Las conductas que resultan de la utilización de los teléfonos inteligentes se ubican en una línea que va desde el uso necesario y controlado hasta la adicción o uso problemático o desadaptativo, lo cual supone la aparición de ansiedad por dependencia a las funciones contenidas en los aparatos: redes sociales, mails, Internet, fotos, llamadas, videos, juegos, pornografía, etc. Por tal motivo, no se considera una “adicción” al objeto smartphone en sí mismo, sino a todo a lo que contiene y ofrece.
Según un trabajo publicado en 2018 en el Journal of Behavioral Adicttions el efecto de los teléfonos celulares sobre las conductas es similar a una adicción, aunque no cumple con todos los criterios para considerarla como tal, en cambio se sugiere la denominación “uso problemático”.
Comenzando por la función de uso, los teléfonos inteligentes ofrecen identidad, rango social, sociabilidad, seguridad, contención, información, entretenimiento, gestión de tiempo, estrategias de afrontamiento, etc. En la ansiedad social (falta de habilidades sociales, sentimientos de inferioridad y temor a la soledad) las personas se apegan al móvil y frente al estrés ofrece un efecto de “manta se seguridad”, reduciendo las consecuencias del estrés negativo, así como un niño se cubre bajo una manta para protegerse. Estos comportamientos de abuso de los smartphone se caracterizan por la dificultad para controlar el impulso a pesar de las consecuencias negativas (problemas funcionales en distintas áreas como la interpersonal, familiar, académica, sexual, hasta el riesgo de usarlo mientras se conduce, etc.), estar alerta gran parte del día al objeto, dejar de hacer otras actividades, dificultad en la retirada o el desapego ya que se convierte en un objeto imprescindible, etc.
Amor, sexo y smarthones
En la práctica asistencial el celular acompaña al relato de los pacientes en todos los órdenes, pero mucho más en lo que respecta a cuestiones amorosas y eróticas. Siempre hay algo para decir celular mediante. Por las aplicaciones se trasmiten mensajes amorosos, pero además se ocultan otros que dan lugar a malas interpretaciones así como se dan likes a amigos, conocidos y a meros contactos; otros gustan de mandarse fotos o videos con mayor o menor carga erótica, o enviar mensajes hot preparando el ambiente.
Alrededor de los dispositivos, muchas parejas discuten por la falta de atención, de comunicación, por estar disociados entre la presencia física y la virtualidad, por la poca expresión afectiva/emocional, por estar dispersos durante el sexo, por convertir un hábito controlable en una conducta imposible de frenar.
Ante todo se debe ser consciente de los problemas que ocasiona el uso desmedido y de los efectos que provoca en sí mismo y en el entorno. No sirve justificarse en el “todos lo hacen”, hay que convertir la generalidad en una preocupación de la pareja que requiere soluciones. Y así como los dos se asumen como parte de un problema, de ellos dependerá ver las maneras de regular el uso.
Uno de los puntos es plantear si es urgente dar respuestas o pueden esperar. Bien sabemos que nuestra cabeza convierte las situaciones en importantes o urgentes, sobre todo cuando la percepción de los mensajes es la ansiedad. Los dispositivos funcionan como prolongaciones de uno mismo y el acto que supone su uso se convierte en involuntario, como mover una mano o un pie: lo hacemos sin pensar en lo que estamos haciendo y una vez que está en nuestras manos hay que usar sus funciones. A este acto de proximidad e inmediatez con uno mismo se le debe anteponer la distancia y la espera. Si lo alejamos de nuestros cuerpos, si pensamos que lo importante es estar con el otro “cara a cara”, si escuchamos, vemos, sentimos, es decir, si activamos los sentidos para estar con el otro, la oferta tecnológica se tendrá que acostumbrar a esperar.
Las formas de la dependencia
Se sabe que la dependencia a los smarphones es fuente de ansiedad, y aunque no nos demos cuenta, la necesidad imperiosa de estar conectados, de recibir respuestas rápidas cuando se envían mensajes, de saber qué hacen los demás, de exponer imágenes y estar atentos a los like recibidos, son todas muestras de altos grados de ansiedad. Las experiencias de vida están entrelazadas por el uso de la virtualidad; en cada relato siempre aparecen mensajes, fotos, videollamadas, conflictos, mediados todas por el uso del dispositivo. Hay personas que tienen más de un aparato con la finalidad de llevar la vida privada separada del trabajo, sin embargo, esta separación instrumental no actúa de la misma manera en el cerebro ya que este no distingue entre una y otra.
¿Qué es el FOMO?
