Tan solo un día después de Halloween, se conmemora este enigmático día en diferentes partes del mundo, con bailes, altares de muertos con grandes ofrendas y celebraciones especiales. Se trata de un homenaje a las personas fallecidas de cada familia, que nació en México y hoy se festeja en múltiples países, especialmente donde viven poblaciones indígenas.
Declarado como Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco, el Día de Muertos contiene muchas tradiciones especiales para honrar a las personas que ya no están vivas. En México, es reconocido como una especie de símbolo de identidad nacional. Existe una fuerte creencia de que sus almas regresan al mundo de los mortales: el 1 de noviembre los niños, y al día siguiente los adultos.
Así, no se contempla a la muerte como una falta, se la observa como una especie de presencia viva, que trasciende la eternidad y se materializa en esa fecha en el altar. La creencia dice que los difuntos conviven con las familias ese día y disfrutan junto a ellas la comida de la ofrenda.
“La tradición del Día de Muertos viene desde nuestro pasado prehispánico. Las antiguas civilizaciones que poblaron lo que hoy es México honraban la muerte como una consecuencia de la vida y parte del ciclo de la naturaleza”, aseguraron desde la web de la 15a edición del Festival de Tradiciones de Vida y Muerte.
“El 1° de noviembre es el festejo del Día de Todos los Santos en la tradición católica y cuando se recuerda a aquellas personas que murieron sin ser beatos o santos, así como quienes partieron siendo aún niños. Ese día tiene lugar una tradicional misa en la explanada del parque Xcaret. El Día de los Fieles Difuntos es el 2 de noviembre y se ora por todas aquellas ánimas que aún no han recibido acceso al paraíso. Durante los días en que se celebran a los muertos, nuestros seres queridos pueden volver del más allá por algunas horas para visitar a sus familiares y estar cerca de ellos una vez más”, explicaron.
Altar de muertos
Una de las costumbres más difundidas de este día es la realización de altares, que se montan días previos a las celebraciones en las casas y sobre las tumbas de los difuntos. Se colocan allí objetos de la persona honrada, elementos especiales y ofrendas de comida a modo de banquete.
Hay diferentes fechas para su preparación. Quienes lo hacen desde el 28 de octubre es para los fallecidos de forma violeta o “ánimas del purgatorio” es decir almas que son consideradas de tal modo que deben ser perdonadas de sus pecados.
Otras familias preparan los altares a partir del 31 de octubre, debido a que desde el 1 de noviembre se recuerda a las ánimas de los niños y a partir del día 2 a los adultos.
Algunos de los elementos que llevan generalmente los altares son sal, como elemento de purificación; velas, tanta cantidad de velas como de almas que quieran recibir, para alumbrar su camino entre otras cosas; pan que simboliza el “cuerpo de cristo”; y agua, para calmar su sed tras el recorrido.
Además, suelen contener flores, copal, incienso, calaveras de azúcar, petate (alfombra especial tejida), licor, cruz de ceniza y comida, los cuatro elementos de la naturaleza (tierra, viento, agua y fuego) simbolizados de diferentes maneras, y más.
El ritual de la visita
Visitar la tumba de los difuntos es una de las prácticas que por ejemplo en México se realizan también el día de la muerte del ser querido, en su cumpleaños o en una fecha representativa para la familia y en la que se toma un momento para conmemorar y recordar a la persona. En Día de Muertos se vuelve una visita especial ya que la conmemoración se presta para recordar, de manera colectiva, a los difuntos.
Muchas personas ponen sus ofrendas en los panteones. La cercanía física con los restos del difunto en esta fecha se ha vuelto el centro de prácticas como la del pueblo de San Andrés Mixquic, en la alcaldía Tlahuác, donde cada año se realiza “La Alumbrada”, un espectáculo donde las gran cantidad de velas ilumina el camino de los muertos que volverán a ese lugar a disfrutar las ofrendas de sus seres queridos.
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