Hace treinta años que Teresa Bulgheroni disfruta de su gusto por el arte organizando e impulsando proyectos artísticos nacionales e internacionales, y colaborando con instituciones centrales de la escena cultural de Argentina y el mundo en torno a las artes visuales y la música. Y no es para menos, ya que en la actualidad se desempeña como presidente de la Fundación Malba e hizo una destacada gestión como presidente de la Fundación Teatro Colón. Además, trabajó como directora del Comité Cultural del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), como miembro del comité ejecutivo de la Fundación Espigas y de la Fundación TyPA, y del Comité Internacional de la Fundación arteba.
Participó como miembro de diferentes juntas directivas y comités internacionales de museos e instituciones culturales de Argentina y otros países como The Metropolitan Opera House (NY, 2003-2015), El Museo del Barrio (NY, 2010-2014), Venetian Heritage (2011-2019), BID Foundation (2011-2012), Museo del Prado (Madrid, desde 2016), Teatro Real de Madrid (desde 2016) y Centre Pompidou (París, desde 2022). Fue distinguida con la orden de “Officier des Arts et des Lettres”, otorgada por el ministerio de Cultura y Comunicaciones de Francia, por su labor en la difusión de la cultura de ese país y una condecoración del ministerio de Cultura de la Federación de Rusia.
Como gestora, organizó las exposiciones Vanguardia rusa (Centro Cultural Recoleta, 2001); Íconos en el Museo Histórico Kremlin de Moscú (CCR, 2000), Silver from the Argentine Museums (Armoury Museum del Kremlin, Moscú, 1998) y Arte Turkmenistan (1994), junto a diferentes eventos culturales como el Metropolitan Opera Argentine Ball (NY, 1998), Festival AmericArtes (Kennedy Center, 2002) representando a la Argentina, el Festival Martha Argerich (2002-2004), el Festival Mauricio Kagel (Teatro Colón, 2006) y el Recital del ISA/ Teatro Colón (Americas Society NY, 2007-2010).
Estuvo casada más de tres décadas con el empresario Carlos Bulgheroni, fallecido en 2016, y padre de su único hijo Marcos, CEO de Pan American Energy. Hoy, anhela que sus dos pequeñas nietas, Lucrecia y Lavinia, compartan su amor por el arte.
— ¿Quién es Teresa Bulgheroni?
— Fundamentalmente, Teresa Bulgheroni es una persona muy agradecida a Dios y a la vida. Es una persona a la que le importa mucho su familia. Tengo un hijo del cual estoy súper orgullosa (el empresario Marcos Bulgheroni). Una nuera (la escritora italiana Nunzia Locatelli) y dos nietas, Lucrecia y Lavinia, que son tres regalos del cielo. Es muy importante la familia pero también los amigos, que me han acompañado muchísimo en los momentos difíciles y con los cuales festejé con alegría los momentos lindos que me han tocado vivir. Además, tengo seis amigas desde los 7 años, cosa que es bastante rara.
— ¿Es importante la amistad?
— Para mí, es fundamental. No sería la que soy hoy sin el apoyo de mi familia y de mis amigos.
— ¿Dónde nació?
— En Buenos Aires, porque mi madre era muy alérgica, pero en ese momento mis padres vivían en Corrientes. De mis cuatro abuelos, tres eran correntinos, así que es una provincia a la cual me siento muy ligada sentimentalmente, aunque ahora no vaya mucho.
De muy bebita llegué a Corrientes, porque mi papá trabajaba en el estudio de mi abuelo. Cuando yo tenía seis meses, su padre murió, así que se vino para acá. Mi papa había estudiado abogacía en Buenos Aires, pero siempre siguió ligado a Corrientes. Durante muchos años fue senador nacional de esa provincia. Es un lugar del que tengo muy lindos recuerdos. Pasamos muchos veranos juntos.
— ¿De dónde viene su inclinación por el arte?
— La verdad es que en mi casa no se hablaba de arte. En la mesa, se hablaba de historia y de política. Mi relación con el arte fue algo que fui desarrollando sola, cuando empecé a viajar. Me encanta ir a los museos y así fui aprendiendo. Después empecé a estudiar. Tengo una anécdota que mi mamá siempre contaba. Mis padres tenían un amigo de toda la vida, que había estudiado con papá: el embajador Carlos Muñiz, creador del CARI, que es el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. Era una persona que sabía mucho de arte y los quería convencer para que Antonio Berni me hiciera un retrato. Desgraciadamente, no estaba a la altura de sus posibilidades así que nunca me lo hicieron, pero me hubiera gustado.
