Bar Tuñin, un emblema gastronómico del box argentino que busca recuperar su identidad

Cerrado por cinco años, el icónico bar de Almagro donde pasaron varias leyendas del boxeo, reabrió sus puertas. Las historias entre pizzas y cafés

Con la reapertura, Tuñin recuperó la tradición de la pizza al molde (Foto: Nicolás Stulberg)

Emblema de Almagro, reabrió el Tuñín y la historia del barrio está más presente que nunca. Es la cuarta pizzería más antigua de la Ciudad de Buenos Aires y hoy pueden disfrutarse todas sus pizzas al molde con calidad suprema como si el tiempo no hubiera pasado, aunque en un ambiente renovado.

Fue cerrada en 2016 y un grupo de empresarios innovadores compró el fondo de comercio para realizar las reformas necesarias para modernizarlo y recuperar su impronta.

“Acá contaron sus penas y celebraron sus fantasías los grandes boxeadores de la historia argentina, en este piso, mirado por estas paredes”, se emocionó un ex vecino del bar. “Yo venía a comer pizza parado al fondo, había un español que cortaba la pizza con un cuchillo a una velocidad espectacular y jamás se rosaba un dedo, todos venían a ver el horno de leña y cómo te hacían la pizza a la napolitana a la vista”, recordó.

Fachada del Tuñín luego de su reapertura (Foto; Nicolás Stulberg)

Infobae fue recibido por Martín Fernández, uno de los empresarios que se aventuraron a recuperar esta tradicional esquina de Avenida Rivadavia y Castro Barros. “Nos gustan los iconos de la ciudad, nos gusta ponerlos en valor”, expresó, que es parte de un grupo que también gestiona la pizzería El Imperio. “Cuando llegamos, la casa estaba muy desgastada, los techos de madera se estaban viniendo abajo y tuvimos que cerrar por años por la cantidad de reformas que se precisaban y porque los permisos de obra demoran su tiempo”, relató.

La pizzería abrió por primera vez en 1941 en La Boca, y era conocida como “Tuñin de la Boca, el rey de la fainá”. Su fama trascendió el barrio y en 1955 abrió una sucursal en Almagro, que es la única que sigue vigente. Tradicional y con una calidad gastronómica superior, era lugar de encuentro de personas de diferentes puntos de la ciudad que se acercaban a disfrutarla. Pero el furor de la pizzería no llegó sino hasta 1987, cuando el Luna Park cerró sus persianas para el boxeo y todo el boxeo profesional se trasladó a la Federación Argentina de Box (FAB), ubicada a solo metros del Tuñin.

En la pizzería confluyen personas de todas las generaciones (Foto: Nicolás Stulberg)

Volver a este espacio, poder sentarme en una de estas mesas, al igual que lo hacía cada sábado luego de ir a la FAB no tiene precio, no puedo siquiera explicar con palabras semejante significado. Estoy viejo y mis dientes son antiguos, pero sigo disfrutando la pizza como en aquellos tiempos”, dijo Jorge a Infobae, sentado junto a uno de los grandes vidrios del bar, que permiten una vista panorámica del barrio.

“Había escuchado hablar de la pizza de este lugar pero nunca la había probado, estoy impresionada con la calidad y con lo bien puesto que está el espacio. Mucho vidrio, gran amplitud, extremadamente limpio, y muy buena atención”, comentó Gisella, una joven estudiante de psicología que se hallaba estudiando con su laptop en la mesa de al lado. “Pero lo que más me impresiona es el horno que han construido”, agregó.

El horno fue construido por el hornero Walter Cossalter (Foto: Nicolás Stulberg)

Lo cierto es que hoy concurren a la pizzería diferentes generaciones, así como confluyen la historia y la puesta moderna del lugar. Todo lo que se pudo restaurar, se restauró. Y lo que no, por cuestiones de seguridad, fue reformado. Además, incorporaron maquinarias nuevas y mucha tecnología que permite procesos de fabricación más veloces.

Aún así, y sin lugar a dudas, mantiene su impronta e historia: los cuadros de los boxeadores, por ejemplo, fueron trasladados al entrepiso y ocupan una pared entera a modo de homenaje. Y aseguran que tienen muchos más y están planificando incluirlos en el salón principal. “Tiene impronta moderna sin descuidar lo tradicional, nos gusta mantenerlo vivo”, enfatizó Fernández.

