Este domingo 24 de agosto, Buenos Aires no solo vibró con la emoción de su tradicional Maratón Internacional de 42 kilómetros. Las calles porteñas se transformaron en un tapiz donde la solidaridad, resiliencia y esperanza cosieron su relato.
Dos historias en particular, las de Hernán Cruz Merlo Ocampo y Walter Sullings, se erigieron como baluartes de una resistencia no solo física, sino también emocional. Originario de Chascomús, el “Toro” Ocampo, médico y maratonista, lleva más de tres años batallando contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Aunque la enfermedad, que debilita los músculos, quiso amedrentar su espíritu corredor, su amigo Diego Prat concibió la idea de acompañar a Hernán en una silla adaptada, surcando juntos el camino de esta maratón.
En paralelo, Walter Sullings, también chascomunense, pero establecido en Buenos Aires, mostró una fortaleza asombrosa. A pesar de la adversidad de la ELA y del costoso tratamiento experimental que debió afrontar en el extranjero, se mantuvo firme acompañado por otro corredor.
Anteriormente, en el marco de la misma iniciativa, el ex senador y ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich -diagnosticado con ELA en 2021-, se sumó en agosto a la Media Maratón de Buenos Aires de 21 kilómetros, con el objetivo principal de dar visibilidad a esta lucha.
El deporte, en su dimensión más amplia, se erige como un poderoso vehículo de sensibilización. El equipo liderado por Diego Prat no solo buscaba acompañar en la carrera a Hernán y a Walter, sino también recaudar fondos para un documental que pretende ser la voz de aquellos que batallan contra la ELA. Dicho documental, más allá de capturar el fervor de la maratón, profundizará en las historias personales, añadiendo un valor inestimable a este relato.
La primera ovación de la jornada llegó con la largada de los atletas con discapacidad. Aplausos, ademanes y llantos de emoción marcaron este especial momento para quienes luchan contra la ELA y todos los participantes de esta categoría, estandartes de resiliencia y pasión.
Hernán y Walter se prepararon en una carpa propia junto a su entorno de seres queridos que los acompaño a este desafío. Tras dejar todo en condiciones, los dos participantes se alistaron en la largada con sus amigos, que llevaban remeras con las siguientes consignas: “La vida es hoy” y “La primera locura”. También portaron una bandera con la frase “me define mi actitud, no la ELA”
Antes de que entraran a la línea de largada, una multitud se acercó a Walter y a Hernán para transmitirles admiración y una palabra de aliento. La ovación que se escuchó en el comienzo de la maratón se replicó con más fervor cuando atravesaron la línea de llegada, dejando un mensaje claro: la pasión y la voluntad no tienen límites.
En el telón de fondo, el bullicio de los espectadores, el suave sonar de miles de pisadas contra el asfalto, y la ciudad vestida de primavera, a pesar de la amenaza de la lluvia. Las expectativas eran altas; después de todo, esta carrera es un hito del calendario de la Asociación Internacional de Maratones (AIMS).
Con la llegada del alba, los atletas comenzaron a congregarse en la Avenida Figueroa Alcorta y Dorrego, en el corazón del Parque 3 de febrero. A medida que el reloj avanzaba, la ansiedad crecía, y pronto, la ciudad se vio inundada por una marea de 12 mil corredores.
La ciudad palpitaba al ritmo de cada paso, de cada aliento. A medida que los atletas avanzaban, se sumergían en un viaje por la Avenida Libertador, el Obelisco, Plaza de Mayo y La Boca. Este recorrido, enriquecido por la belleza arquitectónica de Buenos Aires, culminaría finalmente en el punto de partida.
Mientras la marea de corredores serpenteaba por la ciudad, un fenómeno singular se manifestaba en el público: una oleada de emoción, una conexión palpable entre espectadores y corredores, especialmente cuando Hernán y Walter aparecían en escena.
Cada vez que estos valientes maratonistas cruzaban una intersección o rondaban una curva, la anticipación del público se palpaba en el aire; susurros de reconocimiento, rostros que denotaban admiración y manos listas para aplaudir. Y entonces, al identificar las sillas adaptadas y el esfuerzo compartido de aquellos que les asistían, estallaba una ovación. Gritos de aliento, pañuelos agitados y aplausos resonaban, creando un corredor de ánimo y gratitud a lo largo del trayecto.
El poder emotivo de estos aplausos no era simplemente una muestra de admiración deportiva; era un reconocimiento de la lucha, de la humanidad y de la valentía de enfrentar un desafío con tantos obstáculos adicionales. Padres levantaban a sus hijos para que pudieran ver el paso de estos héroes de carne y hueso, jóvenes alentaban con vigor y ancianos, con lágrimas en los ojos, aplaudían con fuerza.
El testimonio silente de Hernán y Walter, acompañado por el retumbar de las ovaciones, se convirtió en un recordatorio de que la maratón no solo es una carrera de velocidad o resistencia, sino también un viaje compartido de esperanza y determinación.
Así las cosas, las maratones de este año no serás recordada únicamente por sus tiempos o campeones; sino que permanecerán en la memoria colectiva como una muestra palpable de que cuando el espíritu humano decide desafiar sus propios límites, ni las adversidades más crueles pueden derrotarlo. La participación de Hernán, Walter, Esteban y todos aquellos que luchan contra la ELA se cimienta como testimonio de un acto de resistencia, superación y, sobre todo, amor.
*Con fotos de Nicolás Stulberg