La pasión por los piercings y tatuajes ha trascendido las barreras del tiempo y la cultura y, a través de los años, han actuado como un canal de expresión artística para muchas personas. No pocos los eligen como representaciones de su esencia, de sus valores o como la huella imborrable de momentos relevantes.
En ese sentido, para un grupo específico de individuos, los accesorios y los dibujos que decoran el cuerpo son sinónimo de atracción sexual. Para estos casos, hay una definición técnica muy precisa: estigmatofilia, una condición que les lleva a sentir deseo por quienes portan tatuajes, perforaciones o cicatrices. Y no, no es que quieran tocar cada tatuaje que ven o besar cada oreja perforada; es simplemente una especie de magnetismo hacia esas marcas en la piel.
Ahora bien, ¿qué es lo que realmente despierta este deseo? Algunos dirán que es simplemente una cuestión de gustos, pero la realidad es que tiene raíces más profundas.
En diálogo con Infobae, el doctor Walter Ghedin, (MN 74794), médico psiquiatra y sexólogo, apuntó: “La estigmatofilia tiene dos perspectivas para abordarla. Por un lado, están aquellos que se sienten atraídos por tatuajes, piercings o cualquier otro adorno corporal. Esta atracción se dirige tanto hacia una persona como hacia ese distintivo o símbolo. No representa un problema, ya que es simplemente una preferencia y, además, se conectan sentimentalmente con la persona, no solo con el tatuaje o exclusivamente con un piercing. No se trata de fetichismo, en este caso”.
“Sin embargo -siguió Ghedin-, por otro lado, está la estigmatofilia que conlleva una atracción dirigida específicamente hacia el adorno o el tatuaje y no hacia la persona. Este casi sí podría ser considerado como fetichismo, ya que la excitación no proviene de otra persona, sino de un objeto -que es el fetiche- o un tatuaje”.
Según la Real Academia Española (RAE), el fetichismo es una “desviación sexual que consiste en fijar alguna parte del cuerpo humano o alguna prenda relacionada con él como objeto de la excitación y el deseo”.
Bajo esta idea, Ghedin amplió: “La excitación sexual se centra, en estos casos, en conectarse con un objeto o una parte específica del cuerpo, y no con el individuo en su totalidad. Un fetichista de pies, por ejemplo, se siente atraído por los pies. Se las llama también parafilias, porque desvían la atención de la relación con otro ser humano y se enfocan solo en una parte de este. No es algo patológico. Aquellos fetichistas que no necesitan objetos para excitarse, ven al cuerpo como a un objeto. Aquí es donde encontramos la estigmatofilia: el cuerpo del otro y sus detalles se convierten en el objeto de deseo”.
Para el sexólogo, “las parejas de los fetichistas pueden sentirse excluidas porque no comparten la misma atracción. Es que el fetichista se conecta con una parte específica de su cuerpo y no con su ser completo. Sin embargo, si ambos están en sintonía y comparten la misma atracción, no hay ningún inconveniente ya que los fetichistas suelen relacionarse bien con otros de su misma inclinación y, de hecho, hay personas que se conectan debido a sus fetiches mutuos”.
Otra profesional consultada por Infobae fue la doctora Hilda Catz, psicóloga por la Universidad de Buenos Aires (UBA), miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), docente y autora del libro “Tatuajes como marcas simbolizantes: la relevancia clínica de los tatuajes para el proceso psicoanalítico” (Ricardo Vergara, 2019).
“Actualmente las modificaciones corporales escapan de los lugares marginales y clandestinos de antes, para venir a insertarse en la moda y en un mercado simbólico y estético. En la gran cantidad de entrevistas que realicé para la investigación que luego sería la base de mi libro, era muy común que la gente joven acentuara el poder de atracción que los tatuajes y otras marcas pueden ejercer. Por ejemplo, era muy habitual que me dijeran que el tatuaje ‘garpa’, una expresión usual entre los jóvenes para referirse a la seducción que pueden ejercer con los mismos, donde la acción misma de tatuarse y la zona del cuerpo elegida para fijar la imagen serían como un lienzo que podría llegar a expresar múltiples significados”, consideró Catz.
Y agregó: “Así, la estigmatofilia se define como la atracción sexual en la que el individuo se siente atraído sexualmente solo por aquellas personas que han decidido que su piel debe ser un lienzo, una obra de arte cambiante y en constante transformación, como un tipo de fetichismo. Puede constituirse en una parafilia cuando el sujeto en cuestión llega al extremo de no sentir ningún tipo de excitación sexual si la otra persona no posee estas características”.
