La llegada al mundo de un hijo es tan trascendental en la vida de una mujer, que desde la ciencia se le dio un nombre a la metamorfosis que la madre experimenta en ese momento tan revolucionario. Se conoce como matrescencia al proceso por el cual una mujer se convierte en madre, y que viene de la mano con profundos cambios personales, emocionales, familiares y sociales.
El término acuñado por la antropóloga Dana Raphael en los años 70 y que fue ganando peso en los últimos años “hace referencia a la transición de la identidad de una mujer al convertirse en madre, donde se transitan cambios biopsicosociales, que forman parte de su adaptación al rol de cuidado de una nueva vida”, según comenzó a explicar a Infobae la licenciada en Psicología con orientación Perinatal y Reproductiva María Agustina Capurro (MN 69748).
Según Unicef, “suele decirse que el puerperio tiene una duración de 40 días, aunque puede extenderse por meses e incluso hasta un año”.
“A nivel psicoemocional, es esperable que se vivencie cierto malestar, que hace que algunas mujeres madres vivan con culpa la llegada de su hijo a su vida, por no sentirse plenas, alegres o felices”, continuó la especialista, para quien “sin estar necesariamente deprimidas, ni enmarcadas en un cuadro psicopatológico, muchas mujeres experimentan preocupaciones o dudas sobre si lo está haciendo bien, que muchas veces se traducen en la imposibilidad para disfrutar”.
Para la psicóloga mexicana Daniela Ocaranza, especialista en niños y adolescentes, “dejando de lado los cambios físicos y hormonales que suceden en el puerperio, es un momento en el cual la mujer, ya no de forma no abstracta sino real, cae en la cuenta de toda la responsabilidad que tiene en esta nueva vida, que comienza con la llegada de un hijo”.
“Es notorio que hay un duelo por la vida previa en la cual no tenía que hacerse cargo de tanto -ahondó-. Nunca jamás, antes de tener un hijo, la mujer se había ocupado de algo tan importante como esto”.
Y tras destacar que “hay muchos estudios que hablan de cómo se reduce la materia gris en esta etapa para dar paso a otras áreas del cerebro que tienen que ver con el cuidado y la alerta”, Ocaranza remarcó: “Por lo tanto es súper normal que las mamás y los papás -las mamás sobre todo porque es una cosa orgánica, pero se demostró que los papás que están presentes durante todo el primer período también tienen cambios a nivel cerebral-, empiezan a preocuparse más de todo el entorno, a ver más ‘peligros’ que antes y esto es funcional es para poder hacer que la cría sobreviva”.
A todo esto, según su mirada, hay que sumarle “el poco tiempo que se duerme en los primeros meses y los estudios que demuestran que el mal descanso impide tomar decisiones a largo plazo, trae fallas de memoria y malestar emocional que puede presentarse como depresión, ansiedad, mal humor, dificultades de concentración”.
“Y además de todo esto, la mujer empieza a darse cuenta que su cuerpo no es el mismo que antes y hay un duelo más que se atraviesa, que es el duelo de la pérdida del cuerpo anterior”, enfatizó.
La salud mental de las mujeres madres
Durante los primeros meses de vida de un bebé, la demanda 24/7 de esa nueva vida para con la mamá y el cansancio que eso genera en las mujeres, muchas veces “choca” con lo socialmente esperable y no coincide con lo que siente la mamá en ese momento.
“Justamente en esa brecha entre lo esperado y lo real, es que muchas veces se aloja y crece el malestar, los sentimientos de ineficacia, la creencia de no ser lo ‘suficientemente buena’, pues la demanda es tan exigente que requiere de mucho soporte y andamiaje para poder dar respuesta al cuidado de un bebé”, comenzó a analizar Capurro en este punto.
Y continuó: “Al mismo tiempo, aún impera una creencia muy románticamente instalada, de que este momento es el mejor momento de la vida, donde hay plenitud y felicidad sin matices. Ese choque suele originar mucha tensión, angustia y culpa en las mujeres madres”.
Consultada sobre por qué nadie habla (aunque ahora un poco más) del puerperio y la salud mental de la mujer en esa etapa, la especialista consideró que “durante mucho tiempo se hizo referencia al puerperio sólo desde la arista biomédica. La cuarentena, los tiempos de ‘recuperación’ postparto, etc., pero hubo poco espacio de investigación, estudio y visibilización sobre el proceso psicoemocional y la transformación identitaria que se pone en marcha”.
