Alrededor del acoso escolar no hay nada bueno. Nada para rescatar. Es sufriente para el que lo padece y su efecto nocivo se derrama como leche caliente hacia cada uno de los actores del ámbito educativo que directa o indirectamente participan de un hecho de violencia escolar. El bullying abarca todas las formas de acoso físico, verbal o social que los estudiantes cometen hacia uno o varios compañeros.
El bullying deja cicatrices. Una de las peores es su propia máscara: la subvaloración o infantilización del tema, hasta reducirlo a una frase muy peligrosa: es cosa de chicos. Y así quedan justamente los chicos: solos, desvalidos y sin herramientas críticas para encarar - y resolver- lo que les está pasando.
El dramático y triste hecho de las gemelas argentinas -Alana y Leila- de la localidad de Sallent, en Barcelona, que se precipitaron a los 12 años hacia el vacío, esta semana, desde un tercer piso pusieron le tema del acoso escolar al rojo vivo y en la agenda global. Y en esta parte del hemisferio con el inicio de las clases, todo recrudece.
El acoso y las violencias escolares (bullying) se han convertido en fenómenos psicosociales endémicos y globales, que habitan puertas adentro de las escuelas y que además ofrecen un criterio inverso a la teoría científica de la evolución biológica: éstas, involucionan.
Partiendo de la cosmovisión de que la violencia es fundamentalmente cultural -habita en las calles y por supuesto también dentro de las escuelas - en la actualidad existe evidencia entre los académicos acerca de que la violencia escolar impacta, no solo en la salud integral y la autoestima de la víctima (en el contexto escolar, el alumno) sino también —y de manera directa— en los aprendizajes colectivos del sistema educativo.
A este doloroso escenario se suma el efecto de la pos o peri pandemia que azotó al globo. Y el saldo ante tanta disrupción social es que la tecnología parece haber perfeccionado el acoso escolar, a través del ciberbullying, otra forma de hostigamiento que acontece en el universo virtual.
Consultado por Infobae, Alejandro Castro Santander, considerado el mayor experto en violencias escolares de la región, y director general del Observatorio de la Convivencia Escolar de la Universidad Católica de Cuyo, Mendoza, advirtió a Infobae que “lamentablemente, seguimos en una escuela vieja que no termina de cambiar y se aferra como única preocupación a la lengua, la matemática y la ciencia. Ningún logro académico se puede llevar a cabo si no somos capaces de crear un buen clima social escolar. Lo que nos boicotea esta tarea es la violencia en las aulas”.
Castro Santander es uno de los fundadores de la Alianza Anti Bullying (AAB), una coalición de organizaciones argentinas dedicadas a la prevención del bullying que se unieron en el 2022 con el objetivo de compartir proyectos afines para lograr una convivencia pacífica en las escuelas, uno de sus lemas es “la prevención tiene que empezar el primer dia de clases”.
La pregunta que aquí resuena es: ¿Qué pasa con la convivencia en mi escuela? ¿Conoce cada escuela su propio clima de convivencia? Las escuelas son muy distintas a otro tipo de organizaciones, pero también muy distintas entre sí. Los mejores programas para prevenir e intervenir estos fenómenos que boicotean el clima escolar y que afectan rendimiento y salud, no solo de la víctima sino de toda la escuela, saben que la respuesta debe ser educativa, compleja y perseverante.
Para Castro Santander, el fenómeno conocido como bullying es una forma de violencia escolar, que puede manifestarse de forma explícita pero que también aparece disfrazada o camuflada, escondiéndose detrás de comentarios, gestos y pequeñas acciones más difíciles de identificar. Su escenario principal es la escuela, ese refugio que todos consideramos seguro para que los niños aprendan y se desarrollen intelectualmente.
La abuela de las niñas aseguró que sus nietas eran víctimas de acoso escolar y que el colegio al que concurrían “no hizo nada” para contrarrestar el problema. El Instituto Llobregat de Sallent primero negó que sufrieran bullying las gemelas, pero la resonancia mundial que tomó el caso los obligó a cambiar sus dichos. Actualmente el colegio y todos los protagonistas-incluso la familia de la víctima- están en la mira de la investigación judicial que lleva adelante la justicia catalana. La abuela contó a la prensa que las gemelas eran hostigadas por su nacionalidad y su acento diferente al hablar. Una amiga de las niñas dio detalles del calvario que padecían a diario: “Las acosaban, las rodeaban, les pegaban y les decían cosas”, recordó .