Catz sostuvo que los tatuajes “son marcas simbolizantes, en tanto pueden figurar cicatrices de un duelo vital o accidental; una pérdida a descifrar; o también la búsqueda creativa de una inscripción primordial a la que nada haga desaparecer. Algunos historiadores proponen que junto con las pinturas rupestres, los tatuajes fueron la forma más antigua de expresión artística que conoció el ser humano”.
“Ante la pregunta de por qué los piercings y tatuajes pueden ser el blanco del deseo -amplió la doctora-, podemos empezar por comentar que ambas son prácticas ancestrales y, en general, las pinturas tribales y perforaciones, cuando se trataba de mujeres, estaban vinculadas con el concepto de belleza, mientras que en los hombres constituían principalmente un símbolo de pertenencia a un linaje, así como la expresión de virilidad y coraje”.
A su turno, Jorge Ulnik, profesor asociado de fisiopatología y enfermedades psicosomáticas de la Facultad de Psicología de la UBA y miembro didáctico de APA, conversó con Infobae y propuso rever el término de estigmatofilia. “Si bien se refiere a la atracción y excitación sexual que alguien puede sentir hacia otra persona debido a sus tatuajes, piercings, cicatrices u otras marcas corporales, el término ‘estigma’ tiene connotaciones negativas. Históricamente, un estigma era una marca en el cuerpo que indicaba una forma de castigo o señalaba a alguien como de mala reputación”, remarcó Ulnik.
Y continuó: “La atracción hacia ciertas marcas corporales puede ser considerada un problema o algo patológico, en algunos casos. Sin embargo, también puede ser, simplemente, un gusto particular. El Manual Estadístico de los Trastornos Mentales establece los criterios A y B. El criterio A se refiere a cuando una persona tiene estas atracciones; mientras que el B es cuando éstas atracciones le provocan malestar en ámbitos laborales, sociales o afectivos. Pero si alguien siente atracción por estas marcas y no experimenta ningún tipo de malestar ni en lo social, ni en lo laboral, ni en su conducta, entonces podría tratarse solo de una preferencia particular”.
“Se entiende que en la atracción sexual, una persona puede sentirse atraída no solo por el aspecto físico de alguien, sino también por su estilo, su forma de pensar o su manera de vestirse. Puede ser que no te agrade la forma de pensar de alguien, pero sí su apariencia. Sin embargo, en las parafilias, esto se relega a un segundo plano y la atención se centra en un aspecto muy específico del cuerpo. Lo particular es que este aspecto no es natural, sino añadido, como un tatuaje, un piercing, una cicatriz u otro tipo de marca”, profundizó el experto.
“Hoy en día, los tatuajes cumplen diversas funciones. Una de ellas es su valor ornamental, y otra es actuar como distintivo de una identidad particular. Ese interés estético, que en el pasado podía centrarse en la ropa, ahora puede trasladarse a los tatuajes, captando la atención de los demás. Esto está estrechamente relacionado con la creciente importancia que ha cobrado ser observado y el papel preponderante de la mirada en la sociedad actual”, agregó Ulnik.
Por su parte, el psicólogo Alexis Alderete (MP 85367), especialista en sexología clínica, reflexionó: “Los piercings, tatuajes, o marcas en la piel como las cicatrices están atravesadas por historias personales y emocionales. Se trata de expresiones muy particulares que pueden estar influenciadas por historias y significados íntimos. Para quienes tienen estigmatofilia, la oportunidad de descubrir estas conexiones emocionales profundas es una gran motivación y excitación al momento de elegir con quién tener una relación sexual. Entonces, al momento de tener un encuentro, puede que haya una mayor implicación personal e intimidad en sus historias”.
“La estigmatofilia se puede considerar como un tipo de parafilia -añadió Alderete-, ya que hay un patrón de atracción sexual en la persona que es recurrente e intenso hacia objetos, situaciones, fantasías o actividades que son inusuales en lo que la sociedad considera convencionalmente como excitante o erótico. Las áreas del cuerpo que tienen predilección y les generan más excitación a estos individuos están en las denominadas zonas erógenas del cuerpo, como por ejemplo la lengua, los labios, los pezones y las zonas genitales, que son lugares de relevancia en términos de interacción sexual”.
Para cerrar, el psicólogo precisó: “Algunas personas, incluso, pueden llegar al orgasmo rozando con sus manos aquellas cicatrices que tiene la otra persona y descubriendo al mismo tiempo cuál es la historia detrás de la misma. Por eso la estigmatofilia hace alusión a la excitación sexual o placer intenso que experimentan algunas personas por quienes portan piercings, tatuajes, o marcas en la piel como cicatrices que están atravesadas por historias personales y emocionales”.
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