Nuestro cerebro aprende constantemente de la retroalimentación de su entorno. Al llevar las ideas a la práctica, dejan de ser pensamientos “abstractos”, y las acciones nos brindan mayor detalle sobre cómo se ven en la vida real.
Esa información nos dará una pista acerca del nivel de impacto que podría tener la idea y nos permitirá testear si resuelve la necesidad o problemática que buscamos solucionar, a través de esa retroalimentación. “La manera de hacerlo es experimentando: probando una versión muy pequeña de la idea, para visualizar cuál podría ser el resultado”, explica Sofía Geyer, miembro del equipo de INECO Organizaciones.
Un ejemplo es la manera en que se diseñan las aplicaciones de celulares. Muchas veces se realiza un bosquejo de la imagen visual en papel, dibujando en donde irían el texto y los botones de navegación. Esos dibujos se le muestran a diferentes posibles usuarios para que ellos den una devolución sobre cómo les resultaría utilizar una aplicación con ese diseño.
Para entrenar el hábito de llevar las ideas a la práctica con rapidez es recomendable pensar estos ejercicios.
Con esta información, ajusta la preparación la próxima vez que utilices la nueva receta.
Identifica cuál sería ese primer pequeño paso, y llevalo rápido a la práctica. Intenta no caer en la “parálisis por análisis”, donde la rumiación no nos permite ir hacia la práctica. Sólo identifica el 1er paso y realizalo.
Puede ser la dificultad que percibís que podría tener el accionar esa idea, puede ser el miedo de fallar, o también el miedo a la mirada ajena: ya que las neurociencias han demostrado que la exclusión social y la reputación tienen un gran impacto en nosotros como seres humanos.
¿Cuál de todas estas causas podrían estar afectando, y qué podrías hacer para resolverlas?
Al haberla vendido, reflexiona sobre esa experiencia: ¿qué aprendiste?, ¿cómo lo podrías hacer mejor al vender las próximas 10 remeras?
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