Una denominación que se está haciendo cada vez más conocida es FOMO (fear of missing out) o “el miedo a perderse algo mejor”, cuando la persona, redes sociales mediante, se entera en el instante lo bien que la están pasando los demás (amigos, pareja, compañeros de trabajo, etc.). En realidad, es un sentimiento de aprensión, de inquietud, de estar excluido de eventos que otros disfrutan (lo más frecuente es que las fotos o comentarios en las redes aludan a lo bien que se la está pasando).
El FOMO es una de las expresiones de la ansiedad que dispara el contenido de los teléfonos, el saber al instante lo que hacen los otros. Influyen también en la vida en pareja ya que no se está ni en un lado ni en el otro, “si estoy con mi pareja estoy pensando qué estarán haciendo mis amigos”. El FOMO está íntimamente ligado a los cambios sociales y a la necesidad de equilibrar los espacios personales con los compartidos, lo cual supone en el caso del FOMO, la imposibilidad para hacerlo.
Nomofobia
El término nomofobia alude a la ansiedad intensa que aparece cuando la persona se anticipa o está frente a la acción concreta de apagar el celular o desprenderse de él, aunque sea por un momento. Es otra de las conductas desadaptativas que ocasiona incremento de la angustia (incluso con síntomas de pánico), miedo, y además alteraciones del sueño. Las personas con nomofobia están atentas a mantener siempre el celular a mano, a cargar sus baterías, disponer de otro aparato (por las dudas) y a dormir con el dispositivo encendido con el argumento de que puede ocurrir algo urgente. En realidad, es otra de las formas de expresión de la dependencia al móvil, se acerca al concepto de fobia por el miedo intenso que provoca el pensar en no tenerlo y los numerosos recaudos para estar siempre conectada.
Phubbing o ningufoneo
La palabra phubbing deriva de la conjunción de Phone (teléfono) y snubbing (desprecio o desaire). Significa ignorar al otro o a los demás mientras se está con el celular. No presume un malestar hacia la otra persona, pero si la dependencia al teléfono móvil que impide prestar atención a quien nos acompaña.
Con solo observar una reunión de amigos, de familia o de trabajo, nos daremos cuenta de naturalización del uso, tanto que se habla de reciprocidad de la conducta. Basta con que uno agarre el celular para que los demás imiten la conducta. El phubbing no solo impide la comunicación cara a cara (lo cual imposibilita la recepción y decodificación de las señales gestuales), sino que provoca un distanciamiento real de los otros. Y, como consecuencia, aparecen en los demás sentimientos de rechazo, de sentirse excluido, de no ser tenido en cuenta. Es frecuente escuchar “le hablo y no me contesta”, “siempre está con el celular y no podemos hablar temas importantes”, “lleva el celular a la cama y se rompe toda la magia del encuentro”, etc. Si bien es una conducta desadaptativa del usuario, la otra persona se siente excluida, desconfirmada, como si su existencia dependiera del encendido o el apagado del aparato. Esta vivencia es más profunda que la indiferencia (que puede ser intencional), se vive como un “no existo”, “no soy”, “no estoy”.
Efectos en el cerebro:
Existen estudios recientes como el de la Universidad de Heidelberg, Alemania (junio de 2020) realizado en individuos con y sin dependencia a los teléfonos celulares que ponen en evidencia los cambios en la sustancia gris de la corteza, fundamentalmente en la región anterior del lóbulo de la ínsula, región en íntima conexión con el Sistema Límbico (centro de las emociones). La ínsula es una región localizada en la profundidad del cerebro que regula los deseos y las respuestas de recompensa. La disminución de su función provoca a la aparición del craving (ansia), es decir de la sensación subjetiva de búsqueda inmediata de placer, lo que dispara, como consecuencia, el impulso para obtenerlo en forma rápida, esto mismo ocurre en las adicciones a sustancias.
Abordajes terapéuticos
Respecto al tratamiento existen terapias de tipo cognitivo conductual que tienen como objetivo modificar las conductas de consumo problemático, además se implementan una serie de medidas generales como dejar en dispositivo solo las funciones esenciales, desinstalando las aplicaciones de redes sociales y otras que no son necesarias para el trabajo, la educación o las relaciones interpersonales.
También se indican horarios limitados de uso, apagar el celular durante la noche y dejarlo en otro sitio, alejado de la cama; usar solo un dispositivo, comprometerse a apagarlo durante las relaciones interpersonales, etc. Si bien no existen tratamientos farmacológicos específicos se pueden indicar antidepresivos o estabilizadores del ánimo para los trastornos relacionados, como los de ansiedad o depresión, siendo la prevalencia de ambas más frecuente en todo tipo de conductas de dependencia.
Walter Ghedin, (MN 74.794), es médico psiquiatra y sexólogo
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