Qué es el síndrome de la mala madre y cómo afecta la crianza de los hijos

Si bien no se trata de un diagnóstico clínico oficial, muchas mujeres dicen padecerlo. De qué manera las exigencias de la vida actual condicionan a la maternidad. Especialistas analizaron el peso de la mirada ajena, la culpa y la relación con la propia madre como disparadores de este sentimiento

Para los especialistas, cada mujer deberá preguntarse qué es una buena madre para ella y no si se cumple con lo que se espera socialmente (Getty)

El “fantasma” de la mala madre nace casi al mismo tiempo que los hijos. Si el parto es natural o por cesárea, si el bebé se alimenta con lactancia materna exclusiva o necesita mamadera, si se lo pasa a su cuarto en el tiempo “esperable” o se adapta al jardín igual que sus compañeros. Todo hace que la mujer ponga en duda su rol como madre, y se plantee -varias veces al día, los siete días de la semana- si lo podría estar haciendo mejor.

Luego vendrán temas como procurarles una alimentación variada y saludable, poder compartir tiempo con ellos (pero tiempo de calidad, eh), acordarse de revisar cuadernos, chequear que tengan los útiles en orden, reponer la ropa que les quedó chica, sacar turno para los controles médicos, …..y la lista podría seguir indefinidamente.

Sucede que, en el medio, el rol de la mujer en la sociedad cambió. Y con él, lo que se espera de ella en otros ámbitos de la vida, como el laboral y el social. Y ahí está otra vez “la mala madre” al acecho para marcar que algo falta para ser la madre que nuestro hijo necesita.

“A lo largo del tiempo, el concepto de ‘buena madre’ fue mutando de significado. No muchos años atrás, la figura de buena madre coincidía con la de madre abnegada, que ponía en prioridad el rol materno en detrimento de otros en los que tal vez previamente se veía inmersa”. Así comenzó a analizar para Infobae la licenciada en Psicología Carolina Bermúdez (MN 56851 - MP 73496), miembro del Departamento Infanto Juvenil de Ineco.

Cuantas más responsabilidades laborales tenga una mujer, mayor será el tiempo que pase ya sea en el trabajo o en otros ámbitos diferentes al del hogar y la maternidad (Getty)

Para la especialista en la atención de niños y adolescentes, “en función de los cambios socioculturales y económicos y la puesta en valor del feminismo, es que el rol de la mujer que materna ha ido cambiando”. “Hoy gran parte de las madres no sólo cumplen ese rol sino que también tienen un trabajo remunerado (a veces por necesidad, otras por necesidad y opción), son amigas, pareja, hijas, tienen hobbies, desean espacios de disfrute con y sin hijos y son dueñas de elegir su destino -señaló-. Sin embargo, la mirada social ante estas expresiones de cambio en el rol materno ha ido generando que las madres también sientan culpa por ser deseantes de, por ejemplo, tener espacios de goce sin hijos, elegir trabajar en lo que les gusta a tiempo completo o simplemente buscar descansar sin estar pendientes del cuidado constante”.

En la misma línea opinó la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247), para quien “durante siglos se han mantenido estereotipos en relación a la maternidad, y en general siempre con la maternidad como la finalidad de la existencia de la vida de una mujer”. “Estas tradiciones calan fuerte en el imaginario social y las mujeres casi no teníamos (y recién ahora un poco) la posibilidad de preguntarnos sobre nuestro deseo de ser madres más allá del mandato social”, ahondó, y agregó: “En estos estereotipos, la ‘buena madre’ siempre se sacrificaba por los hijos e hijas. Sus deseos y anhelos eran postergados y se anteponían las necesidades de los hijos a las de las mujeres madres”.

Y tras considerar que “hoy con las mujeres trabajadoras y profesionales algo de esto cambia”, Ruda reconoció que “no todo”. Y es tal vez ahí donde surge la culpa. “Hoy tenemos que cuidar a nuestros hijos e hijas igual que antes, desarrollarnos profesionalmente como se desarrollaban los hombres antes (pero ellos sin ocuparse de la casa ni de los hijos ya que de eso se ocupaban las mujeres) -observó-. Además, se nos suman los mandatos de compartir tiempo en familia, ser cocineras creativas todos los días, estar divinas, tener una vida social activa, ‘cuidar a nuestra pareja’, que implica desear tener relaciones sexuales con frecuencia y, como si fuera poco, hacer todo con una sonrisa. Siempre”.

Para Ruda, "la maternidad debería ser deseada y no por mandato, pero aún así no es todo lo que una mujer es" (Getty)

En este contexto es que aflora este mal al que por estos tiempos se le pone nombre: el síndrome de la mala madre.

“Si bien el término ‘síndrome de mala madre’ no es un diagnóstico clínico oficial, muchas madres comentan padecerlo. Y se refiere a una condición en la cual una madre tiene la creencia de que no es capaz de satisfacer las necesidades de sus hijos, cumplir con las responsabilidades y roles que debe asumir para ser una ‘buena madre’. La misma va acompañada de diversos sentimientos de culpa y ansiedad, además de falta de confianza en sus habilidades de crianza como madre”. El que opina es el licenciado en Psicología Alexis Alderete (MP 85367), quien destacó que “algunas mujeres pueden sentirse malas madres por diversas razones durante la maternidad, como por no poder cumplir con los estándares que la sociedad impone a lo que debe ser una ‘buena madre’, la falta de confianza en las habilidades de crianza, la comparación con otras madres, la culpa por no poder estar presente todo el tiempo para sus hijos”.

