¿Qué son la bulimia y la anorexia? Los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) se caracterizan por tener “una alteración definida del patrón de ingesta o de la conducta sobre el control del peso, que produce un deterioro físico y psicosocial”, según la Asociación Española de Pediatría (AEP).
“En consecuencia, aparece una malnutrición que afecta a todo el organismo y al funcionamiento cerebral, lo que perpetúa el trastorno mental. Esta alteración de la conducta no debe ser secundaria a ninguna enfermedad médica o psiquiátrica. Se ha relacionado con una seria morbilidad, así como una significativa mortalidad, constituyendo un problema de salud pública, por su curso clínico prolongado y su tendencia a la cronificación”, asegura AEP.
Entre los TCA existentes, se encuentran la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, enfermedades que suponen grandes riesgos para el corazón.
En diálogo con Infobae, la doctora Mónica Katz, fundadora del Equipo de Trastornos Alimentarios del Hospital Durand y ex presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), relató que “quienes sufren anorexia nerviosa severa llevan adelante una grave restricción alimentaria y, por lo tanto, pueden presentar un cuadro de desnutrición severo”.
En cambio, en la bulimia suele haber una importante frecuencia de atracones, es decir mucha comida en corto tiempo y a gran velocidad, con mecanismos compensatorios como vómitos, ejercicio extenuantes, ayunos prolongados o ingesta de diuréticos y laxantes, entre otros. A su vez, existen algunos cuadros mixtos, con características de una y otra.
“Mientras dura la bulimia nerviosa, los riesgos son más que nada cardiovasculares porque el cuerpo pierde líquidos y minerales, con diuréticos, laxantes, vómitos, con lo cual es muy fácil que hagan arritmias severas. El gran riesgo de muerte súbita tiene que ver con trastornos del ritmo cardiaco”, explicó Katz a Infobae. “En la anorexia nerviosa, las complicaciones también son cardiovasculares”, agregó, como arritmias y disminución del ritmo cardiaco, entre otras.
Y detalló: “En anorexia, cuando el cuerpo no come trata de ahorrar y entonces disminuye la excreción fecal de grasas, y es muy común que suba el colesterol. Es muy habitual también el cuadro sincopal, es decir la pérdida de conocimiento por disminución brusca de la irrigación al cerebro. La función cardíaca está alterada, hay menor volumen de sangre, hay una bomba cardíaca que funciona mucho menos porque es un corazón pequeño, con lo cual resistencia al ejercicio es mucho menor y ante cualquier esfuerzo, como pararse, los cuadros sincopales son muy comunes, y se pueden caer y golpear”.
Según un estudio italiano, la anorexia nerviosa es un trastorno alimentario que afecta con mayor frecuencia a las personas de sexo femenino en la adolescencia y, en estos sujetos, “las complicaciones cardiovasculares son la principal causa de morbilidad y mortalidad”.
Otro estudio aseguró que “la anorexia nerviosa presagia la mayor mortalidad entre las enfermedades psiquiátricas” y que aunque parte de ese riesgo se atribuye al suicidio, “es probable que muchas muertes sean de etiología cardiovascular”.
Por otro lado, en relación a la bulimia nerviosa, una investigación canadiense publicada en JAMA Psychiatry halló que este trastorno puede estar asociado con el riesgo a largo plazo de cualquier enfermedad cardiovascular, y sugirió “que las mujeres con antecedentes de bulimia nerviosa deben someterse a exámenes de detección de enfermedad cardiovascular isquémica con regularidad”.
Asimismo, otro estudio publicado en Scielo advierte que las complicaciones cardiovasculares pueden ocurrir “hasta en el 80% de los pacientes adolescentes con trastornos alimentarios” y que representan el 30% de su mortalidad.
“La persona que padece un TCA sufre una fuerte preocupación por su peso, por su imagen corporal y una baja autoestima, entre otros”, especificó a Infobae la psicóloga Mara Fernández, especialista en Trastornos de Conducta alimentaria.
“Para que una persona pueda desarrollar un TCA, se debe dar una combinación de cuatro factores”, introdujo. “El factor biológico, alguien de su familia padece o padeció un TCA; el factor psicológico, relacionado con el perfil de personalidad de la persona, si sufrió algún evento traumático en la infancia, si hay algún duelo no resuelto; el factor familiar, anclado con qué representa la comida para esa familia, si la hora del almuerzo o la cena es un momento tenso o un momento que se disfruta, si se habla de dietas, si el factor estético tiene gran relevancia o no: y el factor social, que funciona habitualmente como desencadenante, como las redes sociales, los medios de comunicación y las publicidades que se consumen en relación a productos para adelgazar”.
Fernández explicó que el tratamiento para el TCA debe ser multidisciplinario, con profesionales médicos, psiquiatras, psicólogos y nutricionistas, para lograr una asistencia integral. “Suelen ser tratamientos largos y complejos ya que uno de los rasgos de este tipo de desorden es el de la falta de conciencia de enfermedad en los cuales la persona no registra las consecuencias negativas de su patología, y esto dificulta la adherencia al tratamiento”, detalló.
“Por eso, es imprescindible el rol de la familia y su apoyo. Un desorden alimentario no es algo que se cura para siempre, ya que está la posibilidad de tener una recaída ante una situación de estrés o una situación traumática, y pueden reaparecer los síntomas. Entonces, la persona se puede rehabilitar y tener herramientas para que, ante momentos de alerta, pueda tomar conciencia y aplicarlas”, añadió.
¿Cómo prevenir los TCA? Según Fernández, la familia debe favorecer la construcción de una autoestima adecuada a través de mirada afectuosa, buen trato, y la priorización de “valores antes que el peso, figura e imagen”. Además, evitar hacer dietas agresivas, sobre todo aquellas no recomendadas por profesionales especializados y copiadas de revistas o celebridades.
Asimismo, recomendó “comer en familia y evitar que sea un momento de conflicto”, generando en cambio momentos de intercambio de experiencias y de buena comunicación.
Además, “tratar de no hacer criticas o comentarios del cuerpo propio o de los demás”, fomentar una alimentación saludable sin ser extremistas ni catalogar los alimentos como buenos y malos, y promover cuidado del cuerpo sin tomar la imagen como sinónimo de éxito, “sino desde el lado de una relación sana”, en consideración de que el mismo cuerpo nos va acompañar el resto de nuestra vida.
¿Cómo cuidar el corazón desde la alimentación? La doctora Katz señaló que “el patrón mediterráneo es el que protege al corazón, esto implica mucha fruta, verdura, legumbres, nueces, aceite de oliva, cereales enteros e integrales, fideos de buena calidad, de trigo candeal, y alimentos fermentados, como yogur, miso, kéfir o chucrut”.
Para finalizar, en relación a las personas que padecen bulimia o anorexia, Katz explicó: “entre todos armamos un ideal estético mortífero que nadie cuestiona, con eje en la delgadez. Hoy la delgadez todavía es sinónimo de belleza, y ese mandato e ideal estético mortífero es validado socialmente mientras muchos van muriendo buscando ese ideal inalcanzable para la mayoría”. “Hay que levantar el tenedor y cuchara sin tenerle miedo a la comida”, apuntó. “Y comer de modo saludable. Nadie quiere que alguien sea gordo, por una cuestión de salud. Lo que queremos es que vuelvan a comer, para tener una vida feliz y un cuerpo cómodo”.
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