Cada 20 de marzo se celebra el Día Mundial de la Felicidad, declarado por las Naciones Unidas como reconocimiento del importante papel que desempeña en la vida de las personas de todo el mundo.
Con esta efeméride, la Asamblea General de la ONU pretende poner en valor la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y destacar la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno.
En este contexto, no son pocas las personas que se preguntan acerca de qué es la felicidad y cómo se alcanza. ¿Es un estado permanente? ¿Son pequeños momentos? ¿Es una forma de ver la vida? ¿Por dónde se empieza?
En un intento por dar respuestas a ésas y otras preguntas, en 1938, al final de la Gran Depresión, científicos de la Universidad de Harvard comenzaron a rastrear la salud de 724 personas, entre las que había estudiantes de segundo año de Harvard y adolescentes de bajos ingresos en Boston con el objetivo de analizar en profundidad qué factores influyen en que una persona sea feliz y saludable.
85 años después, y en lo que se considera uno de los estudios más antiguos del mundo sobre la vida adulta y la felicidad humana, los investigadores cuentan con información personal detallada junto con una gran cantidad de datos de los participantes, incluidas muestras de ADN y escáneres cerebrales, que les dieron algunas pistas sobre cuál es el secreto para una vida feliz.
Robert Waldinger es el director actual del estudio y profesor de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard, y aseguró que “el hallazgo más sorprendente es que las relaciones y cuán felices son las personas en sus relaciones tienen una poderosa influencia en la salud”.
“Cuidar el cuerpo es importante, pero cuidar los vínculos es también una forma de autocuidado. Esa, creo, es la revelación”, aseguró en una reciente entrevista.
Las seis claves de la felicidad
1- Forjar relaciones saludables
El estudio de Harvard no es la única investigación en la que los científicos hallaron un vínculo entre la felicidad y la fuerza de los lazos.
Tener malas relaciones con la pareja, los amigos e incluso los compañeros de trabajo puede ser tan malo para la salud como fumar o la obesidad, según concluyó un reciente estudio.
Investigadores de la Universidad de Queensland, Australia, vieron que las mujeres de mediana edad que no logran tener conexiones sociales “satisfactorias” tienen más probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas en el futuro.
El trabajo “Satisfacción con las relaciones sociales y acumulación de enfermedades crónicas y multimorbilidad: una cohorte nacional de mujeres australianas” publicado en la revista General Psychiatry de BMJ concluyó que “la asociación fue tan fuerte que es comparable a factores de riesgo bien establecidos, como una dieta deficiente, la inactividad física, el tabaquismo y el consumo de alcohol”.
“Las conexiones sociales (por ejemplo, la satisfacción con las relaciones sociales) deben considerarse una prioridad de salud pública en la prevención e intervención de enfermedades crónicas”, destacaron los autores del trabajo.
2- Realizar actos de bondad
“Sé bueno”, así como suelen aconsejar las abuelas en la niñez, es otra de las causas de la felicidad.
Investigadores de la Universidad de Oxford descubrieron que los participantes que realizaron actos de bondad diarios durante una semana, como ayudar a un vecino, pagar la entrada al cine de alguien o escribir una tarjeta de agradecimiento, recibieron un “golpe” de felicidad, según un estudio publicado en 2019 en La Revista de Psicología Social.
Así, según descubrieron, ser amable también puede tener impactos medibles en el cuerpo. Además de estimular los neurotransmisores en el cerebro que hace que las personas se sientan bien, como la serotonina y la dopamina, los actos de bondad al azar también pueden reducir los niveles de la hormona del estrés cortisol.
3- Rodearse de personas felices
La investigación demostró que las emociones influyen en el entorno, incluida la felicidad. Los científicos descubrieron que aquellos que se asocian con personas alegres tienen un comportamiento más feliz y, como resultado, una mejor sensación de bienestar general, según un estudio longitudinal realizado durante 20 años en colaboración con el Framingham Heart Study.
Sería algo así como el famoso “si sos feliz soy feliz”. Es que los investigadores también vieron que los cambios en la felicidad individual pueden tener un efecto en cascada, extendiéndose a través de su red social como un contagio emocional, lo cual se traduce en que la alegría de una persona tiene el potencial de impulsar una reacción en cadena, beneficiando no solo a sus amigos sino también a los amigos de sus amigos y a los amigos de los amigos de sus amigos.
4- Tener una buena higiene del sueño
Dormir hace bien. Y esta no es solamente una frase obvia o hecha: descansar lo indicado puede ayudar a prevenir varias enfermedades crónicas, según comprobó la ciencia. Una gran cantidad de estudios científicos en los últimos años demostraron que no descansar lo suficiente puede provocar una serie de enfermedades que además son potencialmente mortales.
