Con la metáfora del techo de cristal se intenta explicar y visibilizar los diferentes obstáculos que impiden a las mujeres llegar a lugares de poder y de decisión, en la mayoría de los ámbitos laborales y profesiones.
En los estudios de género, se denomina así a la limitación velada del ascenso laboral de las personas de sexo femenino dentro de las organizaciones. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales, difícil de traspasar y que les impide seguir avanzando. Es invisible porque en realidad no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres.
Sin embargo, poco se conoce acerca de las “escaleras rotas”, a pesar de que la gran mayoría de las mujeres lo padece o ha padecido en su carrera profesional. Se trata ni más ni menos de un concepto que se refiere a las interrupciones en las trayectorias de la vida laboral de las mujeres.
Es una de las tres categorías que identificó la ONU para explicar la brecha salarial y por qué no es igual el salario que perciben un hombre y una mujer por el mismo trabajo y los varones ganan más.
Fundamentalmente, se refiere a las mujeres que están tratando de subir una imaginaria escalera laboral pero, por ejemplo, luego de ser madres revierten su ascenso o no logran avanzar. Las escaleras rotas aparecen en mujeres que padecen dificultades para conciliar su trabajo fuera de casa con su trabajo doméstico y el trabajo de cuidado de los hijos.
O sea, en casi todas, si se tienen en cuenta los resultados de una encuesta dada a conocer durante la pandemia, según la que las mujeres -en relación a los varones- dedican casi dos horas por día más al cuidado de hijos/as, destinan cerca de una hora más a acompañar a hijos/as en sus tareas escolares y casi una hora más que los varones a cocinar y limpiar.
En total, las mujeres le dedican a las tareas de cuidado y domésticas no remuneradas, un promedio de diez horas y 24 minutos por día, mientras que los varones les destinan seis horas y 48 minutos. En los hogares con hijos/as menores de 12 años, las horas de cuidado alcanzan las 13 horas en el caso de las mujeres y nueve horas 24 minutos para los varones.
Y si bien la tendencia se presenta en la mayoría de los ámbitos laborales, llama la atención lo que sucede en la medicina, una carrera totalmente feminizada, en la que más del 70% de los alumnos en la carrera son mujeres, una vez recibidas, en los cargos directivos y de decisión en las entidades de salud las mujeres ocupan el 25%.
Veronica Schiavina es médica patóloga, y secretaria de Hacienda de Femeba, una de las federaciones médicas más importantes de la provincia de Buenos Aires, conformada por 111 entidades médicas y con presencia en 121 municipios.
Ocupa su cargo desde hace 20 años y es la primera -y la única- mujer en la mesa ejecutiva de la federación. Cuenta con una maestría en sistemas de salud, además de formación en coaching y liderazgo -una de las últimas capacitaciones la realizó en la Fundación Liderazgos y Organizaciones Responsables (Flor)-, y pese a eso,en diálogo con Infobae reconoció con pesar que “es muy baja la representatividad femenina en el Consejo Directivo de Femeba (menos del 15%)” y que “sólo 20% de las entidades médicas tienen presidentas mujeres”.
La suya no es una apreciación aislada: el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2018 da cuenta del fenómeno y destaca que “la exclusión o la subrepresentación de las mujeres distorsiona y sesga el desarrollo, ya que implica una diferenciación sistemática entre las oportunidades de las mujeres y los varones para expandir sus capacidades y decidir sobre sus propias trayectorias de vida”.
“En este contexto, el sector salud plantea interrogantes y desafíos particularmente relevantes por su incidencia en el conjunto de la población ocupada, por prestar uno de los servicios fundamentales para alcanzar el desarrollo sustentable y haber sido un sector históricamente feminizado -continúa el documento-. A estos factores se suma la transformación que ha experimentado la naturaleza de su feminización: desde una presencia mayoritaria de mujeres entre sus técnicos y operativos a una presencia también mayoritaria entre sus profesionales, impulsada por el aumento de mujeres médicas. En otras palabras, hoy el sector salud presenta un fenómeno de ‘feminización profesionalizada’, es decir un proceso que convergió en la participación mayoritaria de mujeres en el desempeño de ocupaciones que requieren (generalmente) como condición sine qua non estudios universitarios completos”.
