Llega la primavera cargada de felicidad, para la mayoría de nosotros es la estación del año más linda y alegre: nos llena de energía, y este año, el segundo en el contexto de pandemia, la esperamos con ansiedad.
Es la estación de mayor luz, el sol brilla más y la temperatura comienza a ascender. Pasamos más tiempo fuera de casa, con ropa más ligera y, por ende, estamos en contacto con mayor cantidad de estímulos.
La luz estimula la producción de serotonina y suprime la producción de melatonina, ambas hormonas regulan los ciclos sueño y vigilia, la energía, el bienestar y el estado de ánimo.
También estimula la mayor producción de feromonas (hormonas sexuales), protagonistas absolutas en las relaciones íntimas. Estas hormonas están presentes en la piel, en el sudor y en la saliva. Son recibidas por el órgano vómero-nasal, accesorio al sentido del olfato. Los olores se comienzan a potenciar con el aumento de la temperatura, son captados por una estructura del cerebro, el sistema límbico. Allí se encuentra el hipotálamo, que regula las conductas sexuales, y ante la llegada de los estímulos, se producen cambios conductuales; entre ellos, la excitación propia de las relaciones sexuales. Se trata, entonces, de modificaciones del sistema nervioso simpático, que desencadena respuestas emocionales y físicas.
Es así, que se produce la atracción entre las personas que emiten y reciben estas señales hormonales. De allí viene la conocida frase “la primavera, la sangre altera”, pues hay un aumento de la libido, del deseo y del enamoramiento.
Otras hormonas que participan en esta revolución primaveral son las endorfinas, liberadas por la exposición a la luz solar. Se trata de neurotransmisores que provocan sensación de satisfacción y felicidad, nos ponen de mejor humor y disminuye los niveles de estrés y la ansiedad (recordemos que el estrés es el principal inhibidor del deseo sexual).
La secreción y liberación de este conjunto de hormonas aumentan el interés por realizar actividades, estar más alertas y llenos de energía, tener mayor vitalidad y mejor humor: ¡los efectos benéficos de la primavera tienen sustento científico!
Pero, como suele suceder, no todas son buenas noticias. En esta época del año, las personas alérgicas no suelen pasarla bien: aparece la secreción nasal, los ojos llorosos, el picor de nariz y ojos, y la nariz tapada. Todo esto causa el efecto contrario al que describimos antes: reinan el mal humor y la irritabilidad. Lo importante en estos casos es no automedicarse y realizar la consulta médica.
Esto sucede todos los años, cada vez más temprano por causa del cambio climático: los vientos aparecen antes de la primavera y comienzan a dispersar los pólenes antes de la llegada de esta.
Una sugerencia para las personas alérgicas es lavarse la cara con agua fría con frecuencia, y evitar la actividad física y el secado de ropa en las horas de mayor concentración de pólenes de árboles, en especial de los plátanos, que son las primeras horas de la mañana.
Cuando aparece el picor de ojos, se recomienda no frotarlos con el dorso de las manos, pues inmediatamente se produce edema palpebral, muy difícil de aliviarlo.
La tos es un síntoma que también aparece con frecuencia y que lleva a la disfonía (voz ronca) que, ante el uso obligatorio de barbijo, hace que la comunicación se entorpezca.
En algunos casos puede aparecer dificultad para respirar y sibilancias, que pueden llevar a un broncoespasmo con necesidad de aire, cuadro que lleva a la consulta en servicios de urgencia.
Lo importante es esperar la primavera lo mejor preparados posible, cuidándonos y consultando al médico ante cualquier duda o síntoma que aparezca. Es fundamental mantener los cuidados relacionados con la COVID-19.
Se vienen tiempos de sol y alegría, y de disfrutar. Si nos cuidamos unos a otros, ¡tendremos una hermosa primavera!
Dra. Stella Maris Cuevas MN: 81701. Médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista. Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
SEGUIR LEYENDO