“Entiendo que el no hacer referencia a lo que les pasa a las mujeres está dado por la complejidad social del rol materno y también por el desandar de ciertos estereotipos y creencias a su alrededor, que no son nada nuevas y llevan mucho tiempo desentramar -analizó Capurro-. Me refiero al rol sacrificado y de entrega absoluta en el cual se ubicó a las madres en nuestra sociedad y cultura durante muchos años”.
La primera infancia y la llegada de la mamá “pulpo”
“Las demandas hacia las mujeres son cada vez mayores, por lo que la salud mental de las madres es un tema importante por todas las variables que implica”, planteó el doctor en Psicología, docente, tallerista y autor Flavio Calvo (MN 66.869) acerca de lo que sucede cuando los hijos dejan de ser bebés altamente demandantes pero comienzan la escolaridad, con todo lo que eso implica.
Para el especialista, “se espera que la maternidad sea una experiencia extraordinaria, pero también puede ser demasiado exigente. No es fácil sostener la presión creciente de equilibrar los roles de madre, esposa, trabajadora y cuidadora, lo que puede tener consecuencias en el bienestar psicológico de las mujeres”.
“El tener que cumplir con las expectativas sociales y de trabajo, al mismo tiempo que tienen que ofrecer un espacio seguro y estimulante para sus hijos, puede hacer que tengan altos niveles de estrés, ansiedad y agotamiento -sostuvo-. Y la falta de tiempo para cuidar de sí mismas las pueden llevar a problemas de salud mental, como la depresión, la ansiedad y el agotamiento”.
Según Ocaranza, la llegada de los hijos trae, además, “con volver a aprender a vincularse con las personas que rodean a la mujer y volver a aprender técnicas de vinculación que ya no tienen que ver con las que se tenían antes de estar con una personita que a nivel hormonal y cerebral tiene un lazo intensivo con su madre”.
“A esto hay que agregarle que el acceso a la información es cada vez es mayor, como así también el acceso a miradas juiciosas -sumó la especialista mexicana-. Antes, si se criaba en una familia, seguramente la familia tenía prácticas parecidas y apoyaba las conductas de la nueva madre. Ahora muchas veces no se apoya a nivel social la conducta materna y si no hay una validación y reforzador social es muy difícil hacerse cargo de una vida, que se sabe vulnerable”.
En esta instancia, según Ocaranza, puede aparecer “la culpa, que se sabe es casi inherente a la maternidad”. “Todos tenemos una expectativa alta y desde un vínculo y una psique medianamente sanos, queremos hacer lo mejor por estos seres que transformaron nuestra vida y que además sabemos de forma consciente e inconsciente que dependen 100% de nosotras, entonces la carga mental se multiplica”.
- ¿Tiene la maternidad un lado A (la felicidad de la vida con hijos) y un lado B (lo agotador que resulta por momentos y de lo que poco se habla)?
- Capurro: Me gusta más pensarlo en términos de matices y ambivalencias, porque las experiencias en relación a lo materno van más allá del binarismo felicidad/desgaste. Quiero decir, que la experiencia de criar y cuidar se narra diferente en cada historia, en cada familia, y por tanto son muchos los colores que se despliegan.
Sin duda la ambivalencia forma parte del repertorio del rol materno, donde no es una cosa sin la otra, por tanto conviven emociones diversas, y en ese sentido, hay alegrías, disfrute y felicidad al mismo tiempo que hartazgo, cansancio y aburrimiento. Esto muchas veces acrecentado por la falta de corresponsabilidad y mayor soporte a la enorme tarea de cuidar y criar.
- Calvo: Sí, claramente la maternidad tiene un lado A, que está lleno de alegría y amor, pero también tiene un lado B, que a veces es agotador y desafiante. Es normal sentirse agobiada por momentos, y es importante tener un espacio donde hablar abiertamente sobre estos desafíos para que las madres no se sientan solas en sus experiencias.
Muchas veces han llegado a consulta madres que se sienten culpables de su cansancio, y por sentirse presionadas por ese rol, ya que socialmente se enseña que ser madre es “pura felicidad” y no siempre lo pueden sentir así. Es importante saber que se van a vivir ambos lados de la maternidad.