¿Todas las madres, en algún momento, se sentirán “mala madre”?

Bermúdez: "No muchos años atrás, la figura de buena madre coincidía con la de madre abnegada" (Getty)

Para Ruda, “sentirse mala madre es lo más frecuente porque es muy difícil responder a todos esos mandatos, con lo cual, rápidamente todo se convierte en ‘obligación’”. “En ocasiones, nos cuesta disfrutar de estar con nuestros hijos, ya no sabemos qué hacer de comer y la sonrisa se borra con la vorágine cotidiana y los malabares que hacemos para trabajar tantas horas y llegar a todo”.

“Claro que muchas mujeres pueden delegar y que muchos hombres fueron incluyéndose en algunas de estas tareas, pero es innegable que sigue siendo desigual -opinó la especialista-. La carga mental es intransferible y por ahora sigue siendo tarea de las mujeres que, además, las más de las veces, administramos los hogares, las alacenas, las heladeras y la sesión de lavado de ropa”.

Con ella coincidió Bermúdez, quien recordó que “la labor materna es un trabajo no remunerado, por lo que esta condición podría presentarse tanto en madres que trabajan dentro como también fuera de su casa, ya que no sólo tiene que ver con tareas laborales sino también recreativas y de otros ámbitos que pueden disparar esta sensación de culpa y de ‘no llegar’”.

“Esta sensación, que puede ser casi constante, de no poder cumplir con todo lo socialmente esperado para el rol de madre, puede hacer que las mujeres se sientan en falta, ya sea en torno a sus hijos, como también en torno a otras esferas de su vida. Ese sentimiento de incompletud y de culpa puede generar angustia e incrementar el estrés materno”, agregó.

Proveer a los hijos una alimentación sana y variada es sólo uno de los mandatos que pesan en las espaldas de las madres (Getty)

Para Alderete, “aunque hoy en día también se habla del rol del padre en la crianza diaria de los hijos, aún se mantiene que las tareas y obligaciones de la crianza están netamente asociadas a la mujer, lo que se ve reflejado en la cotidianidad. Más allá de los espacios que haya ganado la mujer a través de los años”.

“El llamado síndrome de la madre puede presentarse en madres primerizas, madres solteras, madres que trabajan, madres que han tenido y aún no han podido resolver su mala relación con su propia madre, entre otras -analizó el especialista en trastornos de ansiedad de la Universidad del Salvador-. Los factores que contribuyen a esto pueden incluir la falta de apoyo emocional y cotidiano por parte de su pareja, la presión social, la historia personal y la crianza en la propia infancia. Suele afectar a mujeres que experimentan altos niveles de estrés, ansiedad y especialmente a aquellas que tienen una autoestima baja”.

Y tras asegurar que “también se visibiliza mucho en aquellas mujeres que relegan su maternidad por lograr el éxito profesional y empiezan a sentir la presión de su círculo para que sea madre”, destacó: “Las emociones de culpa y ansiedad que se visibilizan en estas situaciones pueden llegar a ser muy estresantes llevando en algunos casos a la depresión y otros problemas psicológicos. Esto puede afectar negativamente a la capacidad de la madre para cuidar de sus hijos, teniendo un impacto negativo en la relación entre ambos”.

- ¿Cuánto de la relación con la propia madre se pone en juego a la hora de criar a los hijos?

La relación con la propia madre es muchas veces uno de los disparadores de este sentimiento (Getty)

- Bermúdez: Esto va a depender de cada mujer y de cada vínculo en particular. Todas podemos trabajar y reflexionar sobre cómo fuimos criadas y hacia dónde queremos ir con la crianza de nuestros hijos.

La relación con nuestra madre, el tipo de apego que se genere, siempre va a marcar y a modelar nuestras experiencias relacionales posteriores, incluso con nuestros hijos. Si bien es un punto importante, una experiencia familiar negativa o traumática no necesariamente va a condicionar la experiencia maternal de una mujer, siempre y cuando esto pueda ser puesto de manifiesto o, en los casos que así lo requieran, abordado terapéuticamente.

- Ruda: Nuestros modelos fueron mujeres tratando de salir de viejos esquemas patriarcales pero que quedaron a medio camino, algunas. Esta generación está logrando tener esos momentos, enseñarles a nuestros hijos e hijas que el tiempo de ocio y disfrute es válido, que somos mucho más que madres, que amamos ser madres (no dudamos de eso), pero eso no implica querer estar todo el tiempo incondicionalmente para ellos en desmedro de nuestro propio desarrollo profesional, de nuestras ganas de ser amigas y tener planes divertidos o de querer salir en pareja sin hijos.

