Edna Woolman Chase fue la primera gran editora de la ya centenaria revista estadounidense Vogue y, sin dudas también, primera dama de la moda. Editora en jefe desde 1914 a 1952, tuvo que lidiar con los sucesivos editores de la versión francesa de la publicación y hasta con el nazismo que prohibió durante 5 años la salida de la revista en Francia.
Su sello quedó marcado para siempre en el negocio de la indumentaria. Con la Primera Guerra Mundial y el cierre de los talleres de costura de París, se vivió un prolongado vacío de discurso en la moda. Pero la gran editora no se quedó quieta: logró organizar el primer desfile de la historia de la mano de diseñadores de EEUU e impulsar esta industria en territorio estadounidense.
Con la dirigencia y empuje de Edna, los medios de comunicación de todo el mundo voltearon hacia Nueva York con Vogue liderando la visibilización de la moda norteamericana como exponente mundial. Así, su huella quedaría marcada para siempre en la industria y las tendencias de todo el mundo.
Nació en 1877 en Nueva Jersey y pasó por diferentes situaciones familiares a lo largo de su crecimiento: fue criada por sus padres hasta que se divorciaron, y desde allí pasó el resto de su infancia con sus abuelos. En su adolescencia, sin embargo, se mudó a Nueva York con su mamá.
Chase se casó en 1902 con un comerciante que lograría un importante puesto en el Hotel Colonial de Nueva York, Francis Dane Chase; y tuvo a su única hija con él: Ilka Chase. Con el tiempo, se divorció y se casó con el ingeniero Richard Newton.
Mientras su vida personal seguía su curso, Edna, en todo adelantada a su tiempo, decidió no quedarse en su casa y hacer foco en su vida laboral. El camino para llegar a convertirse en editora de Vogue fue largo y empezó de foja cero.
Entró a trabajar allí con solo 18 años de edad: su primer puesto lo desempeñó en la sala de correo. Se dice que fue la persona que produjo más sobres con formularios de suscripción del área. Pronto se abrió camino por los departamentos de arte y maquillaje, donde empezó a trabajar en el mundo del diseño y fue ascendiendo paulatinamente en la escala gerencial.
A pesar de estar divorciada, tuvo que seguir trabajando con su nombre de casada por pedido del magnate de los negocios estadounidense Condé Montrose Nast, que se había hecho cargo de Vogue en 1909. Estratégica y pragmática, Edna decidió acceder para poder seguir haciendo carrera.
Fue designada como editora gerente de la revista en 1911 y editora en jefe en 1914, puesto que ocupó hasta su retiro, en 1952. Luego, se hizo cargo de la presidencia del consejo editorial y en 1954 publicó su maravillosa autobiografía “Always in Vogue”.
Apenas fue designada como editora en jefe, en 1914, pisó fuerte y empezó a marcar con firmeza el camino: llevó adelante el primer desfile de moda de su país, en tiempos en que París era la capital indiscutible de la moda a nivel mundial.
En aquellos tiempos, la mayor parte de la indumentaria representada por Vogue era parisina, y esto complejizaba muchísimo la realización del evento debido a las duras consecuencias de la Primera Guerra Mundial y los consecuentes cierres, obligados, de los talleres de costura parisinos.
Pero Edna no se dio por vencida, logró sustraerse de la primacía de Francia como capital de la moda y decidió encomendar los diseños a modistas en Nueva York, lo cual finalmente se constituyó como un gran aporte debido a la cadena de comercio que esto generó: desde las modistas hasta los fabricantes y consumidores, con posibilidad de acceder a piezas locales de calidad a precios moderados.
Así, con la consigna “más gusto que dinero” siempre en alto, la editora de Vogue se constituyó como un eslabón clave en la construcción de cimientos de la moda estadounidense y marcó lo que serían sin duda directrices primordiales para el sector no sólo en su país sino en el mundo entero.
Con Edna como editora en Jefe, Vogue sobrevivió las dos guerras mundiales y también logró expandirse: se fundaron ediciones en Inglaterra y en Francia. Y con la caída de la moda parisina, la moda estadounidense tomó su lugar. En 1914, por ejemplo, en Vogue se publicaron títulos de artículos como “La presentación de Vogue de las modas norteamericanas mientras París está en guerra”.
Y sus contribuciones no pararon. Tal es así que, por ejemplo, en 1928 convocó a 17 mujeres del mundo de la moda para publicitar el diseño estadounidense y destacar el papel de la mujer en la industria. Creó así lo que unos años después se transformaría en la organización sin fines de lucro Fashion Group International, que continúa en funcionamiento al día de hoy, con más de 5.000 miembros en la industria de la moda.
De carácter fuerte, fue la antecesora de Ana Wintour Y tuvo varias frases célebres:
“En Vogue no nos tiramos al subterráneo, querida. Si es el caso, tomamos pastillas para dormir”, le dijo a una empleada que entró en crisis con el trabajo periodístico.
“La moda se puede comprar, el estilo se debe poseer”.
Según el artículo “Gender, Media and Power: A Look at Fashion Magazines for Women. The Case of Vogue”, de Andrea M. Madero Castro, a pesar de que las mujeres de la revista eran delgadas, este no era el objetivo físico a lograr en el periodo de entreguerras sino que “el concepto de belleza se relacionaba, más bien, con la afluencia económica y con el consumo de fajas y de prendas que dieran en cada momento la apariencia de la figura curvilínea que era tendencia”.
“La Vogue de Edna Woolman Chase no exigía una modificación de la carne; lo importante era lo visual, lo que se mostraba en público, el espectáculo. En privado, el corsé podía quitarse y el cuerpo sería libre de ser como en realidad era. Lo privado no demandaba belleza de las mujeres, pero lo público sí, y ésta se consideraba como un atributo dado por medio del consumo”, enfatiza la autora.
Y continúa: “La Vogue de Edna Woolman Chase entendía la belleza como el ajuste del cuerpo para mostrarse en público, así como un símbolo de afluencia y de modernidad en las mujeres. Este concepto de belleza se basaba en disciplinar el cuerpo sólo en los momentos en que una mujer se encontrara en público; sin embargo, se mantenía el respeto hacia el cuerpo como era en lo privado al quitarse las prendas que por momentos lo sometían a la figura presentada por Vogue”.
En 1954 publicó su autobiografía junto a su hija. “Viendo mi vida en retrospectiva, recuerdo mis logros, mis fallas, la moda que vi, la moda que viví, la moda que elevé, la revista que impulsé, los diseñadores que descubrí, las personas con quienes trabajé y los eventos que organice. Es difícil recordar todos los detalles de mi vida, sobre todo ahora que estoy escribiendo mis memorias para sacarlas al mundo. Creo que le voy a poner “Siempre en Vogue”, comenzó.
“Siempre en Vogue, porque mi nombre, Edna Woolman Chase, sigue en la memoria de muchos y gracias a mis esfuerzos permanecerá por siempre en lo que sé que será una revista icónica”.
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