Ellas, cada vez más insertas en el mercado laboral. Ellos, cada vez más involucrados en las cuestiones hogareñas. Ellas aprendiendo a delegar, y ellos, amigándose con la idea de ocupar espacios impensados para los padres de antaño. La sociedad cambió, y con ella lo hicieron sus integrantes.
Cada familia es un mundo, dicen. Y en cada uno de esos “mundos”, en los últimos años se reorganizaron roles y restablecieron contratos. Así, parece, lo exigían los tiempos que corren, pero para comprender el fenómeno y dar cuenta del nuevo rol del padre en la crianza de los hijos, en su día, Infobae consultó a especialistas.
“Hubo un cambio en las sociedades actuales donde los roles comenzaron a definirse y a vivirse como funciones y no como asociados al sexo biológico, lo que los convierte en dinámicos. Esto hace que un padre se pueda permitir cambiar un pañal o sentarse a jugar con su hija en juegos ‘femeninos’, y al revés, las madres jugar al fútbol con sus hijos”. La licenciada en Psicología Patricia Martinez (MN 24.411) comenzó a analizar que “la cuestión tiene que ver en cómo se piensa hoy a los chicos y cómo se abrió la cabeza para que una nena esté jugando al fútbol y no genere incomodidad, o que un varón esté jugando con una muñeca”.
Para la integrante del departamento de crianza y orientación a padres de Halitus Instituto Médico, “se empezó a visibilizar que los roles no tienen nada que ver con el sexo, que son dinámicos, que un hombre puede ocupar una función materna y viceversa. La sociedad empezó a naturalizar estas cosas”.
En la mirada de la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247), “puede pensarse que la sociedad está cambiando. Si bien en muchos puestos de trabajo la mujer sigue en desventaja en relación a los hombres, están cada vez más insertas en el mercado laboral, teniendo puestos jerárquicos como así también más autonomía e independencia”. “Con lo cual, al salir más de casa y dejando atrás el rol de la mujer madre/ama de casa, los hombres también empezaron a ocupar un lugar diferente en los hogares”, continuó la especialista en maternidad y crianza, para quien “hay mujeres a quienes se les acaba la licencia por maternidad y son los varones quienes se quedan en casa cuidando a los hijos en caso de no trabajar en relación de dependencia. En caso que ambos trabajen afuera, en la actualidad se organizan con los chicos en cuestiones de logística de una manera más pareja”.
Mauricio Strugo es licenciado en Psicología y sexólogo (MN 41436) y según investigaciones que viene haciendo hace años, “el cambio de paradigma en la masculinidad se dio a partir de que los padres empezaron a estar presentes en la sala de parto”. “Hasta ese entonces, si las mujeres tenían partos medicalizados en los que no importaba su deseo, los padres esperaban en el café de la esquina o directamente ese día iban a trabajar -sostuvo-. Desde que los padres tenemos la opción de acompañar las ecografías prenatales, cursos de preparto y estar allí siendo protagonistas del nacimiento de nuestro hijo, se firma un pacto a fuego en el que de alguna forma nos comprometemos a coparentar a nuestros hijos; además de esto somos hijos de padres que no han estado muy presentes y que compensaban sus ausencias por tener que trabajar mediante regalos o bienes materiales, generando que hoy muchos hombres realmente querramos ubicarnos en un rol más afectivo y presente que nuestros padres”.
Haciendo historia, Martínez consideró que “cuando en los años 50 la mujer empezó a ocupar otro roles, se va dando un deslizamiento del hombre a ocupar lugares que tradicionalmente eran femeninos”. “Si bien en la posguerra ya se da ese movimiento, el gran cambio es que para los 70 y 80 la mujer empieza a elegir el trabajo fuera de la casa, otros lugares de realización y no sólo la maternidad como objetivo de vida”.
“Antes, al ser las mujeres quienes estaban en casa todo el día eran las que se ocupaban al 100 por 100 de los hijos. El hombre salía a trabajar y al llegar ‘merecía’ su descanso y tiempo de ocio. En algunas familias esto se sigue viendo aunque un poco más solapado -continuó Ruda-. Quizá esos hombres tienen un discurso, pero en la práctica no se lleva a cabo manteniendo de alguna manera estos viejos esquemas patriarcales con los que la mayoría fuimos criados”.
¿Cambiaron ellos o cambiaron las madres, que al ocupar otros espacios necesitaron aprender a relegar y pedir ayuda? Para Martínez, “son quizá las dos cosas: las mujeres empezaron a pedir ayuda porque las de los 50 y 60 habían ocupado lugares de trabajo fuera del hogar porque los hombres habían ido a la guerra, entonces lo hacían de manera transitoria hasta que volvieran. Pero nunca volvieron cada uno a su lugar”.