Espacio dedicado a boxeadores y boxeadoras, en el entrepiso (Foto: Nicolás Stulberg)

Su horno fue construido por Walter Cossalter, conocido como “el hornero”. Es italiano, tiene 86 años y construyó los hornos de decenas de pizzerías porteñas, que se constituyen como grandes obras de arte. Llegó a la Ciudad de Buenos Aires con 16 años y desde entonces siempre mantuvo el oficio. Como no podía ser de otra forma, el actual horno de Tuñin tiene la huella de sus manos, que le dio capacidad nada más y nada menos que para cocinar 26 pizzas a la vez, sí, en simultáneo.

El horno, la gran barra con tapa de mármol, las luminarias modernas, las pizzas al corte a la vista, la tortera exhibiendo sus delicias, y los vidrios que rodean toda la esquina son solo algunos de los atractivos de este espacio al cual, sin dudas, todos se acercan por la fama de sus pizzas, por su impronta moderna y también su historia.

Salón especial para grupos numerosos (Foto: Nicolás Stulberg)

“Estoy contento que reabrieran porque fue un cambio muy importante, nos pusimos muy tristes cuando cerraron. Hoy es un lugar lleno de vida y movimiento”, expresó David a Infobae, un comensal de 46 años. “Desde que abrió, nos juntamos con mis amigos ahora aquí todos los jueves, y en una mesa de allá, a la misma hora, vemos siempre a un grupo de jóvenes de 20 o 25 años, nos encanta esta confluencia que ganó el bar”.

Pasaron por allí incontables personajes del mundo del boxeo que iban a la Federación Argentina de Box, precisó a Infobae el periodista especializado en boxeo Gustavo Nigrelli. Desde Jorge Fernando “Locomotora” Castro, Juan Martin “Látigo” Coggi, Julio César Vásquez hasta “La Hiena” Barrios, “Maravilla” Martínez y Omar Narváez, entre tantos, además de grandes técnicos y entrenadores. También boxeadoras como La Tigresa Acuña, La “Pantera” Érica Farías y Yésica Bopp, desde que se reglamentó el boxeo femenino.

En 1987 el Luna Park cerró sus persianas para el boxeo y todo el boxeo profesional se trasladó a la Federación Argentina de Box, a solo metros de la pizzería (Foto: Nicolás Stulberg)

Asimismo, relató que durante casi dos décadas, todos los periodistas del ámbito del boxeo se reunían en el Tuñin todos los miércoles y también los sábados luego de las veladas en la Federación Argentina de Box. Se juntaban de todos los medios, todos juntos, para charlar, discutir e intercambiar información y también opiniones. Contó que hubo muchas agarradas e incluso algunas peleas, por la pasión con la que se vivía el box, así como peleas entre técnicos y promotores, con mozos y periodistas interviniendo para ayudar a que reinara la paz otra vez.

El Tuñin, de algún modo, se había convertido en una gran oficina, donde pasaban horas y horas, desde la tarde y hasta la noche, desde dirigentes hasta referentes de prensa, boxeadores y también fanáticos, donde intercambiaban e incluso recreaban escenas una y otra vez, mientras confluían vecinos y vecinas del barrio, habitués del lugar.

Esponjosa y crujiente, sin dudas la pizza al molde del Tuñin es uno de sus mayores atractivos (Foto: Nicolás Stulberg)

Grandes anécdotas vivieron entre esas paredes durante dos décadas, hasta que el universo digital hizo prescindir de la presencialidad y el mundo social alrededor del boxeo se fue disipando. Pero su impronta quedó marcada para siempre, y sus historias acompañarán el sitio sin duda por todos los tiempos.

Las reformas llevaron años y la reapertura estaba prevista para 2020, pero la pandemia lo frenó. Y después de tan largo recorrido, finalmente reabrió en septiembre, antes de que en realidad lo decidieran.

La tortera es una gran atracción de los comensales, que no logran abstraerse de ella a pesar de llegar para disfrutar de la pizza (Foto: Nicolás Stulberg)

¿Cómo antes de que lo decidieran? “La reapertura fue sin querer queriendo, siempre falta algo, pero las puertas estaban abiertas porque los arquitectos entraban y salían, así como los proveedores, y la gente empezó a entrar”, recordó. Y detalló: " En un momento, de repente, vemos sentado a un señor grande alzando su voz: ¡Quiero un café!, decía. Estaba casi llorando. Y así fue que abrimos”.

“Empezamos a recuperar historias a través de los vecinos que vienen y te las cuentan, el barrio está convulsionado, te encontrás con anécdotas que son impagables”, finalizó.

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