Pese a esto, el trabajo plantea que no necesariamente la feminización profesionalizada se tradujo en una mejora en la inserción y condiciones de las trabajadoras de la salud, y en una mayor participación y representación en el sector. Tampoco facilitó el desarrollo de trayectorias laborales en áreas de especialización tradicionalmente masculinas, ni redujo las brechas de ingreso y el acceso a puestos directivos.
Para Schiavina, “dentro de la medicina hay especialidades netamente masculinas en las que es muy difícil hacer la residencia y trabajar, como las quirúrgicas o traumatología”. “La medicina siempre fue un ámbito más masculino porque se creía que el hombre tiene más control, más manejo de riesgo y mejores cualidades de liderazgo que las mujeres -analizó la médica-. En la actualidad, en varios estudios se vio que las mujeres tienen mejores herramientas para la comunicación y el liderazgo”.
“Además, la pluralidad enriquece a las instituciones; hay un sesgo de afinidad que se da en las mesas de decisiones”, consideró la entrevistada, para quien “si es una minoría la que piensa distinto siempre queda opacada”.
Y tras resaltar que en el ámbito de la medicina y la salud “se ve claramente el fenómeno de la escalera rota”, Schiavina resumió: “Abajo hay muchas mujeres pero al intentar subir los peldaños se encuentran con escalones averiados que dificultan su ascenso”.
Sobre estereotipos muy arraigados y cómo revertir el fenómeno
“Es muy complejo poder disminuir la brecha y dar oportunidades de crecimiento a las mujeres -analizó Schiavina-. Ahora hay una mayor apertura en muchos ámbitos, pero el cambio no se refleja aún en el sector de la salud”.
En otros países, según contó, “se debate si deben instalarse o no los cupos femeninos para lograr la tan necesaria paridad”. Pero ella cree que “hay otras maneras de alcanzarlo sin tener que imponerlo desde un cupo”. Y en ese sentido, amplió: “Son necesarias políticas que refuercen la posibilidad de carreras directivas para las mujeres, ser conscientes de que existe un techo para eliminarlo, pero tiene que ser un convencimiento y un trabajo a futuro”.
Consultada acerca de si el cambio que, muy de a poco, se viene dando en cada casa y que ubica a los hombres ya no en un rol secundario, por ejemplo, en la crianza de los hijos podría trasladarse a las esferas laborales de manera natural, la mujer observó: “Hay estereotipos muy arraigados en los que siempre existió inequidad en el cuidado de la familia y el hogar. Si madre y padre son dos trabajadores en relación de dependencia y un hijo se enferma o hay una reunión en el colegio, cae de maduro que la que se ausenta de su puesto es la mujer. Esa situación no igualitaria en la casa se mantuvo a lo largo de mucho tiempo y para que el cambio de mirada se lleve a lo laboral puede llevar décadas si en el medio no se visibiliza lo que sucede y se dan opciones de crecimiento a las mujeres”.
Schiavina resaltó que revertir esta situación requiere un gran esfuerzo de todas las partes. “Debemos esforzarnos, primero visibilizar lo que sucede y tomar conciencia para poder modificarlo, eliminar los prejuicios sobre lo que es la mujer en su carrera y darle posibilidades para que se capacite en liderazgo y conducción -enumeró-. Entender que la pluralidad enriquece y que es más saludable para las instituciones dar oportunidad a las mujeres, y empoderarlas a ellas para que formen redes de apoyo y sepan que pueden lograrlo”.
Para finalizar, el informe de PNUD refleja que “las brechas en el acceso a puestos de decisión son especialmente marcadas entre las y los médicos. Si bien aún no se ha sistematizado la información sobre cargos directivos a nivel nacional en instituciones hospitalarias, está disponible la información de la provincia de Buenos Aires, la jurisdicción con el mayor número de trabajadores del sector salud en el país”. “En el Ministerio de la Nación y los ministerios provinciales, las mujeres también son minoría en los cargos de mayor responsabilidad. Incluso entre las universidades, las principales carreras de Medicina están lideradas en su gran mayoría por varones”, continúa el documento, que destaca que “las asociaciones médicas y los gremios presentan un patrón similar, con una baja participación generalizada de mujeres. Los datos de la provincia de Buenos Aires son elocuentes: las mujeres solo ocupan el 25% de las direcciones ejecutivas en las instituciones hospitalarias. Es decir, menos de tres de cada diez cargos”.
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