— ¿Le hubiera gustado?
— Sí, mucho. Lo gracioso es que nunca vi que mi madre se interesara por el arte. Era una gran lectora y, de repente, un día -ya cuando mi hermana y yo nos habíamos casado- empezó a pintar y llegó a tener una galería de arte. Estudiaba con (Eduardo) Mac Entyre y, con unas amigas, tuvo una galería en la casa que perteneció a Quinquela Martín, en La Boca. Hacía exposiciones... Fue una vocación tardía.
— Si el genio de la lámpara le concediera un don para el arte, ¿cuál elegiría?
— Me encantaría saber cantar. Me gusta la música y me encantaría poder cantar, pero soy un desastre (risas) Así que es algo en lo cual nunca incursioné.
—¿Y qué música le gusta?
— Me gusta la ópera. También es algo que surgió de grande. Cuando era joven me gustaba la música española. Aprendía sevillanas con unas amigas, pero eso era un hobbie.
— ¿Esa pasión por la ópera la llevó a ser presidente de la Fundación Teatro Colón?
— Sí. Nelly Arrieta de Blaquier fue mi mentora, a quien siempre admiré, y quien me ofreció ser presidente de la Fundación Teatro Colón. Estuve cinco años y fue una experiencia nueva, porque siempre había trabajado en empresas privadas, pero nunca en algo que dependiera del Estado. Fue un gran aprendizaje.
— ¿Y cómo fue su desembarco en Malba?. ¿Por qué Eduardo Costantini pensó en Ud?
— Estuve en el Malba como amiga, desde siempre. Después, cuando se creó el Comité de Adquisiciones, también pertenecí al Comité. Luego, me ofrecieron estar en el Board, y estoy en el Board. Y de ahí, hace dos años que Eduardo tuvo la idea de ofrecerme ser la presidente de la Fundación Malba. Y aquí estoy.
— Me quiere contar que sintió cuando vio a la obra de Frida Kahlo, “Diego y yo”, en el Malba
— Me emocionó cuando la vi por primera vez en vivo y en directo. Esa mirada, ese rostro de tristeza... Me parece que es una gran obra con mucha simbología. Además, me gusta la otra obra de Frida Kahlo, “Autorretrato con chango y loro”, que también pertenece al Malba.
La verdad es que quisiera hablar un poco de esta exposición, de Tercer Ojo, porque es algo que creo que no se va a volver a repetir, por lo menos en un futuro cercano. Eduardo Costantini ha hecho un gran esfuerzo en traer todos sus highlights de la Colección, porque donó casi 250 cuadros al Malba en el 2001. Ahora, el Museo tiene más de 700 y hace 20 años empezó a hacer su colección particular.
Entonces, este Tercer Ojo es el diálogo entre la colección del Malba y la colección personal de Eduardo Costantini. Creo que es un punto de inflexión porque es algo único. Es muy difícil que se vuelva a concretar. Por eso, uno de nuestros objetivos en este momento es que la mayor cantidad de gente pueda ver esta exposición.
— ¿Qué representa el arte en su vida?
— Soy de libra. Dicen que a los de libra nos gusta mucho la belleza, el arte... Somos sensibles. Y para mí, el arte es importante. Me gusta mucho aprender. Soy muy curiosa y el arte es algo que uno nunca termina de descubrir. Realmente, es una parte importante de mi vida. Sigo estudiando. Aparte, en los viajes uno aprende muchísimo.
Desde el inicio veo cómo se empiezan a definir las exposiciones y lo que cada equipo va trabajando. Luego, al final, cuando ves a la gente disfrutar de las exposiciones y de la obra, te da un gran placer.
— Ud visitó cientos de museos en el mundo, pero le quiero preguntar qué particularidad tiene el Malba respecto a ellos
— Aparte de su edificio, que es una estructura moderna que no ha perdido vigencia a lo largo de sus 21 años, la escala del Malba es muy linda porque uno la puede recorrer en un día. No es de esos museos enormes que tenés que decir “Bueno, voy a ver esta sección y esta parte” porque no se puede ver todo. En cambio, el Malba se puede recorrer en un día.
— ¿Cuáles son los dos museos que más le gustan?
— El Prado me parece que es uno de los museos más maravillosos de España. Es muy grande, así que siempre vas a descubrir algo nuevo, no solamente las exposiciones temporarias.
El segundo que elijo es el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Quizás, porque son los dos museos a los que voy más seguido. Pertenezco al Patronato Internacional del Museo del Prado, así que voy una vez por año. Uno aprende mucho yendo a estas reuniones. Son museos de otra dimensión, pero siempre se puede sacar algo en limpio para nuestro país.
