Cuando una pareja se separa y vuelve a entablar una nueva relación y convivir con los hijos de ambos -a los que pueden sumarse luego otros en común- aquello de “hogar dulce hogar” puede resultar una utopía durante los primeros tiempos. Es que conciliar costumbres, hábitos y hasta estilos de vida y de crianza, es todo un desafío para los adultos que deciden apostar a la vida en familia después de un divorcio.
Y si bien es esperable que, como suele pasar, la vida ponga las cosas en su lugar y la armonía reine en esos hogares al cabo de un tiempo, llegada la adolescencia de los hijos (los propios, los ajenos, los concebidos en común) un nuevo reto se hace presente: el de convivir con jóvenes ávidos de espacio personal y libertades, que además suelen ser poco cuidados del orden y las normas. Y que, como si fuera poco, provienen de diferentes madres y padres, con todo lo que eso implica.
Claro está que para que el “ensamble” funcione, el papel de los adultos será clave.
¿Cuáles son los principales retos que deben afrontar? Para la médica psiquiatra infantojuvenil y directora del Departamento Infantojuvenil de Ineco, Andrea Abadi (MN 76.165), “el primer reto al que se enfrenta una familia ensamblada es el de abandonar el status de pareja para convertirse en un nuevo grupo conviviente”.
Las familias ensambladas se forman, en general, a partir de la conformación de una pareja que tiene hijos de relaciones anteriores y que, a veces, tiene incluso hijos en común. “En ese sentido, el primer paso que se da es el de pasar de ser una pareja sin obligaciones familiares a estar a cargo de la cotidianeidad de la vida familiar, con todas las rispideces y los roces que pueden generarse dentro de cualquier familia y, más aún, si se trata de una ensamblada”, analizó a Infobae.
En su opinión: “Otro de los problemas que suele surgir es el que se desencadena cuando los padres biológicos de un chico, ya separados, tienen mala relación y esto puede llevar a que el padre con el cual convive forme una especie de alianza con su nuevo conviviente y que se potencie el enojo que tiene con su ex pareja. Esta situación provoca que, de alguna manera, los chicos queden en el medio y observen situaciones que a veces puede que no resulten saludables para ellos, dado que se está hablando de su otro progenitor, el cual se encuentra fuera de ese hogar. Esto lleva a que, en muchas ocasiones, se genere una gran ambivalencia en los hijos en relación con la nueva pareja conviviente de su padre o madre”.
A su turno, la licenciada en Psicología de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Josefina Saiz Finzi (MN 2038) agregó que “el reto es no tomar la generalidad del término familia ensamblada como conjunto, sino pensar y comprender la singularidad de cada grupo familiar en particular. Ese reconocimiento profundo de quienes componen la familia, de qué historias provienen, cómo piensan o actúan conforma el principio para entender la dinámica que se da entre padres e hijos, sean éstos propios de la pareja o de otros padres”.
Con ella coincidió la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44.247), quien trabaja con adolescentes, adultos y orientación a padres, para quien “hay tantas variables y posibilidades como familias, en el sentido de que habrá aquellas en las que un solo miembro de la nueva pareja tenga algún hijo, que ambos lo tengan, que alguno tenga y luego tengan hijos en común, así como también el contexto del o los hijos, cuyos otros padres pueden o no a su vez armado otra pareja, si tienen vínculo presente, si murió, etc”.
“También tendríamos que tener en cuenta el vínculo de una hija mujer con la nueva novia del padre, que será diferente al de un hijo varón -ahondó-. Cada situación siempre será particular y singular, y habrá que tener en cuenta la historia de esa familia y de los integrantes que la componen”.
- ¿De qué manera la llegada de la adolescencia puede complicar la convivencia en las familias ensambladas?
- Abadi: La llegada de la adolescencia vuelve más compleja la convivencia tanto de las familias ensambladas como de las no ensambladas. Se trata de una etapa en la cual existen grandes desafíos a la autoridad, lo cual forma parte del proceso de autonomía a la cual se enfrenta el joven en ese momento de la vida. Por ende, es común que aparezcan cuestiones en las cuales el adolescente manifieste que la pareja de su progenitor no tiene la autoridad para ponerle límites. Si esto de por sí sucede con quien uno convive desde hace ya varios años, ocurre aún más cuando hace poco tiempo que se realizó la unión. En esos casos, además, puede que no necesariamente se coincida con respecto a las pautas de crianza, y que se tengan ideas incluso completamente opuestas entre las personas que conforman la familia ensamblada.
