Destino cada verano de Giorgio Armani, el mismo sitio donde Ana Belén y Víctor Manuel crearon su casa ideal y que pusiera en el pasado de moda el rey emérito Juan Carlos cuando partía en su descanso de verano en su propio barco. Fenicios, griegos y romanos dejaron sus marcas en la bella isla de Menorca.
Sin embargo, antepasados neolíticos parecen haber sido los primeros en registrar sus sellos en esta isla que se integra en el archipiélago de las Baleares a las muy sofisticadas Mallorca e Ibiza. Mientras sus dos hermanas se llevan los flashes de las altas temporadas de verano y la concurrencia de los DJs de moda, la pequeña y tranquila Menorca se ufana de un paisaje rocoso y con vegetación baja, pero rico en el patrimonio arqueológico. Ella guarda, de hecho, el mayor depósito de arquitectura antigua del archipiélago, realizada con piedras sin argamasa.
Entre sus tesoros se destaca el patrimonio talayótico, un período que ha dejado una fuerte huella en el paisaje de la isla que alberga monumentos megalíticos y asentamientos talayóticos muy significativos. De hecho, algunos de los yacimientos prehistóricos mejor conservados se encuentran dentro del distrito de Alaior. Las primeras construcciones fueron viviendas con forma de cascos de barcos invertidos, que se denominaron navetas.
Según los especialistas datan de alrededor del 1600 a. C. Cuatrocientos años después fueron los talayots, nombre originado en el árabe talaya (“torre vigía”), emergieron por casi toda la isla y fueron el eje que dio nombre a la cultura isleña talayótica que los creó.
De un monumento a otro
La necrópolis de Calescoves es la más grande de Menorca y está formada por más de noventa tumbas y cuevas funerarias naturales con diferentes tipos de sepulturas que van desde la época anterior a la Naviform II (1400 a. C.) hasta la talayótica (900-750 a. C.) y la post-Talayot o Edad del Hierro II (750-123 a. C.). Hoy la mayoría de las cuevas están selladas para que no puedan ser ocupadas y utilizadas como viviendas, como ya sí sucedió en los años 80.
La basílica de Son Bou es de diseño arquitectónico paleocristiano español. Se encuentra en el extremo oriental de la playa de Son Bou y está orientada al sureste. Probablemente haya restos monásticos y tumbas muy simples alrededor de su exterior. Es una exploración que aún está en curso.
El poblado talayótico de Torralba d’en Salor es uno de los yacimientos más espectaculares de Menorca, no solo por su tamaño sino también por la gran cantidad de construcciones que se pueden contemplar. También tiene la taula más alta de Menorca, de 4 metros. Las taulas son construcciones megalíticas propias de las islas Baleares formadas por dos grandes bloques de piedra, colocados uno verticalmente y otro en horizontal sobre el primero. Es es uno de los asentamientos más activos en el sentido de que cada invierno se abren nuevas áreas. Fue aquí donde se encontró una de las piezas más importantes y que ahora se exhibe en el Museo de Menorca, un pequeño toro de bronce.
El poblado talayótico de Torre d’en Galmés es el más grande de Menorca y también uno de los más grandes de Baleares, con una superficie de seis hectáreas. Este centro milenario cuenta con numerosos monumentos y una serie de construcciones que destacan por su calidad. Estuvo habitado durante la época del Bronce Inicial, hacia el 1600 aC, pero su época de máximo esplendor fue en torno a la época romana. Se alza sobre una colina desde donde se domina una vista panorámica de gran parte de la costa sur de Menorca. Alberga tres talayots, varias casas de base redonda, un recinto, una sala, un sistema de captación de agua e incluso cuatro hipogeos que originalmente se utilizaron como cámaras funerarias.
El monumento de Na Comerma de Sa Garita es el de los restos humanos más antiguos de la isla. Es único en la arqueología de la isla y forma parte del poblado de unos 4.000 años de antigüedad de Torre d’en Galmés. Consta de un enorme recinto, cubierto por grandes losas y abierto a un muro ciclópeo que en origen se suponía que estaría abierto al cielo.