Alana, la niña que murió, y su hermana Leila padecían distintas formas de acoso escolar por su condición de inmigrante y en el caso de Alana por la intención de emprender una transición sobre su identidad de género. “Desde que entraron se convirtieron en las nuevas. Como eran argentinas les decían todo el tiempo que se volvieran a su país. Cuando se cortó el pelo una de ellas la empezaron a molestar sobre su sexualidad”, declararon varios compañeros de las gemelas a la prensa española. En la escuela, a la que siempre retaban era a Alana. Incluso para castigarla llegaron a encerrarla en un aula muy fría a que le decíamos “el congelador”, declararon varios compañeros de las gemelas a la prensa española.
Por todo lo expuesto sobre las violencias escolares, identificar las señales a tiempo resulta crucial, y ahí cobran un papel relevante los adultos, tanto los protagonistas del ámbito educativo como los padres o cuidadores a cargo de los menores: “El bullying podría ser considerado como un emergente de la gran cantidad de conflictos que no se tratan y terminan en acoso. Debemos tratar tempranamente estos problemas”, señaló Castro Santander .
Desde el Observatorio de la Convivencia Escolar (UCC) señalaron que las aproximaciones diagnósticas al fenómeno de la violencia entre escolares indican que en los últimos 15 años entre un 20 y 25% de los alumnos le tiene miedo a un compañero. Una cifra que alarma y preocupa.
El avance y las distintas caras del hostigamiento escolar es una problemática que afecta a toda la región, en palabras de Castro Santander: “En América Latina tardamos más en hablar del bullying, un fenómeno de violencia entre escolares que tiene, desde la investigación, unos 50 años. En Argentina fue nuestro triste caso de Carmen de Patagones, el que nos inició tímidamente en los trabajos sobre este tipo de acoso. Pasaron casi 20 años y aún seguimos sin dar respuestas concretas, no sólo al hostigamiento, sino a los conflictos, las indisciplinas, la violencia esporádica, y por supuesto al emergente por el descuido de estas: el bullying”.
Esas respuestas a las que refiere Castro Santander deben ser dadas por los distintos actores: la escuela, gabinetes psicopedagógicos, docentes titulares y auxiliares, las familias desde la contención y el diálogo con los niños.
El bullying es violencia escolar y puede desencadenar trastornos de salud mental que terminan en tragedias evitables. “La mayoría de las personas que cometen suicidio tiene historia de padecer algún tipo de enfermedad mental, principalmente depresión. Además, existen condiciones que incrementan el riesgo de suicidio, antecedentes de maltrato y abuso infantil, el bullying, el consumo de sustancias tóxicas. Es importante atender a la presencia de los llamados estresores psicosociales que intervienen, particularmente en estos últimos tiempos, como la pandemia y particularmente, en nuestro medio, la crisis económica y la pobreza, entre otros”, precisó el doctor Ricardo Corral, médico psiquiatra y presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP).
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) alertó que el suicidio es un problema de salud pública y que el 90% de los casos se asocian a un trastorno mental. La agencia sanitaria de las Américas indicó que el suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años.
Al respecto, la doctora Andrea Otero, médica especialista en psicología clínica, y presidenta de la Asociación Colombiana de Psiquiatría, señaló que “la depresión está presente en más del 50% de los suicidios, y el riesgo es mayor si adicionalmente la persona sufre de ansiedad. Casi todas las enfermedades mentales aumentan el riesgo suicida, más del 10% de las personas con trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia, trastorno de personalidad limítrofe o trastorno de personalidad antisocial mueren por suicidio”.
Suicidio adolescente, en alerta
Para el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, existen ciertos comportamientos que pueden dar señales de que alguien atraviesa un momento de disrupcion emocional y puede rondarlo la idea del suicidio. La entidad sanitaria de norteamérica lo difunde, no para generar pánico, sino por el contrario para estar alerta y prevenir:
- Hablar sobre querer morirse, sentir una gran culpa o vergüenza, ser una carga para los demás.
- Sentirse vacío, sin esperanza, atrapado o sin razón para vivir; extremadamente triste, ansioso, agitado o lleno de ira; con un dolor insoportable, ya sea emocional o físico.
- Cambiar de comportamiento, como por ejemplo investigar formas de morir; alejarse de los amigos, hacer un testamento; hacer cosas muy arriesgadas como conducir con una rapidez extrema; mostrar cambios de humor extremos; comer o dormir demasiado o muy poco; consumir drogas o alcohol con más frecuencia.
El doctor Corral como presidente de la AAP afirmó que “también vemos un incremento de la tasa de suicidios en la adolescencia, existe el riesgo de conducta de suicidio por imitación. A raíz del suicidio de figuras famosas, particularmente de la música que ha visualizado al suicidio de manera ‘romántica’, lo que favorece que personas que están un poco inhibidas se animen a ejecutarlo. Por eso, es importante actuar psicoeducativamente mostrando y comunicando el dolor de los deudos y también desde las secuelas de los intentos fallidos, que los dejan con discapacidades significativas que les generan una vida de peor calidad”.
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