Resulta más sencillo detectar un problema para la nueva pareja del padre o madre de un chico o chica, que para quien debe educar a su propio hijo, o hija, ya que puede que se tenga otra visión sobre el mismo acontecimiento. El problema allí radica en que puede que se comiencen a generar discusiones o situaciones de desautorización de uno sobre otro que no necesariamente llevarán a tener una mejora en el vínculo o en la convivencia familiar.
- Sainz Finzi: Las adolescencias son complejas en todas las familias sean ensambladas o no , ya que es una etapa donde se actúan los deseos sin mediar las reflexiones o el tener en cuenta que piensan los padres. La rivalidad, los celos entre los hijos, quién es mas hijo, cuales son los derechos, son parte del reconocimiento afectivo que agrega valor a la familia.
Se pueden crear vínculos de confianza y cooperación sin hacer diferencias entre hijos propios o ajenos, reconociendo que establecer límites tiene que ver con el cuidado de toda la familia.
- Ruda: Cuando los hijos son chicos es diferente a cuando ya entran en la adolescencia, pues el adolescente ya se expresa, va al choque, incluso puede buscar pleito o puede traer situaciones al hogar en las que el que no es padre o madre de ese hijo no sabe qué hacer.
Es importante más allá de cada caso particular que siempre exista el diálogo entre la pareja para habilitar o no al otro a intervenir, como así también hasta dónde hacerlo .
El rol del hijo adolescente en el ensamble dependerá también de si este vínculo se inicia en esta etapa o si ya viene de antes. En general, si fueron creciendo juntos llegan a esta etapa con más confianza y hasta hay vínculos de mucha complicidad en este momento, ya que hay confianza pero no son la madre o el padre con lo cual a veces son confidentes. Si el vínculo se fue gestando conflictivo llega a esta etapa con lo peor y habrá mucho trabajo por hacer.
Mientras que si el ensamble llega cuando los hijos de la pareja son adolescentes, en este momento habrá que ver cómo sienten esta nueva situación y cómo la viven para pensar cómo será el vínculo. Entendemos que el adolescente ya está de duelo solo por la etapa en la que está ya que sus cambios físicos, hormonales, el amor y desamor, crecer y lo que implica ya lo tiene movilizado. Si en este momento, además, su mamá o papá hacen pareja nueva y quizá con más hijos puede ser que cueste un poco, pero también puede ser que no.
Lo que sí podemos afirmar es que a veces hay que trabajar los vínculos ya que no siempre fluyen naturalmente y en esos sentimientos que no se dicen se expresa muchas veces los enojos que se tienen y que seguro no sean con esa persona nueva en particular pero es donde mejor se los puede proyectar.
Cómo poner límites cuando los hijos no son propios
“Los problemas en la convivencia con hijos ajenos a la pareja pueden presentarse al no tener en cuenta que esos hijos también tienen sus padres, que deben ser reconocidos y escuchados, por lo tanto, es importante considerar su historia anterior”, comenzó a desarrollar en este punto Sainz Finzi, quien es especialista en crianza, niños, adolescentes y familia. Y agregó: “La crianza que los padres establecen transmite un modelo de familia; es la forma que une a los hijos en sus diferencias de origen, creando bases seguras de apego y sostén emocional”.
Consultada al respecto, Ruda consideró que “en el mejor de los casos, la función de la parte de la pareja que no es padre o madre de la criatura sería acompañar al otro en su rol”. Poder dar una opinión o sugerencia e incluso si conviven, expresar ciertas reglas que harían una convivencia más amena y en la que el padre o madre deberá transmitir al hijo apropiándose de estas normas como propias y como modos de vivir en este hogar”, destacó, al tiempo que remarcó que “es frecuente que cuando hay hijos de ambos sea todo un poco más caótico ya que quizá vienen de modos de crianza diferente”.
