¿Cómo seremos los seres humanos en el futuro? ¿Tendremos el cuerpo más encorvado por el uso de dispositivos electrónicos que, actualmente, nos obligan tener una postura incómoda? Estas son solo algunas de las preguntas que cualquiera podría hacerse para darle impulso a la imaginación. Sin embargo, la ciencia está estudiando hace tiempo la incidencia del estilo de vida actual, especialmente de la tecnología, en la fisionomía -el rostro- y en la morfología -forma y transformaciones- de las personas.
Una de las máximas que atraviesa a las investigaciones en este campo dicta que, para entender el futuro hay que enfocarse en el presente y, por decantación también en el pasado. Miguel Delgado, doctor en ciencias naturales, antropólogo, investigador del CONICET y docente en la Universidad Nacional de La Plata, se dedica desde hace años a comprender la morfología de los habitantes de Latinoamérica bajo la óptica evolutiva.
En diálogo con Infobae, Delgado ensayó posibles escenarios futuros a la luz de la influencia de la tecnología. “Después de la pandemia, las personas nos dimos cuenta que muchas actividades las podíamos hacer en casa con la tecnología, como ir al super y hasta trabajar. Esto podría generar cambios a un nivel evolutivo amplio, porque la gente empezó a tener un estilo de vida distinto. Los cambios evolutivos no son aislados y suelen correlacionarse con modificaciones en más de una parte del cuerpo. Es una especie de efecto cascada de la evolución”, introdujo el especialista.
Y sumó: “Hay estudios que son algo futuristas y evalúan los posibles escenarios evolutivos, e indican que los cambios son más acelerados que antes. En este contexto, debido a la falta de movilidad, las personas tendrían una reducción en el tamaño de las piernas. Además, el cerebro, con el uso de las pantallas, también sufrirá cambios. De hecho, tendríamos la cabeza un poco más grande. Y el tercer molar, la muela de juicio, iría desapareciendo”.
Para Delgado, “el uso del celular tiene una implicación muy grande en la morfología por la manipulación del aparato, y también incide en la parte fisiológica: nuestros ojos no están adaptados a ver una pantalla todo el tiempo y eso va a generar cambios importantes a nivel morfológico”.
“Aún es todo especulativo -siguió el investigador-, pero si dejamos de hacer actividad física y cada vez nos movemos menos, se podría ver una reducción del tamaño de las piernas, tal como se mencionó anteriormente. Estos cambios morfológicos son más lentos que otros cambios: se trata de miles e incluso millones de años, por lo que se esperan para un futuro lejano”.
Las reflexiones de Delgado sobre el futuro parten de la cautela -tal como aclaró, “aún es todo especulativo”-; sin embargo, él cree que la pandemia vino a cambiar gran parte del estilo de vida actual en torno a la tecnología.
“Los humanos modernos estamos adaptados a una intensa actividad física, pero con el tiempo eso se ha ido minimizando. La gente cada vez hace menos ejercicio y eso tiene implicaciones en cuestiones morfológicas y también comportamentales. Ahora, hay quienes prefieren interactuar desde la computadora, y esto va impactando a nivel morfológico y también en el comportamiento y en la parte cognitiva. La baja actividad física incrementa los niveles de colesterol, el consumo de carbohidratos también. Así, la sociedad se podría transformar en una sociedad obesa”, apuntó el especialista.
A su turno, Virginia Ramallo, doctora en Ciencias Naturales e investigadora adjunta del CONICET, quien se desempeña en el campo de la antropología biológica, aportó: “El uso del celular o las computadoras nos obligan a posturas incómodas. Como se usan masivamente, hay mucha atención en las consecuencias que podría tener para nuestra biología. El síndrome del túnel carpiano es una de ellas”. “Si hay una presión continua en el nervio mediano de la muñeca por realizar durante muchas horas el mismo rango acotado de movimientos, usando un mouse o el teclado, por ejemplo, el nervio se inflama, perdiendo sensibilidad en el dedo pulgar o en la palma de la mano”, señaló a Infobae.
“Este problema de salud afecta a un individuo o grupo de individuos que están expuestos a las mismas condiciones, pero no se hereda a la siguiente generación. Mencioné el uso continuo de mouse o teclado pero el síndrome también puede producirse por tocar un instrumento o manejar maquinaria pesada. En mi opinión, tendemos a invisibilizar la demanda física que tienen múltiples empleos o profesiones porque las condiciones laborales en esos campos económicos no han cambiado mucho desde la Revolución Industrial hasta hoy. Pensemos en la construcción, la pesca, la cosecha de determinados cultivos”, destacó Ramallo, en segundo término.
Y aclaró: “La morfología de nuestra especie es plástica, dinámica y responde a las presiones del ambiente, que incluye a las tecnologías que creamos. El ritmo cada vez más acelerado de los desarrollos informáticos abre muchas posibilidades y para estudiar su impacto, si genera cambios y si estos cambios son heredados o no, debemos comenzar por el primer paso: reunir datos, generar información y comparar”.
Analizar el pasado para diagramar el futuro
¿Cómo trabajan los profesionales como Delgado y Ramallo para llegar a conclusiones de este tipo? En líneas generales, sus investigaciones apuntan al pasado para comprender el presente y delinear, por qué no, un futuro hipotético.
