Miramos el celular 142 veces por día. Sí, usted ha leído bien: tomamos 142 veces el teléfono por distintos motivos solo en el plazo de 24 horas. La información, que se desprende de un estudio realizado por HMD Global -que además indica que pasamos 18 horas y 12 minutos a la semana viendo la pantalla- deja flotado una pregunta imposible de no hacerse: ¿realmente necesitamos revisar tantas veces nuestro teléfono?
Dígame cuánto tiempo se conecta y le diré qué tanto puede llegar a dañarse su bienestar y salud mental. Aunque parece un lema futurista referido quizás al costado menos glamouroso del devenir tecnológico, la frase representa una foto real del consumo de conectividad a Internet y las redes sociales, una moneda corriente de nuestros tiempos. Con la pandemia, esta costumbre no sólo se arraigó entre nosotros si no que se acrecentó y es -para muchos- un modo de vida totalmente natural que, como si fuera una adicción, cuesta desprenderse.
Se trata de una adicción comportamental, que nada tiene que ver con las adicciones a sustancias pero que, según los expertos, puede dañar igualmente nuestra salud. Hoy hablamos por audio de Whatsapp más que por teléfono, compartimos más fotos en Instagram que las propias que guardamos en la galería de una computadora y nos comunicamos por videollamada como nunca lo habíamos hecho en la vida.
Existen -claro- toda una serie de ventajas que la comunicación y la conexión brindan en este mundo cada vez más unido gracias a las ya no tan nuevas tecnologías. Sin embargo, hay una serie de consecuencias en la salud no tan visibles a simple vista y cambios en el modo de memorizar y almacenar datos que se está modificando. Una de las consecuencias se puede traducir -solo por dar un ejemplo- en la nomofobia, una palabra que surge del inglés “no mobile phobia” (fobia a estar sin móvil) y que es el miedo irracional que sienten algunas personas cuando algo les impide interaccionar con su celular.
El 2020 pasará a la historia como un año trágico marcado por la pandemia de coronavirus. Sin embargo, ha sido un año próspero para el mundo digital. Mucha gente se ha conectado por primera vez a Internet para adaptarse a los retos de la pandemia: en enero de este año 4.660 millones de personas en todo el mundo utilizaban internet, lo que supone un aumento de 316 millones (7,3%) respecto al mismo mes del año pasado.
Además, la penetración global de internet se sitúa ahora en el 59,5%. Los datos se desprenden del informe ‘Digital 2021’ elaborado por Hootsuite y We Are Social. El estudio apunta que el usuario medio digital pasa ahora casi 7 horas al día conectado a la red. Haciendo cuentas esto equivale a más de 48 horas por semana. Si suponemos que la persona promedio duerma entre 7 y 8 horas al día, esto significa que ahora pasamos el 42% de nuestro tiempo despiertos en línea según la estimación del informe.
Las cifras también muestran que las personas están pasando más tiempo en línea cada día que en años anteriores. El internauta medio pasó 16 minutos más en línea cada día del tercer trimestre de 2020 que en el mismo periodo de 2019, lo que supone un aumento interanual del 4%.
Advierte el informe que, si el uso de internet se mantiene en estos niveles a lo largo de 2021, los usuarios del mundo pasarán casi 12 billones de horas en línea este año, lo que equivale a más de 1.300 millones de años. Por países, los filipinos son los que mayor cantidad de tiempo pasan conectados, un promedio de casi 11 horas al día. Les siguen los brasileños, colombianos y sudafricanos que pasan unas 10 horas en línea al día.
Redes y celular
El número de personas que utilizan redes sociales aumentó más de un 13% en 2020, con casi 500 millones de nuevos usuarios, lo que lleva el total global a casi 4.200 millones a principios de 2021. El número de usuarios de redes sociales es ahora equivalente a más del 53% de la población mundial. En promedio, más de 1,3 millones de nuevos usuarios se unieron a las redes sociales todos los días durante 2020. El usuario típico de las redes sociales ahora pasa 2 horas y 25 minutos conectado a estas cada día, lo que equivale a aproximadamente un día despierto de su vida cada semana.
Además, los usuarios de las redes sociales en el mundo gastarán un total de 3,7 billones de horas en estas a lo largo de 2021, lo que equivale a más de 420 millones de años, según el informe
En este contexto de furor por las redes, los móviles se convierten en la primera pantalla. El informe también señala que los usuarios de Android de todo el mundo ahora pasan más de 4 horas al día usando sus teléfonos. En total, eso significa que pasaron más de 3,5 billones de horas acumuladas usando sus móviles en los últimos 12 meses. El internauta medio pasa 3 horas y 39 minutos cada día usando internet en su teléfono móvil. Los teléfonos móviles ahora representan el 53% del tiempo que el mundo pasa en línea.
La nomofobia como patología se identificó por primera vez en 2008 y los expertos señalan que quienes la padecen experimentan una gran ansiedad cuando se dan las siguientes situaciones: pérdida de celular, batería o crédito agotado y falta de señal. El primer estudio que dio la voz de alarma sobre este fenómeno lo llevó a cabo el gobierno británico hace cuatro años, con el fin de investigar las ansiedades que sufren los usuarios de telefonía móvil.
Alejandro Guillermo Andersson, médico neurólogo (MN: 65.836), director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA) dice que uno de los rasgos más relevantes de la hiperconectividad es que es un concepto que sintetiza la situación actual del ser humano. “Vivimos conectados permanentemente a la información a través de diferentes dispositivos, radio, internet televisión, teléfonos celulares. Las horas de internet crecen y nuestro cerebro está cada vez más integrado, funcionando y trabajando con la gran red. Nuestras 86 mil millones de neuronas están conectadas a internet a través de los buscadores como si fuéramos prácticamente uno solo”, dice a Infobae Andersson.
