Cuando Josefina Oriozabala terminó el secundario se anotó en la universidad para seguir la carrera de psicología. Tenía 17 años y lo más parecido a un futuro cerca de la acrobacia eran algunas prácticas que hacía en el CeNARD, el lugar donde entrenaba gimnasia rítmica. 11 años después, algunas cosas cambiaron y otras no.
Es un miércoles de cielo gris de junio y aquí, dentro del área de ensayos de la carpa que Cirque Du Soleil tiene montada al borde del río en Capital Federal, no hay nada que se asemeje a una sala de análisis o un diván: es un espacio cerrado y algo reducido, pero soñado para cualquier bípedo que se precie de disfrutar el vértigo de saltar o estar colgado en el aire. Josefina camina como pez en el agua entre acróbatas de cuerpo escultural que practican una y otra vez su número, personal del staff que corre de un lado a otro con los últimos detalles de la organización y un grupo de costureras que avanza su trabajo con dedicación y a contra reloj, sobre trajes de colores y brillos.
Faltan solo horas para el estreno de “Bazzar”, el show con el que Cirque du Soleil vuelve al país luego de cinco años de ausencia. La fecha de estreno es el viernes 23 de junio en el predio Costanera Sur. Josefina es la única acróbata argentina de este show ecléctico, lleno de acrobacias, bailarines, luces y música, donde según contó a Infobae Franck Hanselman, director en la gira del show, la aclamada compañía tiene un norte con este espectáculo: retornar a sus orígenes ochentosos de sus comienzos.
En Bazzar se podrán ver distintas disciplinas como acarreo, balancín, bicicleta acrobática, contorsión, dúo de patines, cuerda aérea, dúo de trapecio y la suspensión de cabello que realiza Josefina, la única argentina. Son en total 33 artistas y músicos en vivo sobre el escenario procedente de 27 países .
“Nunca pensé que me iba a dedicar a esto. No sabía que era una opción en la vida, vengo de una familia que nada que ver: no hay artistas, ni nada. Entonces cuando terminé el colegio conocí a Flavio Mendoza, comencé a trabajar en el circo Servian y desde ese momento casi no paré. No me imaginé nunca que iba a ser mi carrera esta”, cuenta Josefina a Infobae.
Esta joven de 29 años y ojos clarísimos pensó que aquello sería una temporada, a lo sumo dos. Pero luego fueron tres, y cuatro, y cuando se quiso dar cuenta ya estaba metida al 100 por ciento en este mundo de fantasía que ama profundamente, y que la tiene desde hace unos años dentro del universo Cirque du Soleil.
“Flavio vio algo en mí, no sé que todavía porque era muy chica y apostó. Así que me agarró y me llevó a su circo y ahí comenzó mi carrera un poco de la mano suya”, cuenta con un dejo humildad Josegina quien fue parte también del show Stravaganza “Hicimos temporadas en Buenos Aires, Mar del Plata, Carlos Paz... Estuve como siete años trabajando con él. Después hice Mahatma y otros shows de él, así que un poco ahí comenzó todo”, cuenta.
Josefina rememora que hizo un poco de todo al lado de Mendoza. Siempre partiendo de la acrobacia aérea, también hubo lugar para la danza. “Flavio nos ha colgado de cualquier aparato habido y por haber que inventaba. Fue una gran escuela”, grafica.
Hasta que en 2016 llegó Bailando por un sueño, la factoría de Marcelo Tinelli donde fue pareja de varios concursantes, entre ellos Agustín Casanova y Lisardo Ponce. Aquellos años fueron de mucha exposición para ella. Yo siempre digo cuando uno está en el Bailando y cuando se abre la pantalla es todo sorpresa. Y eso siempre me costó. Nunca me gustó el perfil alto y la exposición”, señala.
Acrobacia por un sueño
En 2018 Josefina viajó a Brasil para realizar una audición porque el Cirque du Soliel las hace solo en determinados países de Sudamérica. “Como estamos relativamente cerca, fui y me la jugué. Fui sin expectativa. Ahí me seleccionaron y en 2019 tuve mi primer contrato para un show hasta que llegó la pandemia”, cuenta.
Si entrar al circo de Flavio Mendoza fue algo exigente, las audiciones del Cirque du Soleil resultaron por demás exigentes. “Fue la más difícil que me tocó hacer en mi vida”, confiesa.
—¿Por qué?
—Fueron dos días. El primero te presentas con un numero que vos elegís y ahí hay un primer filtro grande, en donde dicen quién sigue el segundo día y quién no. El segundo día ya son muchas instancias diferentes de fuerza, flexibilidad, actuación, baile y es todo el día. En cada instancia va quedando gente en el camino hasta que se llega a la ultima instancia y te dicen: “son ustedes”.
—¿Te tenías fe?, ¿pensabas que ibas a quedar?
—¡Nada de fe! Audicionaron como 150 personas porque ya había en una preselección online, no es que cualquiera puede ir. Quedaron 15 seleccionados de esos 150 de toda Sudamérica. Yo no lo podía creer, ¡nunca pensé que iba a quedar ahí seleccionada! Arranqué en 2019 hasta la pandemia. Ahí frenamos y luego el show en el que yo estaba no volvió a abrir. Me volvieron a llamar ahora, 3 años después. Fue una gran sorpresa.
Josefina está terminando la gira de Sudamérica en Argentina. De ahí se va para Estados Unidos, donde continuará con esta compañía que fue fundada en 1984 por Gilles Ste-Croix y Guy Laliberté.
¿Qué es exactamente lo que esta mujer hace con su pelo? Se trata de una disciplina que se llama suspensión capilar y es un cuadro que sucede al final del show. “Literalmente me cuelgo del pelo a una altura creo de 8, 10 metros. Me cuelgo con un peinado en el que el rodete está atado de una manera especifica a una argolla con unas cuerdas que acompañan. Yo me cuelgo de la argolla que está agarrado de mí pelo.
—¿Cuánto tiempo estas colgada del pelo?
—Son cinco minutos más o menos de suspensión capilar.
—¿Tenes que tener algún cuidado especifico del pelo para hacer esto?
—No es nada de otro mundo, pero sí hay que saber algunas cosas. Uso shampoo especial, acondicionador especial, cremas especiales. No te puedes lavar el pelo todos los días, no te puedes teñir.
Alguien le recuerda que tiene que hacer más notas de prensa por la tarde y que es la hora de su almuerzo. Afuera está empezando a lloviznar pero en este, el Circo del Sol, parece como si a nadie le importara o diese cuenta. En frente suyo dos jóvenes saltan bien alto sobre un sube y baja que oficia de trampolín en el que rebotan: se impulsan cada vez que uno cae, en una postal vertiginosa que cuesta sacarle los ojos de encima.
Josefina dice que sus padres aún no lo pueden creer. “Para ellos esto es ver cómo yo confié en mi misma y tuve la fuerza de seguir. Y en un punto logré algunos objetivos que me puse. Para ellos es un orgullo grande. Haber demostrado que se puede. Para mí también los es”, suelta coqueta mientas se acomoda el pelo.
Algunas cosas han cambiado —decíamos— y otras no. Como su deseo de recibirse algún día. Por eso, ante la pregunta quizás mal planteada de si fantasía con volver a la carrera, Josefina sorprende antes de meterse tras una cortina de la carpa es: “¡Estoy estudiando psicología ahora!