Que la pandemia por COVID-19 puso al mundo de cabeza no es una novedad. Las medidas de cuidado que se establecieron para prevenir enfermarse con un virus del que poco se sabía pusieron la vida en “pausa” como nunca antes en la historia reciente.
Los hogares se convirtieron en oficinas, salas de reuniones y escuelas. Todo al mismo tiempo, y durante las 24 horas del día y los siete días de la semana. Así por meses.
Sin dudas las consecuencias no se hicieron esperar, aunque muchas de ellas comenzaron a aflorar tiempo después, y de hecho los especialistas aseguran que pasarán al menos 10 años antes de que se pueda mirar hacia atrás y poder determinar todo lo que la pandemia hizo en la salud mental, la socialización, y la realidad familiar y laboral de las personas.
Todos los informes internacionales coinciden en asegurar que las mujeres fueron las más perjudicadas a nivel mundial ya que son las que debieron asumir las dificultades que implica conciliar el ámbito laboral con el familiar.
Esto reflejó un claro riesgo en materia de igualdad teniendo en cuenta el considerable aumento de la participación de las mujeres en el trabajo no remunerado, como es el cuidado de niños y de sus familiares. Antes de la pandemia, las mujeres ya se hacían cargo del 75% de las tareas que implican la atención a los hijos y las labores del hogar. Eso se profundizó en estos últimos dos años.
A su vez, el porcentaje de mujeres que perdieron o debieron abandonar sus empleos fue significativamente mayor que el de los hombres ya que cuando llegó la crisis muchas mujeres no pudieron seguir trabajando. Otro dato firme es que se acrecentó la desigualdad en los salarios. Las mujeres reducen sus jornadas y, proporcionalmente, sus sueldos. O directamente priorizan el cuidado de sus hijos, postergando así sus carreras profesionales.
Según una encuesta realizada por la empresa de beneficios corporativos Cuponstar, “las necesidades y prioridades de las mujeres cambiaron y ya no esperan con ansias los descuentos del súper o de marcas de ropa o incluso algún viaje como parte del programa de beneficios de su empresa, sino que su foco está puesto en el ‘plus emocional’ que la empresa les brinda”. Según recabaron, “casi el 40% valora más que antes los beneficios relacionados al bienestar y más del 50% destaca los horarios flexibles, días libres para pasar más tiempo con sus familias, los talleres de yoga y capacitaciones en general, como los principales beneficios en la actualidad”.
A su vez, el 78% de las mujeres declaró que considera importante contar con mayor flexibilidad horaria y el 73% reflejó su interés en tener oportunidades de progreso profesional de su empleador actual o futuro.
En opinión del médico psiquiatra feminista Enrique Stola (MN 50747), “se hicieron muchos estudios de la participación de los varones en el trabajo doméstico y alguno de ellos decía que entre los menores de 40 años más del 90% había realizado durante la pandemia tareas en el hogar que nunca antes habían hecho”.
Y tras señalar que “la mayoría de ellos destacaba que las actividades de las que se hacían cargo eran aquellas que les gustaban”, Stola aseguró que “las mujeres seguían siendo la garantía del funcionamiento del hogar”.
“Lo segundo que hay que destacar respecto de esta encuesta es que, no es que las mujeres renuncien a una mejor situación económica, sobre todo en este momento que el deterioro económico es general en todo el mundo, si no que, históricamente, ellas han sido siempre las más rápidas en ver qué acciones pueden ayudar a mejorar la calidad de vida en cualquier situación de deterioro que puede haber”, observó el especialista.
Carolina Borracchia es CEO de Combo Employer Branding, y ante la consulta de Infobae consideró que “esto (el hecho de priorizar el bienestar emocional) no le pasó sólo a las mujeres sino a las personas que tienen tareas domésticas y niñas y niños a cargo, independientemente del género”. Para ella, “es clave diferenciar la etapa de la vida, ya que si se habla de una mujer que tiene hijos adolescentes o en etapa universitaria, no es lo mismo que aquella que tiene bebés recién nacidos o niños que no empezaron el jardín de infantes”.
