Se sabe que las redes sociales cumplen un papel crucial en la comunicación: siete de cada 10 adultos y nueve de cada 10 adolescentes en los países desarrollados usan las plataformas. Se sabe también que en los últimos 25 años las tasas de ansiedad en la población general han aumentado sostenidamente, hasta el 70% entre la población joven. Es habitual asociar una cosa con la otra y sostener que las redes sociales han empeorado la salud mental de las personas.
Pero ¿es así realmente? La investigación científica está dividida, según presentó un número especial de la revista Health dedicado a la ansiedad.
Sin dudas las plataformas están en el centro de factores que afectan la salud mental como el ciberacoso, el miedo a perderse algo (FOMO) y los trastornos de imagen corporal, entre otros.
Brian Primack, decano de Salud Pública en la Universidad Estatal de Oregon, ha encontrado una relación lineal entre el mayor uso de las redes sociales y la suba de los sentimientos de soledad, depresión y ansiedad. Sin embargo, advirtió, no se entiende todavía la naturaleza de esa correlación: ¿la gente se siente más sola y usa más las plataformas? ¿O el mayor uso genera aumento en los sentimientos de soledad?
“Cuando se hacen grandes estudios epidemiológicos, se ve que existe una asociación fuerte entre tener más ansiedad y usar más las redes sociales”, dijo a Health. “Pero realmente no sabemos en qué dirección apunta la flecha”.
Richelle Mayshak, experta de la Escuela Deakin de Psicología, en Australia, coincidió: “No creo que la investigación esté en un punto en el que podamos decir que las plataformas contribuyen definitivamente a los síntomas depresivos”, dijo a this. En su opinión, hay que considerar la posibilidad de que las personas con síntomas de ansiedad o depresión “sean más propensas a visitar los sitios de las redes sociales con más frecuencia”.
Algunas investigaciones incluso “sugieren que mantener una presencia en las redes sociales puede ser beneficioso para la salud mental”, agregó Mayshak. “El acto de crear un perfil en línea y ocuparse de elegir la propia presentación puede aumentar la autoestima de los usuarios y reducir los sentimientos de incertidumbre social”.
¿Es lo mismo Twitter que Instagram?
Primack apuntó a una diferenciación que importaría medir: “En este momento, muchos de los estudios que se publican observan las redes sociales como una sola cosa. Pero las plataformas no son iguales”. Una persona puede pasar dos horas mirando videos de gatitos en TikTok, pero otra puede pasar la misma cantidad de tiempo en peleas políticas acaloradas en Twitter.
Por otra parte, el uso de las redes no elimina otras causas de la ansiedad, que podrían suceder al mismo tiempo que el aumento de la permanencia en línea: “La mayoría de los estudios no miden otras influencias (por ejemplo, la genética o los traumas), y estas otras influencias, a diferencia de la frecuencia de uso de los medios digitales, rara vez son medibles”, señaló uno de los ensayos más conocidos en esta materia, More Time on Technology, Less Happiness?, de Jean Twenge, investigadora de Psicología en la Universidad Estatal de San Diego.
Marion Underwood, decana de la Escuela de Salud en la Universidad de Purdue, dijo a Health algo similar: “No se trata sólo del tiempo que se pasa en las redes sociales. Se trata de lo que se mira en ellas. Se trata de las características de cada individuo”.
Otro factor involucrado es el efecto negativo de la luz azul en el sueño. Un estudio de la Universidad de Harvard mostró que la luz azul que emite un teléfono celular suprime la producción de melatonina y altera el ritmo circadiano dos veces más que la luz verde. Eso hace que el sueño no sea de calidad, y la persona se levante sin haber descansado lo suficiente, lo cual crea síntomas como los de la ansiedad.
También Twenge señaló este factor de malestar: las plataformas “desplazan actividades más beneficiosas para el bienestar como el sueño y interacción social cara a cara”.
Del “like” al FOMO
“Para los adolescentes, estudiantes universitarios y veinteañeros, siempre conectados, las redes sociales son un medio de constante comunicación, concientización e inspiración”, escribió Emily Joshu en Health. “La búsqueda de ‘likes’ y seguidores, sin embargo, es una fuente de ansiedad aguda para las generaciones que crecieron acostumbradas a las plataformas”.
Para Underwood, los ‘likes’, que son una suerte de “tabla de evaluación de la popularidad”, son un elemento cuantificable de la ansiedad impulsada por las redes. En cambio, otros aspectos que pueden afectar más profundamente la salud mental son menos mensurables: “En Instagram las imágenes son tan avasallantes, tan hermosas con todos sus filtros, y los jóvenes son tan buenos creándolas, que creo que seguirán siendo la parte más poderosa”.
Y, nuevamente, es difícil establecer en qué consiste ese poder.