“Además, en los últimos años se empezó a pensar la crianza desde un lugar más ligado a lo cultural que a lo biológico. Es decir, lo que se pensaba tradicionalmente como la crianza en términos de apego, ese vínculo temprano entre la madre y el bebito mediatizado por la lactancia y los cuidados físicos, hacían que el bebé fuera ‘cosa de mujeres’. Luego se continuaba con los chicos que pasaban mucho tiempo dentro del hogar y como eran las mujeres quienes estaban allí, eran las encargadas de todo lo que tenía que ver con la crianza”, evaluó la especialista, para quien “hoy, sin embargo, la crianza circula por otros carriles que van más allá de lo biológico, porque además existen hogares donde hay solo papás. Entonces se piensa como un hecho de la cultura, donde la parte física ocupa otro lugar y dónde hay un espacio de intercambio de roles, un espacio de juego, de aprendizaje y que el padre puede poner el cuerpo desde ahí”.
Y agregó: “La mujer se corrió un poco de ese lugar y el hombre lo fue ocupando. Pero el concepto teórico que avala todo esto es que la crianza ya no es un hecho biológico como creíamos y se pudo entender como un hecho cultural. No es un cambio, sino una visibilización de algo que venía ocurriendo”.
Para que algo cambie, todo debe cambiar
“Cuando un cambio ocurre de verdad es necesario que cambie todo el sistema, sobre todo si se cambia de roles que han estado enquistados en nuestra sociedad por mucho tiempo como el patriarcado, no sólo promovido por hombres sino también con mujeres que les resultaba incómodo que hubiera hombres que quisieran soltar el autoritarismo impuesto, para ofrecer a sus hijos mayor ternura y acompañamiento”. Strugo aseguró que “todavía hoy se sigue asociando la crianza más con la mujer a pesar de que ambos trabajen fuera de casa, la que al volver tiene sobrecarga en ese rol es la madre y cambiar esto no es sólo ceder el lugar, también es aceptar otras maneras y formas, y no subestimar a aquellos hombres que se quieren correr del lugar de aportar dinero e incluso tal vez resignar un poco la ganancia del mismo para estar más presentes en la crianza”.
En ese sentido, el especialista destacó que “aquel padre de generaciones anteriores que se ocupaba más de sus hijos era señalado como diferente y hasta cuestionado en algunos sectores; pensar la posibilidad de que sea la mujer la que trabaje percibiendo un sueldo y ellos fueran los amos de casa era algo que avergonzaba si uno lo compartía, sobre todo en círculos de hombres”. Y tras asegurar que “pocos se atrevían a que esto fuera una elección”, agregó: “Eran más aquellos que quizás ayudaban o acompañaban la crianza que aquellos que hoy día están a la par en la crianza porque al decidir ser padres, les resulta hasta inconcebible perderse momentos con sus hijos”.
En este punto, y consultado acerca de si los padres de antes no podían o no querían involucrarse, el licenciado en Psicología Pablo Lanzafame (MN 49.982), del departamento de crianza y orientación a padres de Halitus Instituto Médico, observó que “muchos padres de antes se involucraban mucho en la crianza, aunque de otra manera. Desde una cuestión más simbólica, como el lugar de la ley y la norma. Lo que cambió ahora es la cuestión de los roles, no de las funciones. La función materna y la función paterna siguen siendo las mismas, lo que cambia es que a veces es el papá el que cumple un rol materno y a veces es la mamá”.
Para él, “antes, el padre cumplía su función como el representante de la ley en el pequeño núcleo social que es la familia, aunque más ausente desde lo físico en el día a día. Se involucraban de la manera que se esperaba de ellos, por ejemplo, cuando los hijos se portaban mal en el colegio el profesor llamaba al padre que ponía una sanción, o el que autorizaba y daba las llaves del auto a su hijo era el padre”.
“Es decir, determinadas cuestiones rituales que eran marcadas por la figura paterna como el habilitante. Hoy es un rol más compartido y dinámico. Muchas veces el rol paterno quedaba habilitado desde el lugar de la madre, que era la que podía incluirlo en su función -amplió Lanzafame-. Muchas veces cuando esto no sucedía por una conflictiva interna entre adultos, el padre quedaba excluido. Son casos de padres ausentes o vínculos interrumpidos, donde una madre obstaculiza y el padre no intenta allanar ese camino. A veces la conflictiva entre los adultos obstaculiza, esto sigue sucediendo al día de hoy, el desempeño del rol y de las funciones”.