Si algo nos incomoda en esta transición será trabajado individualmente ya que no todas somos iguales y en cada historia y cada vínculo con la propia madre habrá puntos subjetivos que se pondrán en juego en nuestro modo de maternar: en lo que repetimos sin querer y en lo que repetimos queriendo, y también en lo que no queremos repetir. Y así encontraremos la manera propia y personal de ser “buenas madres“y estar contentas.

Ruda: "Muchas veces estamos con nuestros hijos y estamos mentalmente en otro lado" (Getty)

- Alderete: La relación que hayan tenido con su propia madre condiciona cómo se comporte cada mujer en su rol de madre, si tuvo una buena o mala relación, será clave, ya que cómo ella fue tratada de niña o adolescente, es lo que tiene aprendido de lo que quiere o no quiere ser con sus propios hijos para compensar la falta o los errores que se cometieron con ella.

La exigencia social por la crianza apunta directamente a las mujeres: se sienten responsables de que todo esté bajo control, incluso cuando esto no es realista o posible. También pueden sentir la responsabilidad de ser el principal apoyo emocional de sus hijos y de garantizar su felicidad y éxito.

Estas presiones sociales pueden generar estrés y ansiedad en las mujeres, las altas expectativas que se autoimponen, la falta de apoyo emocional y práctico pueden llegar a abrumarlas. Además, la presión para ser una buena madre puede contribuir a la culpabilidad y la autoexigencia en las mujeres, lo que puede llevar a sentimientos de fracaso constante.

El equilibrio es posible

La sociedad espera que las madres trabajen y sean productivas como antes de tener hijos, pero a su vez las "acusa" cuando no llegan a cumplir con el rol de madre abnegada (Getty)

A modo de mensaje final, Infobae consultó a los especialistas acerca de si es posible convivir en armonía en todas las esferas de la vida, esto es, ser “buena madre”, profesional, disfrutar de la vida social y del ocio y hacerlo sin culpa.

“En primer lugar, sería bueno desenraizar la idea de que una mujer que es buena madre es aquella que no realiza otra actividad más que maternar las 24 horas del día -destacó Bermúdez-. Como decía anteriormente, es un trabajo no remunerado que, como tal, cansa y estresa llegado un punto. Esto puede derivar en agotamiento y una disminución en el disfrute de ese rol y del pasar tiempo con los hijos”.

Para ella, “el equilibrio se da cuando una mujer siente que, además de ser madre, puede cumplir con los roles y actividades que ella se propone para su vida. Esto va a requerir una repartición de la carga mental y una red de apoyo segura”. “Asimismo, cabe aclarar que sería ideal contar con espacios en los cuales las mujeres que así lo quieren o necesitan por no disponer de red de apoyo, puedan acudir con sus hijos, tales como consultorios médicos, cafés, etc”.

Alderete sumó que “es muy importante que las madres aprendan a cuidarse a sí mismas y desarrollen la habilidad de saber expresar lo que están atravesando, pidiendo ayuda asertivamente. Además, para lograr su bienestar psicológico y emocional deben tomarse un tiempo para descansar y cuidar de sus propias necesidades y placeres. Al hacerlo, podrán mejorar su capacidad para cuidar de sus hijos y fortalecer la relación madre-hijo”.

“Durante siglos se han mantenido estereotipos en relación a la maternidad, y en general siempre con la maternidad como la finalidad de la existencia de la vida de una mujer” (Getty)

“Es importante ofrecer apoyo y tratamiento para que puedan desarrollar habilidades y recursos para mejorar su relación con sus hijos y ser una madre asertiva -agregó-. Entendiendo que es un proceso de constante aprendizaje en el cuál no hay algo que sea correcto para todo el mundo, sino que es un recorrido particular, que está atravesado por la historia personal, experiencias y errores que se vayan cometiendo a lo largo de los años”.

A su turno, Ruda consideró que “la maternidad es parte de la vida y debería ser deseada y no por mandato, pero aún así no es todo lo que una mujer es”. “Pueden convivir en armonía la madre, la amiga, la pareja y la profesional cuando buscamos momentos para compartir con nuestros hijos, mantenemos charlas con ellos, nos interesamos por sus cosas -aportó-. Lo importante no es esperarlos con la merienda hecha sino ocuparnos de su bienestar emocional y encontrar esos espacios de mimos, lo que llamamos tiempo de calidad que lejos está del tiempo cuantificable que estamos con ellos”.

El trabajo personal -para ella- está en preguntarse qué es una buena madre para cada una y no si se cumple con lo que se espera socialmente. “Poder visibilizar esta situaciones que atraviesa a todas las madres ayudará a que los mandatos sociales (que siempre los habrá) vayan deconstruyéndose en cada hogar. Lleva tiempo, pero nuestros hijos e hijas seguro ya tendrán modelos diferentes a los nuestros y podrán, al menos (lo que no es poco) cuestionar estos modelos y hacer algo diferente”.

Ser buena madre, parece, va más allá de prepararles la mochila o cenar con ellos todos los días. Y sin dudas será mejor madre cuanta más libertad para elegir tenga cada mujer y más plena se sienta en todos los ámbitos de su vida.

Seguir leyendo