El sepulcro megalítico de Ses Roques Llises fue construido aproximadamente en el año 2000 aC, formando parte de un gran yacimiento arqueológico en torno a la Torre d’en Galmés y conservando una cámara de planta rectangular formada por seis losas.
El yacimiento de So na Caçana data de la Edad del Bronce Medio y estuvo ocupado hasta la época romana. Se considera un conjunto de santuarios, ya que muchos de los recintos son de ese tipo a juicio de los investigadores. También es una necrópolis formada por tres hipogeos y dos cuevas naturales que han sido habitadas por humanos.
El yacimiento de la Edad del Bronce Naveta de Biniac Oriental se clasifica como una tumba funeraria o naveta sobre una base circular, construida con enormes bloques alisados que se colocaron horizontalmente. Está construida sobre una ladera donde se realizaron enterramientos colectivos entre principios y finales de la Edad del Bronce (1400 – 1000 a. C.).
El yacimiento arqueológico de Rafal Rubí está formado por dos navetas funerarias de la época. Se remontan a fechas comprendidas entre mediados y finales de la Edad del Bronce, aunque su uso se extendió hasta la época medieval. Son del mismo tipo de tumbas colectivas que la Naveta des Tudons, pero más pequeñas y cercanas entre sí.
Turismo calmo
En un área de apenas 750 kilómetros cuadrados, Menorca cuenta con un total de 1.574 plazas inventariadas. Se supone que los hacedores de estos restos misteriosos provenían del noreste de la Península Ibérica o del golfo de León y llegaron a las costas de Menorca en la segunda mitad del tercer milenio antes de Cristo a bordo de embarcaciones básicas, junto con algunos animales domésticos y utensilios. Se organizaron en pequeñas aldeas. Se dedicaron a la agricultura y a la ganadería. Rápidamente aprendieron a usar las minas para extraer cobre que, junto al estaño traído de fuera de Menorca, daba origen al bronce.
La cultura feneció a mano de los romanos a finales del siglo II a. C., hasta la llegada de los vándalos en el año 455 d. C. A la par de esta riqueza, Menorca se encarama en una experiencia viajera personal. El lujo aquí es disfrutar de cosas que parecen sencillas.
Con tonos que van del blanco hasta un gris oscuro, las calas y playas se enlazan en la costa de la isla. La belleza natural del entorno que las rodea, la magnífica preservación de sus ecosistemas y la innegable majestuosidad del Mediterráneo besando la arena, convierten las playas de Menorca en un paraíso. La infinidad de colores, texturas y ambientes que las caracterizan hacen aún más interesante la exploración de la costa. Desde la inmensidad del puerto de Maó a la calma que transmiten las aguas de la bahía de Fornells.
Este año Menorca ha sido nombrada como Región Gastronómica Europea. De los caracoles al azafrán. Destilados, cerveza y vinos reconocidos para los que gustan de bebidas espirituosas. Manjares dulces o la miel recogida de caseta. Sin dejar de lado productos tan icónicos como el queso o los embutidos típicos de la isla. Entre los sabores imperdibles se encuentra el queso con denominación de origen Mahón-Menorca.
La salsa “mahonesa o maonesa”, tiene origen menorquín. La carnixua y la sobrassada son dos de los embutidos de cerdo ineludibles. Un caldo de arroz, una caldereta de langosta. Pez de roca a la plancha. Gamba roja con aliño de ajo y perejil. Este puro placer invita a hacerse un hueco en la agenda para transitar los restaurantes pesqueros durante la temporada de verano.
Menorca espera con sus sabores y sus historias, sumida en la calma con las que se mecen las olas contra sus rocas y escuchando de lejos la música alta de Ibiza, mientras en sus camas, las noches comienzan temprano.
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