Para muchas personas, surcar los cielos en un avión es una experiencia que despierta emoción y entusiasmo. La idea de volar de un lugar a otro, observando desde las alturas, es una aventura que muchos anhelan. Sin embargo, no todos comparten esta exaltación. De hecho, para algunos, la sola idea de abordar esta clase de travesías puede desencadenar una oleada de ansiedad y miedo.
En ese sentido, hay quienes tienen aerofobia, definida por la Real Academia Española (RAE) como “miedo a volar” y “temor al aire, síntoma de algunas enfermedades nerviosas”. En algunos casos, esto sucede por el temor a que el avión sufra un desperfecto y, en consecuencia, un accidente; o bien puede estar vinculado a la sensación de estar atrapado, sin una vía de escape fácil o sin la posibilidad de recibir ayuda.
Por supuesto, no todos los que tienen miedo a volar perciben estos signos con la misma intensidad. Algunos pueden sentir un ligero nerviosismo, mientras que otros pueden experimentar un pánico agobiante.
A pesar de la ansiedad que puede provocar, viajar en avión, en algunos casos, es inevitable, ya sea por trabajo o por un compromiso impostergable que obliga a recorrer grandes distancias. Por ello, existen estrategias que pueden ayudar a las personas a controlar su miedo, permitiéndoles pasar el momento con mayor tranquilidad y confianza.
La importancia de las distracciones para afrontar al aerofobia
En diálogo con Infobae, Claudio Plá, médico psiquiatra y psicoanalista, terapeuta cognitivo, cofundador e integrante de un equipo especializado en aerofobia, sugirió: “Lo ideal es llegar descansado al avión, haber hecho la digestión y tener buenos distractores a mano, como por ejemplo revistas con fotos. La música también es clave”.
Además, hay datos que pueden llevar algo de tranquilidad para quienes sufren los vuelos por temor, por ejemplo, a un desenlace fatal. De acuerdo a las últimas estadísticas registradas por la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas en inglés), “una persona tendría que volar todos los días durante 25.214 años para sufrir un accidente mortal total”, mientras que “la tasa global de siniestralidad se situó en 1,21 por millón de vuelos, una mejora respecto al 1,26 del periodo 2018-2022″.
Actualmente, Plá lleva adelante una serie de cursos para quienes sufren aerofobia. “Proporciono mucha información aeronáutica sobre por qué es seguro volar para dar tranquilidad, algo que es fundamental a la hora de volar. Abordamos temas como la meteorología, el despegue, el hecho de que el avión tiene sistemas duplicados, el entrenamiento de los pilotos, los controles del avión y las medidas de seguridad. Así, se despejan todos los miedos infundados”, señaló.
Las técnicas de relajación
Otra de las aristas ponderadas por el experto para afrontar al aerofobia son los llamados “ejercicios de afrontamiento”. Se trata de técnicas de respiración, relajación, control de pensamientos y escritura, una buena estrategia para calmar el miedo y distraerse. “También se puede considerar la medicación -siguió el experto-. A menudo, hay que reorganizar mediante un profesional la medicación que las personas toman incorrectamente porque se automedican. En algunos casos, es necesario tomar moduladores de la serotonina, que se usan para trastornos de ansiedad”.
Según Plá, “el miedo a volar se construye, en general, a partir de alguna mala experiencia en un vuelo o películas sobre accidentes, documentales y una serie de vivencias y datos que la persona haya recibido o replicado. También puede provenir de una familia aprensiva, donde los padres tengan miedo o se lo hayan transmitido a la persona”.
“Dependiendo de cuánto tiempo haya tenido el miedo, es más o menos fácil de superar. Si es reciente, es más fácil de tratar que si la persona ha pasado décadas sin volar por temor” completó el especialista. Y destacó: “El estrés y las situaciones de duelo, por ejemplo, pueden hacer a una persona más vulnerable a tener miedo a volar. Cuando alguien está atravesando un duelo, es más susceptible a adquirir miedos. Esta es la forma en que se construye el miedo”.