“Creo que la pandemia lo que hizo es acentuar una situación que ya existía -amplió la especialista-. Siempre cuando se habla de situación laboral es importante entender en qué etapa de la vida están las personas; muchas veces no es solamente una cuestión de género ni de edad sino de entender en qué etapa está cada quien”.
En este punto, Stola señaló que “estos dos años de pandemia, sumado a los problemas económicos que ya existían en países como la Argentina, hicieron que se produzca un gran desgaste y es evidente que ellas apuntan a lo que hay que fortalecer, que es el entorno afectivo para poder soportar de la mejor manera el momento actual”. “No es que prefieren que le paguen menos, sino que saben que necesitan horarios flexibles para mantener la contención afectiva de nuestra red social y familiar”, insistió.
“Claramente esto tiene que atarse a qué pasó con los niños en la pandemia -analizó Borracchia-. Hoy es fácil ver pediatras, psicólogos infantiles, psiquiatras, acompañantes terapéuticos, etc. que están sobrepasados de trabajo y esto es un reflejo de algo que pasó y que transformó los hogares. Acá lo que aparece tiene que ver con algo tan simple como las jerarquías en la vida y lo que cada uno prioriza”.
Para Stola, “las mujeres tienen muy desarrollada esa ética del cuidado hacia quienes la rodean, en tanto los varones no son entrenados para eso desde pequeños”.
Y consultado sobre cómo la posiciona ese rol “materno” ¿innato? frente a sus pares hombres, opinó que “en espacios donde hay alta competitividad las puede perjudicar económicamente porque van a preferir no competir para poder mantener sus espacios afectivos, mientras que en espacios donde no hay tanta competitividad entre los integrantes, las mujeres aportan un clima de solidaridad y encuentro que beneficia a todos”.
En la mirada de Borracchia, más allá de las mujeres en particular, “todas las compañías tuvieron que replantearse a qué llaman beneficio, qué es beneficioso para cada uno”. “Cuando todo alrededor cambia, cambian las necesidades y, desde este punto de vista, claramente la pandemia fue una crisis vital que nos transformó de forma colectiva, y todavía estamos en un proceso de transformación en términos del sentido de la vida, los propósitos, la noción de éxito y fracaso, las prioridades -evaluó la experta-. En este sentido, muchos beneficios quedaron obsoletos, por ejemplo los refrigerios u otros de ese estilo que estaban relacionados con la vida en la oficina, muchas de las cuales quedaron deshabitadas o poco habitadas”.
Desde este punto de vista, para ella, “las personas hoy buscan calidad de vida y bienestar, y acá aparece algo muy importante, que es que cuando las compañías se hacen eco de esto lo que hacen es ofrecer beneficios en torno a bienestar, léase como clases de yoga, mindfulness, cuando en realidad las personas están pidiendo a gritos ser dueñas de su propio bienestar”. “Muchas veces en pos de hacerse eco de estas nuevas necesidades y de cambiar la oferta de beneficios, las compañías empiezan a definir el bienestar y eso a veces es un error, ya que lo que más valoran las personas es el poder decidir su propio sentido de bienestar, que para alguien puede ser el home office y para alguien ir de manera presencial al trabajo”, apuntó Borracchia. Además, destacó que “las necesidades van cambiando y también hay que estar preparado para improvisar con los beneficios y sobre todo escuchar a las personas. No ofrecer lo mismo que otras compañías sino saber mirar hacia adentro y poder decodificar qué necesitan las personas que están trabajando en cada empresa”.
Con todo, en la mirada de Stola, de cara a la post pandemia “las mujeres jóvenes con hijos pequeños salieron agotadísimas de esta situación, ya que debieron cumplir con su trabajo desde sus casas mientras los hijos les requerían atención permanente”. “Para ellas fue y es sumamente desgastante, más que para los varones, muchos de los cuales descubrieron lo bueno que es tener un buen clima afectivo en su casa”, sostuvo el especialista; quien finalizó: “Con matices, ellas saldrán en general fortalecidas en su autoestima y con una mayor conciencia de sus capacidades y derechos”.
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