- ¿Es posible conciliar entre el “deber ser”, las demandas de los hijos y la culpa por sentirse agobiadas? ¿Cómo?
- Ocaranza: No sé si conciliar al 100%, no sé si existe al 100% alguien que nunca jamás sienta el “deber ser” ni la culpa, ni el agobio, pero lo que sí podemos pensar en algunas estrategias que permitirán lograr, por momentos, un equilibrio.
La primera es elegir un estilo de crianza y sernos fiel, ya que así vamos a poder sentirnos leales con nosotras mismas y, de este modo, vamos a poder fortalecernos de forma profunda y no sólo superficial. Entonces podemos ir más hacia el adentro que hacia el afuera, más hacia lo que yo quiero ser.
Y la otra es tener presente la regla del 80/20: 80% lo hago tal cual quiero que sea esto perfecto y el 20% me doy chance de fallar o no alcanzar ese “ideal”, y esto ayuda y acompaña hacia la compasión. Un trabajo hacia la autocompasión sería primordial para cualquier mujer que acaba de convertirse en madre, ya que una mamá que trabaja su autocompasión, puede sentirse muchísimo menos culpable.
- Calvo: Este “deber ser” que se exige de las madres, sumado a las otras demandas, y al cansancio son una lucha real. La forma de conciliarlo está en recordar que no existe un solo tipo de madre, no hay una única forma de ser madre. De hecho, se encasilló bajó el título de “buena madre” un montón de actitudes y comportamientos que tienen que ver con una época y momento determinado y que pueden ir cambiando de acuerdo al tiempo y a las diferentes culturas.
La comunicación abierta con la pareja o con personas de confianza puede ayudar a compartir responsabilidades y reducir la carga. Además, es fundamental cuidar de la propia salud mental, darse permiso para descansar, establecer límites claros y pedir apoyo cuando se necesita. Es importante saber también que, si existe un vínculo de pareja, el cuidado de los hijos es un rol compartido; la pareja no “ayuda” a la madre cuando esta no da más, sino que ambos comparten los cuidados y las responsabilidades de ese hijo.
Cómo disfrutar del rol de madre, cuando es sólo uno de los que la mujer lleva adelante
Sobre el final, Infobae consultó a los especialistas acerca de cómo disfrutar plenamente de la crianza de los hijos, cuando las mujeres en la actualidad se ocupan de mucho más que eso.
Para Ocaranza, la clave está en “saber que quien se es como mamá es parte de quien se es como ser humano”. “El ser mamá no es un personaje, es una parte vital de nuestra esencia e identidad, aunque no es la única. Cuando nos demos cuenta y aceptemos que como mamá tengo una identidad que también comparto como ser humano, entonces vamos a poder integrar nuestros roles con nuestra con nuestra identidad”, analizó.
“Muchas veces la clave está en la organización y el equilibrio. Establecer una rutina que funcione para esa persona y su familia ayuda a que las cosas sean un poco más simples -apuntó Calvo-. También es importante que puedan hacerse tiempo para sí mismas y, si es necesario, pedir ayuda para hacerlo. Las redes sociales de esa madre son de mucha importancia a tales fines”.
En ese sentido, en opinión de Ocaranza, “se vale decir ‘necesito un tiempo para poder reforzar esta identidad independientemente a la maternidad’ y entonces buscar redes a tales fines, lo cual se traducirá en un ejemplo de vida para los hijos mostrarles una mamá que se esfuerza por ser una persona valiosa y con una individualidad independiente al rol materno porque una de las pérdidas más grandes es la deshumanización de la mujer al ser mamá y sólo convertirte en ese rol”.
Sobre el final, Calvo sumó que “otro aspecto importante es aceptar que no siempre todo va a salir perfecto, aceptar la imperfección y que las cosas no salgan bien. Eso es sano”. “Muchas veces son las auto exigencias las que llevan a esa madre a sentir que no puede disfrutar plenamente de su rol. También suma saber que la maternidad es una parte importante de la vida, pero no es la única. Ser madre no es el único rol y encontrar un equilibrio entre ese y los otros roles es esencial para disfrutar plenamente de la maternidad y de todas las otras cosas que se hacen en la vida”, concluyó.