Y completa: “Manejamos mucha más información de la que nunca manejó el ser humano, somos más inteligentes pero también somos más dependientes”.
Y los datos están a la vista: en el año 2017 con una población mundial de 7400 millones de habitantes, el mundo tenía 7700 millones de suscriptores a teléfonos celulares, es decir ya en ese entonces habían mas aparatos que habitantes.
Gabriel Lapman, médico especialista en cardiología y medicina de estilo de vida del Sanatorio Modelo de Caseros, dice que esta dosis de pantallas diaria “nos puede llevar a la depresión, la ansiedad, a los trastornos de déficit de atención e hiperactividad, los problemas del sueño”. Por eso es que se recomienda reducir las pantallas por lo menos una hora antes de dormir. “Esta luz azul de las pantallas nos genera un trastorno en la secreción de melatonina que es la hormona del sueño. Viene el estrés con todo esto y ansiedad. Y esto genera que construyamos enfermedades crónicas como el sedentarismo o la depresión. Por lo tanto todo en su justa dosis”, recomienda a Infobae Lapman.
El efecto Google
Todo sabemos a donde ir a buscar las cosas que no sabemos. Sí, Google. Este, tanto solo uno de los buscadores que hay, es una herramienta que incorporamos. Para Andersson, la hiperconectividad tiene que ver con la conexión a este especie de mega biblioteca y base de datos planetaria.
“Yo lo titularía el efecto Google. Esto es lo que transformó la manera que tiene nuestro cerebro de trabajar. Así como la escritura modificó la manera que tenía el cerebro para aprender para trabajar y para resolver problemas, y también lo hizo un poco la calculadora en su momento, el efecto Google es algo que se ha generado en el cerebro y que nos describe la manera diferente que tiene la forma ahora de trabajar y buscar o de tener información para solucionar los problemas”, dice el neurólogo.
Hay estudios que demuestran que hemos perdido la capacidad de almacenar o memorizar datos, porque hemos ganado mucho en la habilidad de buscarlos. “Este es el famoso efecto Google: nos hemos vuelto sumamente hábiles en rescatar esos datos de este sistema de memoria externa. Las personas no memorizan porque confían en que pueden conseguirlos. Es decir confían en su habilidad para encontrarlos”, dice el médico.
El segundo punto importante para el especialista, son las redes sociales. “Los individuos que se conectan entre sí ya no lo hacen buscando tanto un dato informativo, si no que son individuos que se conectan entre sí porque tienen vínculos afectivos, porque comparten actividades, creencias o objetivos comunes. Así que en realidad, acá hay dos caminos que nos han formado en la hiperconectividad: la búsqueda de la información y el hecho de reunirnos virtualmente con la gente que nos interesa, y poder tener una conversación”, apunta Andersson.
“El veneno está en la dosis”, resume Lapman. Es importante darle una dosis moderada a la conectividad, estar un tiempo desconectados, leyendo un libro, tomando un tiempo para nosotros, para meditar incluso. Desde todo punto de vista esto tiene secuelas en nuestra salud. Recomiendo la disminución de la conectividad a las pantallas”, finaliza.
Consecuencias
Andersson dice que no es conveniente demonizar la a la conectividad y la tecnología. “Cada cosa tiene por lo general su lado positivo y negativo. Antes para investigar una enfermedad tenia que consultar el Index Medicus, unas especies de guías telefónicas donde publicaban todos los trabajos científicos del planeta. Todo era de papal obviamente. Nos podía llevar toda una mañana en la Academia de Medicina, por ejemplo. Hoy en día me comunico con un buscador, escribo las palabras claves de lo que quiero, el tratamiento del enfermedad, aprieto un botón y en minutos tengo todas las citas bibliográficas. Toco la cita y me aparece el abstract, el resumen del trabajo científico. Y si toco un poco más, me aparece el trabajo completo. Lo que yo antes hacia en un par de semanas, lo estoy haciendo ahora en menos una hora. Y lo tengo guardado todo digitalmente en la máquina. Esto agranda indudablemente la capacidad de guarda información y solucionar problemas, de aumentar nuestro conocimiento. Nos hemos vueltos más inteligentes. Eso es una realidad”, dice el médico.
Sin embargo, esta hiperconectividad, “comporta el uso excesivo o inadecuado de la tecnología, y por eso también están las ansiedades y los miedos, y la posibilidad de que se anule la creatividad de generar ideas propias. O de no tener un análisis critico de la realidad. O la falta de conocimiento de noticias verdaderas. Claro que esto fomenta el asilamiento y problemas de sociabilización. Esto genera claras adiciones comportamentales y adicciones”, refiere el neurólogo
El ser humano que convive tanto tiempo con la tecnología junto a una necesidad de los jóvenes que están conectados casi desde la primera infancia. “Los niños la tienen en el entorno más cercano desde chicos y luego en el ambiente académico. Una persona revisa su celular 150 veces por día, en un día de 24 horas”, dice Andersson y se pregunta: ¿Cuál es el limite entre la normalidad y una adicción comportamental?
“El 10 por ciento de las enfermedades del planeta corresponden a las adicciones. Uno siempre piensa en sustancias, pero no, quizás las adicciones comportamentales estén creciendo y quizás sea cierto que la cuarta parte de las adicciones del planeta las podamos calificar dentro de la comportamentales. Los comportamientos adictivos, obsesivos, pueden pasar desapercibidos, pero la adicción a la tecnología es real, interfiere con al vida diaria. ¿Esto está bien, tenemos que corregir el rumbo o debemos adaptar nuestra conducta y cuerpo y el cerebro al nuevo escenario que nos está tocando?”, finaliza el médico.
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