El reciente caso que ocurrió en España de una polémica campaña organizada por el Ministerio de Igualdad donde se retocó una pierna protésica con Photoshop dejó entrever el largo camino que aún tenemos por recorrer en pos de una verdadera diversidad que contemple a todos los cuerpos.
Me incomodaba mi cuerpo. No me desprendía tan fácilmente del pantalón para cubrir mis piernas diferentes. Me costaba salir a comprar ropa debiendo ajustarme a esos probadores diminutos y a la falta de accesibilidad. Observaba mis cicatrices y solamente veía imperfección por un cuerpo que no encajaba en el mundo. Ser adolescente costaba, pero habitando un cuerpo no hegemónico costaba mucho más.
Es irónico que este cartel para visibilizar la diversidad esconda a una persona con discapacidad. Sin embargo, esta es la punta del iceberg. En este sentido, se siguen promoviendo discursos de todo tipo: publicidades ofreciendo productos para “estar mejor”, así como imágenes de cuerpos que se ajustan a parámetros de belleza establecidos y que representan solamente a una parte de la población.
Entonces, los cuerpos que no siguen determinadas reglas parecen “estar mal” y por eso son víctimas de violencia naturalizada. Y mientras recientemente han surgido movimientos como el body positive que apuntan a la aceptación y reconocimiento de todos los cuerpos y a mostrar la belleza real, las mujeres con discapacidad, doblemente excluidas (por condición y género), continúan ausentes en estos discursos y representaciones manteniéndose fuera de ámbitos tan cotidianos como la moda o la maternidad, fuertes tabués a erradicar.
¿Qué lugar ocupan y por qué las corrientes relacionadas con la diversidad corporal y las discusiones en torno a la moda inclusiva aún están lejos de aceptar estos cuerpos?
Entonces, no es casual que la mujer con discapacidad hoy en día permanezca aún ausente en el ámbito de la diversidad. Históricamente, la persona con discapacidad fue concebida desde la falla y la falencia, una visión muy alineada al modelo médico hegemónico centrado en la discapacidad como un problema de la persona.
El cuerpo de las personas con discapacidad, especialmente el de las mujeres, no hablaba de belleza sino todo lo contrario: de imperfección. Esta percepción ha perjudicado especialmente a muchísimas mujeres que han construido una identidad negativa y devaluada a partir de no encajar con esos ideales de cuerpo armonioso y funcional.
Por eso, la exclusión y discriminación hacia aquellos cuerpos diferentes no es algo nuevo y actualmente sigue sucediendo. Lejos de eso, es una visión instalada socialmente e histórica pero que es necesario deconstruir para acercarnos a una perspectiva cada vez más inclusiva que tenga en cuenta a todos los cuerpos y evitar toda forma de opresión y estigmatización.
Hoy en día, que una mujer tenga discapacidad es algo que sigue “estando mal” para la sociedad porque no obedece al “cuerpo normal” que camina, ve y oye, tiene 2 brazos o se mueve distinto. Aquel camino que comenzó la corriente del body positive para plantear la aceptación de todas las mujeres y todos los cuerpos todavía se encuentra lejos de incorporar a las mujeres con discapacidad, aún cuando ciertas marcas apuestan a la representación en publicidades o podemos ver algunas imágenes en las redes sociales muy esporádicas.
Mientras que sigue siendo evidente la ausencia de mujeres con discapacidad como consumidoras en publicidades que apuntan directamente a ese público, otras marcas apuestan a su incorporación como parte de su mirada más inclusiva.
Sin embargo, la representación no es todo. De hecho, la diversidad corporal va mucho más allá de la visibilidad: la accesibilidad en comercios y probadores, productos inclusivos que tomen en cuenta las necesidades particulares (por ejemplo, tests de embarazo para madres con discapacidad).
Se trata además de vendedores capacitados que sepan cómo actuar ante la presencia de una persona con discapacidad, por ejemplo ayudando a que la persona con dificultades motrices se pueda probar una prenda. Diseñando, además, prendas cómodas o adaptadas desde las propias marcas conocidas que deben incluir a todas las personas en la oferta de sus productos.
En este sentido, es fundamental que marcas y empresas se comprometan a ampliar la mirada para incorporar coherencia entre lo que dicen y hacen.
Reivindicar y naturalizar los cuerpos de las mujeres con discapacidad es algo que no puede esperar y parece ser una de las claves para seguir liberándonos de etiquetas y prejuicios. Cuando romper mandatos parece ser la norma, cabe preguntarnos: ¿cuántas mujeres con discapacidad vemos mostrándose con libertad en traje de baño? ¿cuántas en las revistas de moda, en las redes y en publicidades de maquillaje o perfumes?
Que la mujer con discapacidad esté visibilizada, representada y que pueda ser contemplada también como mujer bella y empoderada para la sociedad es uno de los más grandes desafíos en pos de una sociedad verdaderamente inclusiva pero fundamental si apostamos a una verdadera diversidad que acepte y celebre todos los cuerpos sin excepciones.
Daniela Aza, es influencer en temas de inclusión y discapacidad @shinebrightamb
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