Aquí, la especialista insistió en “lo fundamental de la charla y tratar de llegar a acuerdos ya que en estos casos también habrá reglas que son iguales para todos los hijos más allá de quién sea el progenitor. En cada convivencia es posible establecer límites y reglas siempre y cuando esté claro que no lo hacemos marcando un lugar de poder sino para favorecer al vínculo y a la convivencia -aclaró-. Si se dio una situación de ensamble es porque esta persona con la que nos juntamos nos importa lo suficiente como para superar obstáculos y donde ceder podría ser entendido como parte de construir y no como renuncia”.
“No necesariamente hay que ser la madrastra mala ni tampoco la madrastra cómplice, y lo mismo vale para el padrastro, sino ir teniendo el vínculo que surge según cómo es cada uno pero, idealmente, siempre en pos de un vínculo ameno y llevadero”, agregó.
Para Abadi, “los límites que pueden llegar a marcarse en un vínculo de ese tipo, podrían ser aquellos que estén vinculados con la comodidad que se tenga o no en un hogar en el cual conviven varias personas, a pautas de entradas y salidas del hogar, orden, etc”. “Estratégicamente, para que el vínculo se desarrolle de la mejor manera posible, siempre es aconsejable que los límites los transmita el padre biológico, debido a que, frente al otro adulto conviviente, tiene más poder, y menos riesgo que la confrontación deje huellas vinculares difíciles de subsanar”, aconsejó.
Y tras asegurar que “se debe considerar que siempre, a la hora de plantear diversos temas de incomodidad o límites, primero se tiene que charlar entre los adultos y luego comunicárselo a los chicos”, la especialista de Ineco destacó que “por lo general, debe respetarse que si el padre biológico acuerda con su hijo sobre determinados asuntos, más allá que la pareja no esté de acuerdo, no se desautorice esa decisión”.
“Se pueden crear vínculos de confianza y cooperación sin hacer diferencias entre hijos propios o ajenos, reconociendo que establecer límites tiene que ver con el cuidado de toda la familia -aportó Sainz Finzi-. Los conflictos son inevitables y se los considera la oportunidad de revelar aquello que obstruye sentimientos de amor y necesidad de encuentros, se pueden resolver cambiando desesperanzas y recreando familias ensambladas que se entiendan”.
Recomendaciones finales para evitar conflictos
Para Ruda, el diálogo y la buena comunicación son elementos clave para una convivencia armoniosa, tanto en las ensambladas como en todas las familias. A lo que aconseja sumar una cuota no menor de empatía con los chicos. “Principalmente porque el niño o adolescente no eligió estar donde está y quizá se encuentre desilusionado, enojado o triste aún por la separación de sus padres y expresa su malestar de mil formas que no son mediante la palabra, generando situaciones incómodas, por eso es el adulto quien debe pensar qué le pasa con esta situación y cómo ayudar a que las cosas fluyan sin tomarse personal las actitudes de los menores -recomendó la especialista-. El adulto en cuestión es quien debe dialogar con la pareja y buscar -con el tiempo y sin forzar- la manera de mejorar el vínculo entre las partes para una mejor convivencia para todos”.
En este sentido, Abadi brindó algunos consejos para que sea la armonía, y no el caos, la regla en este tipo de familias:
- Acordar y charlar en qué escenarios participarán de manera conjunta los adultos convivientes.
- Fijar juntos qué situaciones quedarán a cargo del padre biológico y cuáles a cargo del padre no biológico.
- No tomar decisiones impulsivas que luego pueden cortar el vínculo con la pareja.
- Hacer pautas de convivencia que sean conocidas y consensuadas en conjunto
Sobre el cierre, Ruda compartió que escucha en el consultorio “versiones de hijos/as reclamando a sus padres que priorizaron su nueva pareja a su vínculo de, por ejemplo, madre/hija, como así también discursos de parejas ensambladas donde hay conflicto entre la nueva mujer del padre con la hija del mismo, o bien hijos varones tomando como referentes al nuevo marido de la madre más que a su propio padre o hijas que jamás se relacionan con las esposas nuevas de sus padres o al contrario, se hacen muy amigas”. “Hay muchos tipos singulares de ensambles y cada quien con su propia historia tendrá que resolver sus conflictos para priorizar tanto el vínculo entre padres e hijos, como así la relación que ese adulto eligió para ser feliz”, concluyó.
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