— ¿Cuáles son los desafíos de su gestión?
— Por un lado, institucionalizar al Malba. Antes de la pandemia -y ahora estamos casi llegando ahí- el Museo se autofinanciaba en un 45/50% a través de la confitería, de la tienda, de los eventos, de las exposiciones, de las entradas, de las fundaciones de amigos... Fundamentalmente, el Malba es su comunidad. Queremos que cada vez haya mas gente, más familias y empresas que colaboren con el Malba porque buscamos la perdurabilidad del Museo.
No siempre vamos a estar dependiendo de su fundador, entonces la idea es que la comunidad entre al Malba, como empresas o individuos. Me gustaría que la gente del interior venga a ver las exposiciones. Algunas se pueden ver por la página web, porque después de la pandemia se ha convertido en un museo híbrido, mitad presencial y mitad virtual.
Si bien es muy conocido en Latinoamérica, en Estados Unidos, y en España, me gustaría que el Malba pueda tener relación con museos de su misma categoría en otras partes del mundo. Un sueño sería que una exposición del Malba vaya a Corea, por ejemplo. Japón, China... ¿por qué no?.
— Sé que le gusta ayudar a jóvenes artistas argentinos, ¿cómo se acerca a ellos?
— Me gusta apoyar al arte de mi país. Me acerco a través de un amigo, de las visitas a un taller o una exposición. Me gusta ir a las ferias de arte. Por ejemplo, el año pasado fuimos a ARCO (la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid) con arteba, e hicimos una recorrida por todas las galerías donde había artistas argentinos. Es fantástico poder ayudarlos de alguna manera.
— ¿Cómo ve posicionado al arte argentino en el mundo?
— Tenemos muy buenos artistas. Lamentablemente, no son muchos los que son reconocidos en el mundo. Es un problema de exposición. Algunos, han sabido pasar la barrera y los han tomado galerías buenas pero, justamente, desde hace algunos años el arte argentino está mejor posicionado. Eso no quiere decir que esté bien posicionado, porque los artistas tendrían que estar mucho mejor posicionados... Tenemos muy buenos artistas.
Muchísimos son de gran valor y tendrían que tener más presencia en el exterior pero, lamentablemente por las circunstancias, todavía no han podido dar ese salto.
— ¿Cuál siente que es su lugar en el mundo?
— Bueno... Va cambiando con el tiempo y de acuerdo a los momentos de mi vida. En un momento fue Turkmenistán, porque viajaba muchísimo a ese país. Nueva York es una ciudad en la cual me siento muy bien, me da una energía muy especial. Es una ciudad que ofrece mil posibilidades, sobre todo museos. Después, en una época fui mucho a Milán, porque mi hijo está casado con una italiana, con Nunzia Locatelli que es una escritora. Entonces, íbamos todos los años a Italia.
Y ahora, por circunstancias de la vida, estoy yendo mucho a España, así que ahí estamos. Me gusta conocer lugares nuevos, descubrir cómo vive la gente, cómo es su idiosincracia. En un momento, fui mucho a Rusia.
— Cuénteme su anécdota en el Kremlin
— Fue cuando hicimos una exposición de platería de tres museos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Trabajábamos con Teresa Anchorena y Nora Hochbaum. Nos daban las llaves del Kremlin y solo podíamos trabajar de 6 a 12... Nos daban una llave enorme del Museo de la Armería y después, cuando terminábamos a las 12, venían los soldados y nos escoltaban hasta la puerta del Kremlin. Fueron momentos increíbles, que realmente ya me parecen de otra vida. (risas)
— ¿Tiene alguna ciudad pendiente de conocer?
— Muchas, pero me encantaría ir a Petra.
— ¿Comparte el amor por el arte con su hijo Marcos?
— Sobre todo con mi nuera y con mis nietas, que aún son muy chicas y estoy tratando. Ahora las llevé a Venecia, a ver la Bienal y les gustó porque era todo distinto. Ya con los museos y las iglesias, me hicieron un motín (risas). Pero hice lo que pude.
— Finalmente, ¿para qué sirve el dinero?
— ¿El dinero? El dinero te da posibilidades, pero no es todo en la vida. Podés tener mucho dinero y ser muy infeliz. No es todo en la vida, pero te abre posibilidades de ayudar a otros... Te da posibilidades de hacer proyectos, de cumplir tus sueños pero, como ya dije y vuelvo a repetir, no es solamente el dinero lo que vale en la vida. Yo creo que el amor es algo que no se compra con ningún dinero.
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