El vínculo y los paisajes entre las playas, los bosques y las dunas constituyen el patrón de identidad y uno de los principales atractivos de Pinamar. Pero además, el balneario atesora un patrimonio arquitectónico de gran relevancia, con construcciones que siguen en pie y que evidencian costumbres y modelos de otra época.
A continuación, cinco lugares emblemáticos que forman parte de la etapa fundacional y cuentan la historia de uno de los centros turísticos de excelencia de la Costa Atlántica.
Viejo Hotel Ostende
Ubicado en la esquina de Biarritz y El Cairo, se inauguró en diciembre de 1913 con el nombre de Hotel Termas. El proyecto nació con 80 habitaciones, y ya desde sus inicios ofrecía amplios salones, espacios para juegos, lectura y esgrima, fábrica de pastas y repostería, restaurantes y jardines de invierno. Actualmente mantiene gran parte de la arquitectura de aquellos años. La estructura en forma de pentágono, con torre y mirador central, se conservó casi en su totalidad, y en el mobiliario y las ornamentaciones del interior brota el espíritu de un siglo atrás.
Hoy, siendo un punto icónico para el turismo local, funciona con 50 habitaciones entre la parte antigua (las habitaciones conservan los pisos de madera originales, roperos añejos y no poseen aire acondicionado) y la remodelada para optimizar los servicios.
El hotel estuvo desde siempre ligado a la literatura y se destaca por sus visitas ilustres. En el primer piso se ubica intacta la habitación 51 en la que se alojó el huésped más célebre: el escritor francés Antoine de Saint Exupery, autor de El Principito, quien se hospedó en el hotel durante dos veranos consecutivos a principios del siglo XX. Es un espacio abierto al público.
También los escritores argentinos Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo eligieron el hotel. Fueron huéspedes en la década de 1940 y se inspiraron en él al escribir su novela policial Los que aman, odian, en la que el Viejo Hotel Ostende aparece como una imagen fantasmagórica entre las dunas.
Símbolo de resistencia, este establecimiento hotelero subsistió a los embates de la naturaleza. De hecho, fue lo único que sobrevivió de la planificación original de la colonia de inmigrantes belgas que llegaron a esta localidad con el proyecto bajo el brazo de construir, además del hotel, ramblas y caminos que se vieron rápidamente cubiertos por la arena. Eso le sucedió al siguiente lugar emblemático.
La rambla de Ostende
Es otra de las iniciativas de quienes bautizaron a la localidad de Ostende en honor a la ciudad del mismo nombre ubicada en Bélgica, sobre el Mar del Norte. A comienzos del siglo XX los balnearios eran distinguidos por la infraestructura arquitectónica que le daba un valor agregado a la belleza de sus playas. En ese contexto, la Compañía de Navegación Lloyd Ostende se adjudicó la construcción del muelle y la rambla sur, dos piezas claves para impulsar el desarrollo urbanístico de una villa balnearia con aires europeos, según se desprende del “Libro de huéspedes. 100 años del VHO” (una investigación de Eternautas).
La rambla de cemento y conchillas fue proyectada con 6 metros de ancho y preveía a lo largo de su trazado 16 chalets con escalinatas que descendían hasta la playa. Se constituiría así un área dedicada exclusivamente al turismo, en la que debajo del paseo público de hormigón habría vestuarios para que los bañistas pudieran cambiarse.
La firma Marcelo Prudent y Cía., concesionaria de la Internacional Hennebique, quedó a cargo de la realización, que comenzó en 1912 y que mostraba la mano de obra japonesa: el proyecto generó empleo para un grupo trabajadores de origen asiático que residían en la llamada “Colonia Tokio”, localizada a unos pocos kilómetros de distancia.
Sin embargo, las dificultades surgidas a partir de la Primera Guerra Mundial, junto a otros acontecimientos, truncaron las obras y marcaron el fin del proyecto. Con el correr de los años, lo construido fue quedando sepultado por la arena.
Así permaneció hasta inicio de los 90 cuando se llevó a cabo un trabajo de excavación y, posteriormente, se nombró al lugar patrimonio histórico de la ciudad. Hoy en día los vestigios de aquella ambiciosa obra asoman frente al mar. El avance de la naturaleza nuevamente dejó a la vista solo parte de la plataforma. Dos columnas piramidales y algunos de los escalones de acceso a la playa lucen casi escondidos entre las dunas.