Por su parte, el psicólogo Alexis Alderete, especialista en trastornos de ansiedad y entrenamiento en habilidades, aportó en conversación con Infobae: “La aerofobia es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por un miedo intenso y persistente a viajar en avión. Las manifestaciones pueden darse desde un leve malestar cuando la persona está planificando un próximo vuelo hasta ataques de pánico antes o durante un vuelo”.
Algunas recomendaciones que Alderete apuntó para sobreponerse a este temor son “aprender técnicas de relajación, como por ejemplo, llevar la atención a la respiración, la meditación o el yoga, ya que ayudarán a la persona a controlar la ansiedad antes y durante el vuelo, permitiendo que los pensamientos de miedo e incertidumbre no lo perturben; y exponerse gradualmente, algo que implica enfrentar los miedos de manera progresiva: comenzando con visitar el aeropuerto o ver videos del proceso de despegue y aterrizaje de un avión. Luego, se puede ir avanzando hacia vuelos cortos y gradualmente aumentando la distancia y la duración de los vuelos”.
La terapia para sobrellevar la aerofobia
Otra de las sugerencias de Alderete fue acudir “a un terapeuta especializado en trastornos de ansiedad, que puede ayudar a identificar y cambiar los pensamientos irracionales y los patrones de comportamiento que contribuyen al miedo a volar”. Si irremediablemente la persona con aerofobia debe viajar en avión, el psicólogo consideró fundamental “informarle a la tripulación”. ¿Por qué? “Porque el personal de vuelo está capacitado para manejar situaciones de este tipo y puede proporcionar apoyo”, dijo.
Alejandra Gómez, médica psicoanalista, psiquiatra, miembro de Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y Magister en Psiconeurofarmacología, fue otra de las profesionales consultadas por Infobae.
“Estadísticamente, cerca de un 11% de la población tiene diferentes temores a la hora de volar. Estas personas pueden manifestar el temor al encierro (claustrofobia); a la altura misma (acrofobia); al momento del despegue, al momento del descenso, a tener ataques de pánico, a someterse a una situación en la que no tiene el control y no puede escapar; a que el avión se caiga o se accidente, entre otros signos”, dijo Gómez.
Al tiempo que explicó: “Como toda manifestación de ansiedad, el miedo a volar puede estar acompañado de síntomas somáticos como taquicardia, sensación de falta de aire, respiración acelerada, mareos, náuseas, opresión en el pecho, sudoración, etcétera. El psicoanálisis lo considera a una fobia. Una modalidad de presentación de una neurosis. Una defensa, represión, contra un deseo inconsciente, intolerable que es desplazada y proyectada a un objeto exterior, el cual tiende a ser evitado”.
“En situaciones de urgencia -completó Gómez-, puede ser adecuado prescribir la ingesta de un tranquilizante menor, como una benzodiazepina. Aunque es un medicamento de uso común, el psiquiatra deberá prescribir aquel que sea tolerable para cada paciente. Se sugiere una benzodiacepina como lorazepam o alprazolam debido a su potencia y duración (una vida media de aproximadamente 8 a 12 horas). Esto significa que su efecto podría durar durante el tiempo de un vuelo transatlántico. No se aconseja la ingesta de bebidas alcohólicas debido a la potenciación del efecto sedante”.
En tanto, Gómez sugirió: “Las terapias cognitivo-conductuales representan un recurso valioso, basándose en la técnica de reexposición progresiva a la situación evitada, en este caso, volar. Si no hay tiempo para esto, recomendaría la toma de medicación ya mencionada y abstenerse de consumir alcohol. Es esencial que la persona esté lo más cómoda posible durante el vuelo, desde la elección de su vestimenta hasta el aprovechamiento del espacio y la compañía de un alguien si es posible. Además, hay que buscar actividades que ayuden a distraer y relajar en el avión, como leer o ver películas”.
