Hasta hace poco tiempo, casi nadie hubiera imaginado que uno de los mejores vinos argentinos sería blanco. ¿Qué cambió en el país donde el tinto y la carne reinan? Obviamente los hábitos, al tiempo que se derribaron muchos mitos. Pero especialmente la calidad de los vinos blancos. Más difíciles de elaborar, por tratarse sólo del jugo de uva, sin participación del hollejo como en los tintos, y eso los hace más frágiles. Sin embargo, con las variedades adecuadas y, sobre todo, en las alturas ideales, las uvas maduran con una acidez tan firme que dan vinos con personalidad propia y longevidad.
El Chardonnay es el blanco más prestigioso del mundo, y aquí no es la excepción; pero son muy recientes los grandes exponentes. A fines de los 90´ eran concebidos a imagen y semejanza de los vinos californianos; densos, golosos, maduros y con mucha influencia del roble. Aunque el paradigma siempre fue la Borgoña francesa, con todas sus delicadas austeridades.
Hoy, para hacer los mejores Chardonnay se buscan parcelas especiales dentro de las viñas con suelos más profundos, donde las rocas predominen y el carbonato de calcio aporte lo suyo, reteniendo humead en el suelo y alimentando mejor a las raíces. Aprender a regar fue fundamental para darle a la planta sólo el agua que necesitaba. Y luego en bodega tocó animarse a dejar que el vino se expresara sin vestirlo demasiado.
Pueden fermentar en barricas, pero seguro serán usadas para evitar las notas del roble. También en piletas de cemento, sin miedo a la acción de la oxidación, porque los enólogos ya saben que esos colores amarronados que imparten miedo al inicio del proceso fermentativo, luego devienen en cristalinos y brillantes tonos amarillos cuando decantar naturalmente, manteniendo mejor la esencia del lugar que viene en las uvas.
Por otra parte, la Argentina pasó, en treinta años y sin escalas, de la vitivinicultura correctiva a la de precisión. Esto significa que se dejaron atrás los vinos masivos y a gran escala, y se puso el foco en lograr los mejores vinos posibles; esos que nacen en la viña. Por eso, los enólogos dicen que la calidad que no venga en la uva, en bodega no la pueden lograr, por más métodos sofisticados de elaboración y crianza que utilicen.
Esto significa una buena y una mala noticia para el consumidor. Por un lado, toda la información que permite la tecnología, en cuanto a clima y suelos, se está aplicando cada vez más para dar con la mejor expresión posible de cada cepaje, y en cada zona. Como los suelos son muy heterogéneos, en un mismo viñedo hay mucha diversidad, aunque se trate de la misma uva. Esto ha permitido detectar sectores que se comportan igual y vinificarlos (o micro-vinificarlos) por separado, con la menor intervención posible en bodega.
Esto además ha logrado fijar con mayor puntería el momento óptimo de cosecha, casi de cada planta. Porque hoy está claro que, si los suelos varían, también la absorción de agua, condicionando la evolución de los racimos y el vigor de cada vid. Pero la mala es que, por ahora, todos los vinos hijos de esta precisión llegan al mercado a precios altos. Y es lógico, ya que se trata de partidas limitadas. Lo más importante es que cada vez son más y que todas esas enseñanzas van a terminar, tarde o temprano, derramando en los demás vinos.
Todos estos hallazgos han permitido que hoy algunos Chardonnay estén entre los mejores vinos argentinos. Además, ya son varios los blancos de guarda y de alta gama que hay en el mercado. Vinos muy delicados e ideales para la buena mesa, como así también para guardar por muchos años. Y lo mejor, es que de a poco los límites se van ampliando hacia nuevos terruños, y también otras variedades asoman con posibilidades de consagrarse; incluso la Torrontés.
Actualmente en nuestro país hay menos de 6000 hectáreas de Chardonnay plantadas, lo que equivale a menos del 3% del viñedo total. Y si bien además es una de las dos uvas más importantes para la elaboración de vinos espumosos, sigue siendo la protagonista indiscutida de los mejores blancos nacionales. Y no solo por su prestigio internacional, sino por sus características y su capacidad de evolucionar en botella.
Un gran Chardonnay tiene que ser austero en sus expresiones, esto significa que no se lo debe asociar a una fruta, especia o hierba en particular, sino que su carácter debe ser un conjunto de atributos que muestren algo único, con una tensa frescura (dada por la acidez), buen volumen y trago tan equilibrado como profundo. Claro que puede tener matices como notas de crianza o de levaduras, pero mejor si salen sobre el final de boca.
Estos son tres Chardonnay de lujo, que reflejan el gran presente del varietal, pero también el potencial que tiene en suelos argentinos.
1- Salentein Single Vineyard Las Sequoias Chardonnay 2021
Bodega Salentein, San Pablo, Valle de Uco
El trabajo en este viñedo extremo que viene haciendo Pepe Galante y su equipo desde la cosecha 2019, es notable y se ve muy bien reflejado en este vino. Porque sus aromas son más austeros y a la vez más delicados, con leves dejos a levaduras que hablan de un gran trabajo sobre lías y de una crianza sumamente precisa y equilibrada. Además, su buen agarre aporta tensión y profundidad a cada trago, resaltando la frescura natural del lugar. Beber entre 2023 y 2028. Puntos: 93
2- María Carmen Chardonnay 2021
Bodegas Bianchi, San Rafael, Mendoza
La evolución de este gran blanco argentino es tan notoria que en 2022 fue el único vino argentino que se llevó el premio “Master” en The Global Chardonnay Masters, una de las competencias más importantes del mundo, organizada por The Drinks Business. Elaborado con uvas de una parcela distinta, con un alto componente de calcáreo, Silvio Alberto lo fue afinando de a poco desde su llegada a la bodega.
Este 2021 es amplio y de buen volumen, pero también ágil y austero en su carácter y con una frescura tensa que aporta profundidad y buen potencial de guarda. Beber entre 2023 y 2031. Puntos: 93
3- Adrianna Vino de Parcela Chardonnay White Bones 2020
Bodega Aleanna, Gualtallary, Valle de Uco
Este vino proviene de una parcela (2,2ha) tan estudiada (por Alejandro Vigil y Luis Reginato) como especial, por la presencia de “huesos blancos” que indican el alto contenido de calcáreo en el suelo. Desde hace algunos años en el viñedo como en la bodega se elabora con mucha precisión.
Es por ello que se refleja tanto el carácter del año cálido e las copas. Esto lo hace más austero en sus expresiones, pero a la vez le resta longevidad. De buen volumen y frescura, con sus dejos herbales sutiles en el final de boca., con algo de levaduras y toque de madurez. Beber entre 2023 y 2025. Puntos: 94,5
Seguir leyendo