En opinión de Ruda, “si bien es innegable que la participación de los padres en la crianza es más activa y ya no tanto desde el lugar de ‘la autoridad’ (muchas veces autoritaria) y de poner límites, aún no es del todo pareja en la mayoría de los casos. Resuelven frecuentemente situaciones de logística en relación a las actividades de los hijos, pero una vez en casa no todos se ocupan de ellos de la misma manera que las mujeres”.
“Hay situaciones que fueron cambiando y seguirán cambiando, situaciones en las que los papás encontraron el placer de compartir con sus hijos. Antes esto también pasaba pero la diferenciación de roles era más evidente. Eran las mujeres quienes llevaban a sus hijos al pediatra y sabían cuánto pesaban -continuó-. Ahora, los padres están involucrados en estos temas, van a las reuniones de padres, llevan o buscan a sus hijos al colegio, les arman planes y también comparten más tiempo con sus hijos disfrutando de ellos y entendiendo que la paternidad es más que ser una figura de autoridad a la que temer. Hoy las mamás también somos figuras de autoridad y no necesitamos recurrir a la amenaza de antaño que aludía a ‘cuando llegue tu padre tal cosa’ para que los chicos obedezcan. Cada madre y padre encuentra su forma”.
¿Existe una carga mental paterna?
Suele hablarse de la “carga mental materna” como un plus en la crianza con el que “cargan” las madres, en referencia a que son ellas, en la mayoría de los casos, quienes llevan el organigrama mental de las actividades y obligaciones de los hijos.
La crianza igualitaria se la puede pensar desde muchos lugares. “Vamos hacia una crianza totalmente compartida, muchas familias lo logran, y es una riqueza muy grande. Pero para que sea plenamente compartida hay que pensarlo desde muchas cuestiones: sociales, culturales, organizacionales, legislativas”, comenzó a analizar sobre este punto Martínez. Y amplió: “Las posibilidades que dan a hombres y mujeres trabajadoras y trabajadores para tener espacios de crianza: no olvidemos que en la ley laboral las mujeres tienen tres meses de licencia cuando tienen un hijo, y los padres no llegan a una semana. Vamos a partir de la base de que nuestra legislación tampoco nos ayuda demasiado en esta cuestión de la igualdad en relación a la crianza. Es ‘más fácil’ para las mujeres pedir un horario o una excepción en el trabajo para acompañar a un niño. A los hombres no se les da tanto porque quizás ocupan roles en su trabajo que hace que esto sea difícil. La igualdad en las oportunidades laborales y en las leyes contribuiría bastante a la cuestión más compartida y más igualitaria entre hombres y mujeres en relación a la crianza”.
Para Ruda, “generalmente se escucha a las madres quejarse de ser las que se ocupan de la ropa, de que los chicos hagan las tareas, de que se bañen, de comprar los regalitos de cumpleaños de los amigos, etc. La carga mental, por más activos que sean los padres en este momento, no es igual para ambos. Las mujeres se levantan anticipando cómo será el día, todo lo que tienen que tener que preparado, las cosas de la casa, las compras y la comida, si hay algún cumpleaños después del colegio o actividades extracurriculares, entre otras infinitas cuestiones”.
En este punto, para ella, “los roles no son parejos”. “Las mujeres trabajamos y nos ocupamos de muchas cosas en relación a la casa y los hijos que los papás aún no, o no tanto. Cuanto más las mujeres nos vamos corriendo de algunos roles y tareas, los hombres más se van involucrando en estas cuestiones, muchas veces con conflicto mediante”, agregó.
En coincidencia con ella opinó Strugo, para quien “la crianza suele recaer más sobre las madres porque en la mayoría de los países latinoamericanos la licencia de los padres es mínima, sobrecargando el rol materno desde un principio”. “Lo que falta para disminuir esa carga mental es que dejemos de lado los roles estereotipados mujer=madre y que alivianemos ese primer periodo en el que la mujer que se queda sola a cargo de decodificar los mensajes de su bebé, con el riesgo de tener un puerperio muy difícil e incluso posibilidad de sufrir depresiones posparto -señaló el especialista-. Para que esto no suceda es muy recomendable que estas madres tengan ‘tribus de crianza’, es decir espacios donde puedan conversar con pares de lo que les sucede y que en la pareja esté habilitado hablar de lo que sienten ambos para que este primer tiempo no termine derribando los cimientos de la pareja”.
Y remarcó: “Las madres tienen carga mental materna relacionada con la simbiosis que ocurre porque ese bebé estuvo dentro de su panza, pero los padres también tienen carga mental paterna, lo que sucede es que esta carga está más relacionada con la presión de tener que sustentar económicamente sus hogares y el miedo a no poder hacerlo”.