A su turno, el neurólogo Alejandro Andersson, neurólogo y director médico del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA), analizó: “Algunas personas pueden tener fobia a volar, a la que se le llama aerofobia o aviofobia. Es uno de los muchos tipos de fobias que existen. Se trata de un trastorno de ansiedad que genera un miedo intenso y desproporcionado a la situación. Las personas que lo experimentan sienten este miedo como algo irracional. Como toda fobia, puede tener diversas causas o factores desencadenantes, como el miedo a lo desconocido”.
“Por ejemplo, algunas personas temen volar porque nunca lo han hecho y no están familiarizadas con la situación. Otras temen la falta de control cuando están en un avión, la sensación de vulnerabilidad al estar en el aire o el miedo a caer. Este último miedo es comparado por muchos a la sensación instintiva que se siente al caminar cerca del borde de una cornisa. Algunos pacientes desarrollan esta fobia debido a experiencias traumáticas pasadas, como haber vivido una turbulencia intensa o un aterrizaje de emergencia”, señaló el neurólogo.
Y sumó: “En cuanto a los tratamientos, hay diversas opciones. Entre ellas se encuentran la terapia cognitivo conductual, la terapia de exposición, técnicas de relajación, educación sobre la aviación, visualización, reestructuración cognitiva, medicación y apoyo social. Personalmente, me inclino por una técnica que busca desvincular la experiencia objetiva de volar de la carga emocional asociada. Hay personas que solo con acercarse a un aeropuerto ya comienzan a sentir síntomas como sudoración y taquicardia. Aunque se les pueda educar racionalmente sobre el vuelo, el problema radica en que al enfrentarse a la situación real, reaccionan de manera irracional debido a respuestas generadas en el lóbulo límbico”.
Otra técnica efectiva, según Andersson, “es la activación multisensorial breve. En ella, se le pide al paciente que recuerde y relate sus experiencias o intentos de volar. Cuando termina de contar y está por guardar ese recuerdo nuevamente en su cerebro, se aplican técnicas de estimulación sensitiva. Esto implica que realice movimientos oculares que distraen al sistema nervioso, permitiendo que la información se almacene con menos carga emocional”.
“Así, si antes el paciente no podía siquiera acercarse al aeropuerto, tras estas sesiones podrá hacerlo y, eventualmente, subir a un avión o a un simulador. Actualmente, existen equipos de realidad virtual que recrean la experiencia de volar, y entre sesiones de esta realidad virtual se pueden aplicar técnicas como la activación multisensorial breve”, consideró el especialista.
Al tiempo que advirtió: “Si alguien tiene una fobia concreta, debe someterse a un tratamiento con un profesional. Esto es porque, si bien puede tener un vuelo tranquilo, también puede experimentar un vuelo en el que el avión se mueva mínimamente. Y aunque nadie le preste atención a estos movimientos, pueden despertar una respuesta dramática y causar un muy mal momento en alguien que ya está predispuesto a este problema”.
Finalmente, el psicólogo Sebastián Saravia (MN 63817) sugirió: “Hay que investigar que los miedos tienen una parte lógica y una parte irracional. La fobia en sí, por definición, es un miedo irracional excesivo a algo, sea un objeto o situación. Si podemos trabajar para ubicar o entender cuál es la situación a la que se le teme, ahí ya hay ganado un gran porcentaje. Si el viaje en avión es inevitable, es importante averiguar su duración y armar el ‘protocolo propio’ de cómo y qué vamos a hacer durante ese tiempo mientras dure el vuelo, ya sea una lectura, películas, música (discos o recitales enteros), podcast o descansar”.
“Otras recomendaciones generales incluyen no sentarse al lado de la ventanilla, ubicarse relativamente cerca de la puerta de salida, no intentar evitar la idea de volar y más bien afrontarlo, realizar ejercicios de relajación y comer algo ligero antes, evitando comidas pesadas”, concluyó Saravia.
* Con fotos de Getty