A los 60 años, cuando la mayoría de las personas están pensando en el retiro laboral, el argentino Marcos Victorica dejó todo y con unos pocos ahorros se mudó a Miami buscando iniciar una nueva apuesta. La vida en Estados Unidos puede significar la promesa del self made man que consigue el éxito, pero también está llena de desafíos que un latinoamericano debe saber enfrentar.
Victorica, economista de profesión, sin duda ha tenido éxito en su nuevo destino, donde inició un emprendimiento de storage que le ha reportado bienestar económico. Pero ese éxito no es todo, sino que ha sabido darle una dimensión trascendente a su actividad emprendedora.
“Yo siempre tuve una cierta vocación espiritual. No religiosa, espiritual. Esa diferencia es importante, porque marca lo que está pasando en el mundo”, le dijo a Infobae en una entrevista por videollamada, y aseguró que es posible “estar haciendo negocios, pero también generar tus espacios internos para la trascendencia, la espiritualidad”.
Enmarcada en esa vocación y con un cruce de mundos entre la ficción y la realidad, Victorica se dedicó a explorar en su libro Inspiración ZEN… Send. Mensajes del futuro cómo la mística rige su vida y su espíritu emprendedor. Este libro da cuenta de algo que cada vez más figuras reconocen: no puede haber un éxito profundo si la dimensión espiritual queda de lado.
El guía del libro es Elmer, un personaje ficticio con raíces profundas quien, desde la dimensión después de la vida, es investido con la tarea de transmitir mensajes fundamentales a los habitantes terrenales. En esta aventura entre los mundos, Victorica emplea su destreza narrativa para llevar a Elmer a situaciones en las que se entrevista con figuras icónicas como Winston Churchill, John Lennon y Diego Maradona. Inspiración ZEN… Send. Mensajes del futuro es un viaje que trasciende las expectativas.
—¿Quién es Elmer?
—Es una idea. En la locura de la pandemia, mientras yo estaba haciendo una biblioteca a mano, sentí que la madera me hablaba, que me daba un mensaje. Si yo contaba eso se iban a dar cuenta de que estoy loco. Pero si uno lo escribe como cuento, tal vez no. Así surgió la inspiración y le puse un nombre. Pero es inspiración porque, cuando uno escribe ficción, la que escribe es la lapicera. A veces no tiene nada que ver con lo que pensabas que iba a escribir, porque te van cayendo cosas. Elmer fue una fuente de inspiración más o menos permanente, que me fue —llamémosle— guiando.
—¿Cómo entra la espiritualidad en su vida y cómo la mantiene en un ámbito, en donde también debe haber una cuota de ambición y lucha?
—Yo siempre tuve una cierta vocación espiritual. No religiosa: espiritual. Esa diferencia es importante, porque marca lo que está pasando en el mundo. En los Estados Unidos hay un enorme crecimiento de la espiritualidad y, te diría, una reducción de la religiosidad. Siempre apunté a la espiritualidad. Ahora, desde que vine acá, pude dedicarme a trabajar y tener la cabeza libre de los debates y los problemas continuos de la política: la cosa pública no te interfiere. Y empezás a notar que tenés un espacio mental. Por ejemplo, acá leí más libros que en los últimos 20 años. Medito mucho y tengo presente la necesidad de buscar la trascendencia. Podés estar haciendo negocios, pero también generar tus espacios internos para la trascendencia, la espiritualidad.
—¿Qué métodos usa?
—Medito con la respiración o con ayuno o con alguna planta. Tener una mayor espiritualidad te ayuda a entender que hay cosas que son como tienen que ser, aunque no las entiendas. Te dejas de pelear. La semana pasada para mí fue un desastre. Podría tomarlo como algo personal, pero uno tiene que preguntarse: “¿Qué tengo que aprender de las cosas difíciles? ¿Qué puedo sacar de bueno de eso?”. Empezás a crecer sobre la dificultad. La espiritualidad, entre otras cosas, sirve mucho para eso.
—¿Por qué se fue a Estados Unidos? ¿Era cansancio, necesidad de cambio?
—Lo que decís es interesantísimo, porque acabo de escribir tres capítulos de un libro que está dedicado a lo que hace el emprendedor en Estados Unidos. Acá nadie le habla a la persona. Por eso escribí una serie de cosas que hablan de la actitud espiritual del emprendedor, pero también de los derechos de piso que tenés que pagar y nadie te cuenta.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, esto me ocurrió de Fort Lauderdale para el Norte, los gringos son terriblemente racistas con respecto a nosotros. No pasa nada, yo sé rezar. Hay una nota de The Economist que dice que en Europa está empezando a cambiar el criterio de la inmigración, porque tienen el problema del envejecimiento de la población. En Estados Unidos parece que no leen el The Economist, porque el tema inmigración es muy fuerte. Entonces, una vez estaba viajando en moto y necesitaba cargar nafta y entré en una estación de servicio que tenía un cartel que decía “Own and Manage by American”: propiedad y gerenciamiento de americanos. Eso y decirte que si no sos rubio y tenés ojos azules, es preferible que te quedes sin nafta, es lo mismo. ¿Qué hice yo? Entré y me hice el sordomudo, porque sino, ni bien abría la boca, [quien atendía] se avivaba. Pagué en efectivo para que no viera mi nombre. Esta anécdota es algo muy típico, y acá pasa que el hijo de latinos quiere ser más gringo que los gringos.
—¿Cómo se mueve en un espacio de emprendedurismo para romper ese círculo vicioso?
—En parte, de nuevo, lo puedo contestar desde el costado espiritual, porque es algo que necesitás tener para emprender e inmigrar. En cualquier lugar, no sólo en los Estados Unidos. Es lo mismo que le pasa al santiagueño que llega a la capital. Acá es lo mismo, con el agravante de que claramente este es el país más grande del mundo y necesitás de una humildad enorme porque como argentino tenemos una historia que siempre aparece. Además acá, entre ellos —yo lo digo a veces como broma, pero es cierto— no existe la amistad, nadie te recomienda con otra persona sólo porque sos su amigo. Como contrapartida, el americano es muy pro-negocio y donde le muestres que hay un business plan razonable, te escucha. Pero claramente tenés que demostrarle que no venís de la nada.
—Pero, ¿tratan mal?
—No. Es raro que te traten mal, pero tenés que dar evidencias, y estas evidencias al principio te cuestan mucho porque no tenés nada. Es parecido a lo que les pasa a los chicos que se reciben y en el trabajo les piden experiencia. Lo que pasa es que, cuando emigras, te lleva una lucha terrible con tu amor propio, con tu ego, pero también con tu voluntad, con tu capacidad de resiliencia.
Hay dos fantasías que son corrosivas para el inmigrante: una es pensar que esto es Disneylandia, o sea que llego y se arregla todo; y la otra es pensar que la plata arregla todo. Aunque tengas plata, necesitás la vocación, la fuerza y la visión. Te puede parecer una vida sin sentido. Y esto se multiplica si tenés una familia. De hecho, dicen que el 50% de las parejas que emigran se separan.
—Ese es un dato interesante
—Y agrego, porque lo conocí, que el tema de la separación acá es muy complicado porque uno viene con normas, costumbres y una legislación argentina y, si te meten una demanda acá, es otro mundo. Te pueden dejar en la calle.
—Se fue ya con una edad en la que muchas personas están pensando en el retiro. ¿Se hubiera ido antes?
—Otra vez voy al tema de la espiritualidad: vine cuando tuve que venir.
Seguir leyendo