que también es esencial para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. Se conoce que el juego, el cual se realiza entre dos seres humanos reales, en contraposición con el que se desarrolla con una pantalla, es el que genera cambios en las conexiones de las neuronas en la parte frontal del cerebro. Son esos cambios en la corteza prefrontal durante la infancia los que ayudan a conectar el centro de control ejecutivo del cerebro, el cual tiene un papel fundamental en la regulación de las emociones, la elaboración de planes y la resolución de problemas.
El juego desarrolla aspectos cognitivos, manejo de emociones, desarrollo de la coordinación motora y del lenguaje. A través del mismo, los niños aprenden a elegir, resolver problemas, y medir riesgos y fortalezas. Además, mediante el juego, comienzan a ejercitarse los límites, no como cuestiones punitivas sino como consecuencias de los actos, ya que los niños comprenden que si se lo hace sin pasión, sin divertirse o cometiendo errores, el juego no funciona o se pierde.
Sobre el significado de los límites
En general, se tiene la idea ancestral de que el límite es sinónimo de castigo y que firmeza es igual a violencia, lo cual de ninguna manera es cierto. Sí es fundamental en el proceso de crianza hacerles comprender a los niños que sus conductas tienen respuestas asociadas que están relacionadas con la falta o el error.
Por ejemplo, la frase: “Será mejor que hagas lo que digo, si no lo haces serás castigado hasta que tomes la decisión que quiero que tomes”, corresponde a una imposición de la voluntad del adulto sobre el niño. En cambio, utilizar frases como: “Si no estudias, te irá mal en el examen”, hace referencia a que las consecuencias son resultados conductuales que no necesariamente son planeados por alguien sino que simplemente ocurren de forma natural.
Las consecuencias, en contraposición con el castigo, permiten a los niños experimentar los resultados de sus acciones. De esta forma, aprenden a tomar mejores decisiones y a trabajar en sus comportamientos. Por lo cual, las consecuencias le posibilitan a los niños comprender que su forma de actuar es su elección y su responsabilidad.
No debemos olvidar que parte de la crianza y de colaborar con la vivencia de una infancia justa, inclusiva y satisfactoria, es reconocer y recompensar el buen comportamiento, y esto está relacionado directamente con efectos positivos en la autoestima, la relación padres-hijos y la internalización de normas y valores.
Es fundamental crear entornos saludables y enriquecedores para los niños, los cuales no solo incluyen el acceso a la salud y la educación, sino también la importancia de la diversidad y la inclusión. Debemos trabajar por una crianza que fomente el crecimiento integral de los niños, promoviendo el respeto, la autonomía y la responsabilidad.
* La doctora Andrea Abadi (MN 76.165), es psiquiatra infantojuvenil y directora del Departamento Infantojuvenil de INECO.