Aproximadamente uno de cada cuatro millones de personas nace con un gen que les permite prosperar con la mitad de esa cantidad de horas de sueño. Pero para la gran mayoría, dormir rutinariamente menos de seis o siete horas por noche destruye su sistema inmunológico y aumenta significativamente el riesgo de desarrollar numerosas formas de cáncer. Un estudio en 60.000 británicos de mediana edad y ancianos encontró que, aquellos que regularmente necesitan dormir siestas durante el día, tenían un 12% más de probabilidades de desarrollar presión arterial alta que sus pares.
5- Practicar la gratitud
Agradecer, agradecer y agradecer. Siempre hay más de un motivo por el que estar agradecido en la vida.
Y el concepto es más que una moda pasajera: dar gracias puede alterar la neuroquímica del cerebro, liberando los neurotransmisores serotonina y dopamina que mejoran el estado de ánimo.
Además, participar regularmente en una práctica de gratitud, como llevar un diario, en realidad puede fortalecer esas vías neuronales. Los científicos que estudiaron el bienestar psicológico descubrieron que practicar la gratitud de manera constante resultó en menos fatiga, menos días de enfermedad y una mayor satisfacción laboral, según un estudio realizado entre enfermeras y publicado en el International Journal of Workplace Health Management.
6- Sonreír más
Charles Darwin fue uno de los primeros en sugerir que las emociones podrían verse alteradas por la actividad de los músculos faciales, un concepto conocido como la hipótesis de la retroalimentación facial. Y una investigación reciente respalda la hipótesis de Darwin: científicos descubrieron que la mera acción de formar una sonrisa en los músculos faciales (incluso si no te sientes particularmente feliz) puede provocar emociones positivas y levantar el ánimo, según un estudio de 2020.
Otras investigaciones también respaldan este circuito de retroalimentación: investigadores de la Universidad de Cardiff en Gales descubrieron que las personas que recibieron inyecciones cosméticas de toxina botulínica, y por lo tanto tenían una capacidad limitada para fruncir el ceño, informaron ser más felices, en general, que aquellas que podían hacer muecas sin restricciones.
Todo comienza en las bases
La licenciada en Psicología Natalia Guerendiain hizo un alto en el tema para destacar cómo impacta en los seres humanos tener infancias “felices” para luego poder construir vidas plenas, relaciones sanas y poder tener un adecuado dominio de emociones.
Según la especialista, “la felicidad es un camino, una búsqueda; es gratitud: es alegrarse por los logros, por quienes somos. No existe un estado permanente de felicidad”.
Y en la búsqueda de esas infancias felices, señaló que “por sobre todas las cosas, los niños precisan amor incondicional, acompañamiento, sostén y conexión con un otro significativo”.
“Deben estar inmersos en un ambiente lo más armonioso posible y desenvolverse en un clima emocional estable -señaló-. Necesitan contar con una figura de apego seguro que los sostenga emocionalmente y tener a alguien en quien confiar para poder construir, a lo largo de sus vidas, relaciones sanas confiando en el mundo que los rodea. Así podrán explorar, aprender y tener una autoestima alta. Un niño con apego seguro tendrá mayores posibilidades de ser un adulto sano, que construya relaciones positivas con amigos, compañeros de trabajo, pareja, que explore el mundo que lo rodea”.
Por otro lado, Guerendiain destacó que “jugar es la actividad principal de un niño. Un niño que juega es un niño sano. El juego es la puerta de entrada a la creatividad y es sanador: a través de él aprenden y elaboran todo lo que les pasa, desde situaciones de crecimiento como dejar la teta o los pañales, hasta grandes cambios como mudanzas o la llegada de un hermanito”.
Luego, “otro aspecto a destacar, a partir de los tres años, es la sociabilización con sus pares; la importancia de tener amigos, de interactuar y compartir intereses similares con niños de la misma edad”. “Además, resulta fundamental que los adultos a cargo habiliten situaciones de aprendizaje: lectura de cuentos, tiempo para cantar y bailar, dibujar, pintar, etc -agregó-. Ofrecer experiencias desde el arte, como herramienta para explorar el mundo, es una gran idea para potenciar la creatividad y dar rienda suelta a la imaginación. Los niños son creativos e imaginativos de base; hay que dejarlos ser para potenciarlos”.
Por último, para la especialista. “es sustancial que se conecten con la naturaleza, que aprendan a disfrutar al aire libre, que puedan ensuciarse, correr, trepar, caerse, volver a empezar”.
Como se ve, la felicidad no es un hecho ni un estado permanente. Es una construcción, un trabajo de cada día. Y, en la niñez, es un trabajo conjunto entre el niño y el entorno que lo rodea.
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