“La antropología es el estudio de las comunidades humanas. En Argentina, utilizamos el término antropología biológica cuando se enfoca en los aspectos biológicos de esta particular especie animal que somos. Abordamos una diversidad de temáticas desde análisis genéticos o forenses, crecimiento y desarrollo en la infancia o alimentación, salud y calidad de vida en poblaciones pasadas y presentes”, explicó Ramallo.
“Una de las preguntas centrales ha sido entender el proceso de la evolución humana, el por qué de las diferencias entre las poblacionales pero también dentro de ellas, entre una persona y otra. En estos fenómenos interactúan factores ecológicos, biológicos y socioculturales. A lo largo de milenios, la humanidad ha ocupado casi todos los ambientes del planeta, adaptándose a ellos y modificándolos, produciendo cambios visibles y heredables”, profundizó la investigadora.
Mientras que Delgado planteó: “Trabajamos con personas actuales, pero el tema evolutivo se aborda de diferentes formas. Me enfoco en fósiles humanos o en fósiles de ancestros humanos. Se recopilan datos morfológicos de personas actuales y al mismo tiempo ADN, con marcadores bastante detallados. Uno de los objetivos es entender la arquitectura genética. Buscamos carga genética y también ancestría, es decir el componente genético diferencial de algunas personas actuales”.
“Lo que hacemos es caracterizar distintos tipos de información morfológica, como por ejemplo medidas, rasgos, modelos 3D de caras y dientes, y con eso hacemos el cruce con datos genéticos e investigamos qué ocurrió y por qué las personas lucen de una forma u otra y cómo la parte genética influye en los marcadores o no, o si hay un indicador específico a nivel poblacional. Con esto y los avances tecnológicos podemos hacer inferencias sobre el pasado de las poblaciones”, completó Delgado.
Cómo estos cambios impactarán en la salud
Como se ve, la tecnología -y el estilo de vida que conlleva- podría modificar la morfología de los humanos. No obstante, las consecuencias en la salud del uso excesivo de dispositivos electrónicos es directa y puede repercutir en el presente.
Así lo describió en diálogo con Infobae Ramiro Heredia, médico clínico del departamento de Medicina Interna del Hospital de Clínicas José de San Martín. “En promedio, estamos de 2 a 4 horas al día con la cabeza inclinada, leyendo y enviando mensajes de texto en teléfonos inteligentes y otros dispositivos. Datos científicos recientes muestran que el uso de las nuevas tecnologías está induciendo un cambio en la prevalencia de dolor de cuello en todas las edades. A medida que se inclina la cabeza, la presión sobre la columna vertebral aumenta drásticamente, así como la presión sobre el cuello. A más inclinación, más presión”, dijo Heredia.
Y explicó que la “presión directa sobre el cuello, los hombros y las articulaciones puede causar lo que algunos llaman ‘síndrome del cuello de texto’ (en inglés, ‘text neck syndrome’). Esta es una patología emergente del siglo XXI, y se refiere a la aparición de la degeneración de la columna cervical, que resulta del estrés repetido por la flexión frecuente de la cabeza hacia adelante, mientras miramos las pantallas de los dispositivos móviles y enviamos mensajes de texto durante largos períodos de tiempo”.
“Por la noche, en particular luego de que cae el sol, la luz azul de algunos dispositivos hace que nuestro cerebro perciba como si todavía estuviéramos de día, ya que suprime la secreción de melatonina, la hormona del sueño, y altera nuestro ritmo circadiano de sueño-vigilia (dormir y estar despierto). La luz azul, o el efecto luz azul, se relaciona con todos estos cambios en nuestra fisiología normal, que tiene que ver con nuestro reposo nocturno. Ir a dormir con el celular en la mano, ‘escrolear’ la pantalla, contestar mensajes y postear, hasta segundos antes de cerrar los ojos, no es el mejor camino para un buen descanso nocturno”, cerró Heredia.
Los humanos en el año 3000
Justamente en lo que respecta al uso del celular, una investigación publicada por Toll Free Forwarding recogió diversos análisis realizados sobre cómo va a modificarse el cuerpo humano con el paso del tiempo, dejando un hipotético escenario para el año 3000.
“Para darnos cuenta completamente del impacto que la tecnología cotidiana tiene sobre nosotros, buscamos investigaciones científicas y opiniones de expertos sobre el tema, antes de trabajar con un diseñador 3D para crear un humano del futuro cuyo cuerpo haya cambiado físicamente debido al uso constante de teléfonos inteligentes, ordenadores portátiles y otra tecnología”, detallaron en la publicación.
“Se ha demostrado que ajustar constantemente nuestra posición para mirar hacia abajo a nuestro teléfono o hacia arriba en la pantalla de nuestra oficina tensa partes de nuestro cuerpo que determinan nuestra postura”, sumaron. Y postularon que los humanos podrían tener las manos como garras, el codo en 90°, el cuello más grueso, más cráneo y menos cerebro.
“El diseño y los hábitos típicos de los usuarios de los objetos tecnológicos modernos, como los teléfonos inteligentes y los monitores de ordenador, tienen un impacto significativo en la forma en que nos sentamos y estamos de pie”, aseguraron los expertos.
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