Dicho esto, para Martínez no puede perderse de vista en un país como la Argentina las diferencias socioeconómicas y culturales, que llevan a que “esto que puede ser un ideal a alcanzar para una determinada clase social, más de clase media o media alta, no se refleja en absoluto en clases más bajas, donde la figura paterna está ausente, por diferentes motivos, y la crianza es a cargo de la madre”. “Es importante decirlo, porque si bien tendemos hacia la crianza compartida porque es más rica, más lógica, más saludable y más evolucionada, también es cierto que hay clases que están mucho más postergadas en esto”, apuntó.
-¿Qué falta para una crianza plenamente igualitaria?
- Ruda: Para que la crianza sea igualitaria hay que pensar a la mujer como un sujeto de derechos tal cual el hombre. Comprender que parir a los hijos de ambos y amamantarlos no hace que los hijos “sean de la madre”. Comprender la importancia de paternar activamente para el psiquismo de nuestros hijos. Que la mujer trabaje fuera de casa al igual que los hombres implica que es inminente que los hombres se vinculen con las tareas del hogar y la crianza de los hijos de la misma manera. Cada cual siempre tendrá un rol y un estilo, pero entender que estas tareas son de a dos, incluso si la mujer no trabaja fuera de casa. Que el hombre sea el que aporta económicamente el sostén del hogar no significa que entonces la mujer es quien debe ser el sostén de los hijos y tareas de la casa.
Estos temas deberán ser charlados y aclarados en el momento en el que sólo uno es quien genera dinero. Aunque el varón cree que cambió su forma de pensar en cuanto esto, se escucha en muchísimos casos que (encubiertamente) estas familias conservan bastante del estilo anterior y la mujer sigue sintiendo culpa a la hora de querer realizar actividades y tener momentos de ocio, gastar dinero o no tener ganas de “atender” a los miembros de la casa. Sigue habiendo en la actualidad contratos implícitos de este tipo y eso hace que aún no sea una crianza mitad y mitad, incluso en parejas donde ambos trabajan, el hombre siente más derecho de descansar. Es cierto que hay parejas que definen ciertos quehaceres, en las que podrá haber hombres que no cocinan y nunca lo harán, pero que se ocupan de otras cosas.
La participación del padre en la crianza de los hijos es importante sobre todo para los hijos. Y poder criar en pareja aunque con sus diferentes formas es fundamental, más allá de quién hace más en cada casa o de qué se ocupa cada quien.
Finalmente, Infobae interpeló a los hombres y padres consultados acerca de qué se “perdían” según sus experiencias los padres de antes al no involucrarse en la crianza de sus hijos.
Para Strugo, quien desde hace ocho años coordina una Peña de Padres, donde hombres con hijos de distintas edades se juntan a conversar mensualmente sobre sus roles, el desafío de nuevos modelos de masculinidad y todo lo que sucede en la pareja, “los padres de las generaciones anteriores se han perdido la grandiosa posibilidad de sanar a sus ‘niños heridos’ a través de sus hijos, de poder a partir de reflexionar e ir en contra de la mayoría, desafiando el autoritarismo y la rigidez del ‘cuando venga tu padre vas a ver’ para tener una relación más cercana con sus hijos”.
“Los padres hoy sabemos lo importante que es involucrarnos en la crianza, trabajar la tendencia a ser autoritarios sin perder por ello autoridad, para tener hijos que no son educados desde el miedo si no hacen caso, sino desde el acompañamiento de su crecimiento, donde pueden confiar en nosotros para acudir cada vez que necesiten”, se sinceró.
Lanzafame, en tanto, destacó que “se perdían muchas cosas y quedaban excluidos de otras”. “La vida familiar y la evolución de los hijos tiene mucho que ver con el día a día, con lo pequeñito, con lo que sucede cuando se levanta para ir al colegio o cuando van a pasear al parque. Los padres de antes al quedar tan excluidos de la escena cotidiana se perdían gran parte del crecimiento de sus hijos”, opinó.
La pérdida -para él- “es muy grande para todos: para los hijos que se perdieron tener a su papá más accesible, a las mujeres que tuvieron una sobrecarga y a los padres que quedaron como espectadores”.
“Para resumirlo, es como si los papás de antes hubieran sido los espectadores del teatro que del crecimiento de sus hijos y de la novela familiar, y los de ahora son actores. Los de antes, en algunos casos, eran directores de la escena, los de ahora participan activamente”, finalizó.
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