“La imagen del cuerpo de alguien, de una reciente reforma de su casa o sus vacaciones puede ser una fuente de inspiración para una persona y motivarla o alentarla a proponerse un objetivo similar, mientras que a otra la puede arrojar a una espiral negativa de comparación y exacerbar problemas de autoestima”, ilustró Sarah Vohra, psiquiatra británica especializada en salud mental de niños y adolescentes.
Los usuarios no miran la actividad de otros sólo para ver qué están haciendo, sino también en busca de validación de ellos mismos: comparan si sus publicaciones han recibido tantos ‘likes’ como la de otra persona, se preguntan por qué a alguien no le gustó algo que a otro sí. Son sustitutos de las conexiones humanas que podrían establecer en la vida real.
De ese mismo reemplazo surge el FOMO: los usuarios temen quedar afuera de su grupo de validación si se pierden una broma, una invitación, una foto. Y a veces confirman que han sido excluidos de una actividad: una niña, por ejemplo, puede ver que su mejor amiga publicó una foto compartiendo una actividad con otra amiga. “Hace 20 años, la niña podría haber quedado excluida de esa actividad de su mejor amiga, pero podría no haberse enterado”, comparó Jacqueline Sperling, psicóloga del Hospital McLean, de Boston.
Efectos negativos de las redes
Mayshak consideró que existen evidencias sobre el impacto perjudicial de las plataformas en la salud mental. En primer lugar, promueven imágenes idealizadas: “Facebook e Instagram pueden estar asociados con sentimientos de insuficiencia o autoestima baja”, explicó. “Se cree que estos sentimientos negativos provienen de lo que se percibe como falta de popularidad cuando una publicación no recibe la cantidad de ‘likes’ que la persona considera suficientes”.
Un estudio británico de 2018 relacionó el uso de las redes con problemas de sueño (pocas horas de descanso, sueño interrumpido para volver a chequear la cuenta, sueño demorado por la luz azul), algo que se asocia la depresión y la falta de concentración.
Esto es particularmente grave entre los adolescentes, ya que dormir bien afecta su desarrollo y suelen necesitar entre una y dos horas más de sueño que los adultos. Un estudio de la Royal Society of Public Health señaló que los adolescentes pasan un promedio de más de dos horas por día en sus cuentas sociales.
Ese mismo estudio encontró que cuatro de cada cinco jóvenes percibió que las redes sociales agravan sus sentimientos de ansiedad. Muchos de ellos expresaron sentimientos de “desesperación” y comparaciones que afectaban su autoestima. La imagen corporal se distorsiona y en particular las adolescentes manifiestan deseos de cambiar su apariencia luego de pasar tiempo en las plataformas.
Evidentemente, el ciberacoso y el bullying en línea son factores de ansiedad, subrayó Mayshak. Las redes sociales extienden a la casa las interacciones que suceden en la escuela, tanto las positivas como las de los abusadores. Se estima que siete de cada 10 jóvenes ha sufrido ciberacoso.
Efectos positivos de las redes
Según una encuesta del Pew Research Center, el 40% de las personas creen que uno de los impactos beneficiosos de las redes es la posibilidad de conectar con otros. Mayshak observó que eso podría ayudar a las personas que sufren algunas formas de ansiedad social: “La evidencia sugiere que pueden encontrar una percepción ampliada de conexión cuando interactúan en línea”.
Al brindar un espacio para forjar conexiones tangibles y encontrar redes de apoyo, “las plataformas ofrecen oportunidades únicas para combatir la ansiedad”, destacó Health. “Para aquellos con intereses de nicho, la plétora de contenido disponible implica que aunque en la vida real el interés de una persona o su forma de vestir puede hacerla parecer rara, las redes sociales ofrecen la oportunidad de ser quien uno es con otros que lo entienden y lo comparten”, citó a Vohra. “Esto puede tener un impacto profundo para levantar el ánimo y sentirse con más confianza y motivación”.
La posibilidad de la expresión individual, de aportar a la identidad propia y crear una comunidad de apoyo se traduce en ámbitos seguros, algo que además es importante para las minorías.
Esa trama de perjuicios y beneficios sugiere una estrategia para quedarse con lo mejor y evitar lo peor: un uso selectivo y moderado. Vohra tiene una suerte de termómetro de bienestar: ordena los sentimientos que le producen las publicaciones desde el rojo, indicador de emociones negativas, al azul, indicador de emociones positivas. Si una cuenta acumula muchos rojos y naranjas en su criterio, deja de seguirla.
“Nuestra actividad en las plataformas no debería ser estática”, dijo. “Seguir y dejar de seguir, ‘likes’ y desinterés no son permanentes. La vida cambia, y también nuestros intereses. Que el contenido de alguien nos haga sentir ansiosos o inquietos ahora no significa que siempre será así. No siempre podemos controlar cómo nos hace sentir algo, pero podemos adaptar nuestro comportamiento de manera tal que no quedemos en una posición donde constantemente nos bombardean con eso”.
Underwood coincidió: “Busca comunidades. Busca apoyo. Busca cosas que te animen. Si algo te causa malestar, deja de hacerlo”.
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