Dicen que el nombre de esta provincia del norte argentino deriva de la palabra “sagta”, que significa hermoso en aimara, la lengua de los nativos y que hasta hoy se puede escuchar hablar en sus calles. No es de extrañar que, entonces, su apelativo popular sea “Salta, la linda”, como es conocida también la ciudad capital.
Soberbios los paisajes, linda su gente, hermosos los vestigios de una cultura ancestral que se expresa en su gente, en sus costumbres y en sus elementos. Todo es belleza.
Es posible hacer un rápido recorrido de un fin de semana largo, por ejemplo, y preparar una lista de lugares y experiencias a las cuales volver pronto. La propuesta para el primer día podría ser tomar la Ruta Nacional 51 y vivir la mágica experiencia de atravesar la puna salteña hasta el corazón de la precordillera de los Andes. Es algo que todo mortal debería disfrutar al menos una vez en la vida.
En la región de la Quebrada del Toro se puede visitar Santa Rosa de Tastil, un pequeño poblado a 75 km de Campo Quijano y a 106 km de la capital provincial. Es el lugar perfecto para una experiencia de turismo rural comunitario con los pobladores de la zona y hacer un taller gastronómico (la cazuela de cordero es un manjar de los dioses y ni es tan difícil de preparar).
Resuelto el almuerzo con esos sabores andinos que alimentan el alma, hay que subirse a una camioneta para continuar hasta Tolar Grande, atravesando el Abra de Alto. Es un camino que atraviesa salares, dunas fósiles y quebradas donde se puede avistar la fauna autóctona de la Puna.
Luego de llegar a Abra Chorrillos, el punto de ascenso más alto del día con sus 4.560 m.s.n.m, en pocos minutos se desciende 1.000 metros para continuar transitando por la inmensidad de los salares y volcanes. El punto siguiente de parada obligatoria es el colorido Desierto del Diablo, donde las siluetas montañosas y las luces y sombras del sol que parece jugar un rato antes de irse a dormir, quedan para siempre en las retinas.
Luego de pasar la primera noche en Tolar Grande, la propuesta para el segundo día es comenzar a 5km del pueblo en la reserva protegida Ojos de Mar, seis pequeñas lagunas de aguas turquesas que son cinco veces más saladas que el agua de mar. Descansar y jugar un rato en El Arenal puede ser el siguiente paso, hacer trekking o sandboard también es posible.
Estos páramos están ubicados frente a siete volcanes de la Cordillera de Los Andes: Llullaillaco, Socompa, Aracar, Guanaqueros, Pulares, Salin y Arizaro. En este inmenso paisaje lleno de silencio y luz, el viajero puede encontrar un momento para meditar y disfrutar de este universo mágico y único.
El Salar de Arizaro tiene 1.600 km2 y es considerado el más grande de Argentina y el tercero de América. Allí se encuentra el Cono de Arita, una llamativa formación de tipo volcánica. La zona es especialmente abundante en sal, mármol, hierro, cobre y ónix, y también es el hábitat del cóndor, símbolo de la Puna y de los Andes sudamericanos.
Luego de tres días en esta región soleada, alta y prístina, no se puede dejar la provincia de Salta sin visitar el Museo de Arqueología de Alta Montaña o MAAM. Inaugurado en el año 2004, tiene la misión primordial de crear un espacio para la conservación, investigación y difusión de los contextos culturales del mundo prehispánico, de la diversidad identitaria y la memoria colectiva.
Su colección principal fue descubierta en el año 1999 en la cima del volcán Llullaillaco, lugar sagrado donde hace más de quinientos años tres niños fueron entregados a los dioses en el contexto de la ceremonia incaica Capacocha.
El clima árido de la Puna, la altiplanicie surcada por la Cordillera de Los Andes, las opciones para hacer turismo aventura, observación de aves, turismo rural comunitario, turismo cultural, conforman apenas algunas de las múltiples propuestas de Salta “La linda”.