“La Elenita”
En 1930 el ex presidente argentino Arturo Frondizi y su familia conocieron las costas de la villa balnearia y quedaron encantados. Fue así que cinco años después decidieron construir una pequeña y sencilla casa de pinotea sobre pilotes frente al mar, para veranear en familia, disfrutar de la tranquilidad del lugar y descansar en conexión con la naturaleza.
Pionera de su época, tiene apenas 30 metros cuadrados y fue bautizada con ese nombre en honor a la única hija del matrimonio del ex mandatario con Elena Faggionato.
Representa un legado cultural para el país, que también ha tenido que lidiar con el entorno natural: había muchas otras viviendas de similar diseño en la zona pero la única que perduró al paso de los años fue La Elenita. No obstante, fue víctima de sudestadas y del avance de los médanos en más de una ocasión. Además sufrió algunas usurpaciones.
En 1993, una sobrina política de Frondizi, María Mercedes Faggionato, encabezó una refacción general y en 2002 fue declarada Monumento Histórico Provincial.
Hoy es un lugar imperdible en una visita a Ostende. Se encuentra al lado del balneario El Faro y se llega bajando por la calle Estocolmo. Un cartel a su ingreso muestra distintas fotos de las vacaciones del ex presidente y su familia.
Playas Hotel
Pinamar se presentó en sociedad como balneario el 14 de febrero de 1943 y los primeros visitantes, la mayoría de ellos invitados especialmente, se alojaron en el entonces llamado Hotel Pinamar, actual Playas Hotel.
Con la idea de albergar a los turistas e inversores que llegaban a conocer el por entonces flamante destino turístico argentino, comenzó a edificarse en 1939 y se inauguró tres años más tarde. De la mano de Jorge Bunge -fundador de la ciudad-, complementariamente se construyó la usina eléctrica, el primer centro comercial y se prosiguió con las plantaciones para seguir fijando los médanos. Todo en el marco de un proyecto que consistió en lograr un balneario que uniera en forma armoniosa el mar con el verde de la naturaleza. Así, Pinamar comenzó a crecer de a poco alrededor de este hotel.
El lugar atesora en su interior y en su fachada la estructura edilicia de la época, y en la actualidad tiene un atractivo extra: es uno de los espacios que donde se pueden apreciar las 60 esculturas distribuidas en sitios públicos y privados como parte de la iniciativa del Paseo Escultórico de Pinamar (PEP).
Este verano, además, en sus instalaciones hizo su estreno el restaurante Molusca, del chef Dante Liporace. A diferencia de otros establecimientos hoteleros mencionados en esta nota, permanece abierto todo el año.
La Vieja Hostería
Otro de los alojamientos hoteleros históricos que cobraron un rol protagónico en la etapa fundacional de Pinamar y Ostende. Fue construido en 1947 por Bunge mientras el Playas Hotel agrandaba sus dimensiones. Se localiza en Del Tuyú 169 y su funcionamiento mutó a lo largo de los años: al principio fue la primera hostería de la ciudad (tenía cuatro habitaciones al momento de su inauguración), luego pasó a ser un lugar de oficinas y posteriormente se reformó en vivienda de los empleados administrativos que trabajaban en Pinamar S.A. y vendían los lotes del nuevo balneario turístico.
Tras varios años con puertas cerradas al público, hace poco más de una década fue totalmente reciclada. La puesta en valor estuvo a cargo de la arquitecta Silvina Zubiarraín y un equipo conformado por ingenieros, artistas plásticos y diseñadores gráficos. Juntos convirtieron el lugar en una hostería boutique que respeta su fachada original y el valor de la historia en cada uno de sus rincones. Una particularidad que la distingue: cada habitación lleva el nombre de los primeros balnearios, de las primeras postas y de las estaciones ferroviarias de la región.
La decoración del interior refleja un clima de antaño. Tanto que los administradores aseguran que desde el momento que se ingresa a La Vieja Hostería, los visitantes “se sentirán transportados a mediados del siglo pasado”.
SEGUIR LEYENDO: