El día internacional de la panceta es una celebración nacida gracias al impulso popular, sin embargo, y empezó a celebrarse en los Estados Unidos el sábado anterior al “Labor day” (el primer lunes de septiembre). Con una fuerte presencia en el mercado norteamericano, el mayor consumidor del mundo, la historia de la panceta se remonta a 10.000 años atrás, en Asia central, para desde allí comenzar a conquistar los paladares europeos. Y así nació una especial tradición en Inglaterra, un regalo para matrimonios felices.
Un año y un día de casados
Ahí recién se podía comenzar a reclamar el premio. Libros y hasta películas refieren a esta particular ceremonia según la cual las parejas que hubieran pasado ese tiempo y no se hubieran peleado o no tuviera el más mínimo interés en volver a la vida de solteros, serían acreedores de una panceta, además de recibir los vítores de los presentes en el multitudinario encuentro.
Uno de los lugares donde nos lleva la historia es a la mansión de Whichnoure, que al cumplirse el décimo aniversario del reinado de Eduardo III (en 1336), fue otorgada a Sir Philip de Somerville por un precio inmobiliario mucho más bajo de lo imaginado, pero con una condición bastante peculiar: tener a disposición una panceta en toda época del año, excepto en la Cuaresma, para ser entregada a los matrimonios que hayan pasado juntos un año y un día, luego de jurar que no habrían cambiado a su pareja por ninguna otra persona”.
Según allí se detallaba, no era un simple trámite, sino que cada pareja con ganas de acceder al beneficio debía llevar a dos vecinos que testifiquen a su favor, a la vez que debían recitar en voz alta un particular juramento: “Escuche, sir Philip de Somervile, señor de Whichnoure, custodio y dador de este tocino, yo (esposo) me casé con ella (esposa) y estamos juntos un día después del año de nuestro casamiento, y no la habría cambiado por ninguna otra, ni más rica ni por ningún otro descendiente de un linaje más grande, ni durmiendo ni despierto, y si ella estuviera sola y yo solo, la tomaría por mi esposa ante todas las mujeres del mundo, en las condiciones que sean, buenas o malas”.
Luego del juramento, comenzaba una gran ceremonia con cientos de personas que, mientras vitoreaban y cantaban ante una nueva panceta entregada, escoltaban a la pareja que era llevada en un taburete, en andas.
También en Inglaterra, pero esta vez en la ciudad de Little Dunmow, en Essex, el reverendo WW Skeat se refirió en sus notas del siglo XIV a que la concesión de la panceta a las parejas casadas fue instituido por la familia de Robert Fitzwalter y, según detalla ese escrito, “si alguna pareja podía, después de 12 meses de matrimonio, presentarse y hacer juramento en Dunmow y acreditar que durante todo el tiempo nunca habían tenido una pelea, nunca se habían arrepentido de su matrimonio y si se comprometían a renovar sus votos, deberían ser recompensados con una pieza de tocino”.
Pero para poder acceder al codiciado premio, la pareja se debía arrodillar sobre piedras afiladas en el cementerio, donde se les tomaría el juramento. Tras ello, sí, al igual que en Wichnoure, comenzaba el desfile por la ciudad.
Aunque inicialmente se habla de esas dos localidades como centrales en lo que respecta a esta historia, algunos registros de la época afirman que la tradición de la panceta también se podía observar en la Abadía de St Melaine, aunque con un pequeño detalle: durante seis siglos el tocino estuvo ahí colgado, disponible a quien pueda y quiera hacerse cargo, pero nadie lo reclamó.
En Viena, incluso, la panceta había cambiado por un jamón de cerdo, que se dejaba colgando en la entrada del pueblo a la espera de que quien se alzara con el premio, se trepara y lo retirara él mismo. En este preciso lugar es donde se recuerda la historia del ganador a quien se le retiró el premio luego de haberlo recibido, ya que tras descolgar la pieza y mancharse el abrigo expresó: “En casa mi mujer me lo reprochará”.
Según la teoría de la historiadora Hélène Adeline Guerber, la tradición proviene de una costumbre nórdica conocida como la fiesta de Yule, dedicada a los dioses Thor y Freyr (dios de la fertilidad, dueño del jabalí de oro Gullibursti). En esa festividad pagana, un jabalí se come en honor de Freyr y era usual que fuera invocado por parejas casadas que deseaban alegría y armonía. Esto derivó en que las parejas casadas que realmente lograran esa armonía durante un determinado período lograran una pieza de jabalí como recompensa. Según Guerber, de esta tradición derivó luego la festividad de la panceta.
Sin embargo, volviendo a la tradición que comenzamos, pese a lo cautivante del premio y la ceremonia, fueron relativamente pocas las parejas que lo reclamaron. Así lo detalló el escritor e historiador Horace Walpole en 1760, año en que visitó Wichnoure atraído por esta particular celebración. Walpole se decepcionó al enterarse que hacía 30 años que ninguna pareja había al menos intentado alzarse con la panceta, y que en la mansión ya no había rastros de un “tocino real” a la espera de los afortunados. En cambio, se podía encontrar una versión tallada en madera, quizás como forma de respetar el contrato inmobiliario que en su momento había firmado Sir Philip de Somerville.
Pero Walpole fue más allá y, en una de sus cartas con la condesa de Ailesbury, sin dudarlo le pregunta “¿No le da vergüenza, señora, no haberse presentado nunca? Hace más de un año y un día que se encuentra casada y no sabemos nada de usted” e incluso, por las dudas, le describe la ubicación de la mansión.
En lo que respecta a la celebración en Little Dunmow, los registros históricos detallan que el último reclamo que tuvo éxito fue el 20 de junio de 1751, y hasta quedó inmortalizado ya que en ese momento se encontraba presente allí el artista David Ogborne, que aprovechó el momento para realizar grabados. Incluso, esas imágenes fueron después utilizadas por William Harrison Ainsworth para su novela The Flitch of Bacon, editada en 1854, que gracias a su popularidad revivió la costumbre que ya se encontraba solo como un colorido recuerdo. Y Ainsworth fue por más, ya que donó las dos primeras piezas de panceta que serían entregadas.
Sin embargo, Little Dunmow ya no veía con buenos ojos la celebración, por lo que se mudó muy cerca de allí, a Great Dunmow, donde tras el final de la Segunda Guerra Mundial los juicios a las parejas comenzaron a realizarse allí cada cuatro años, los años bisiestos, según los organizadores porque esos intervalos les dan tiempo para recuperarse y fortalecerse para el próximo evento.
Los juicios modernos son presididos por un juez, un abogado que representa a los demandantes y un abogado que representa a los donantes. Además, un jurado de seis solteras y seis solteros, un secretario del tribunal que registra los procedimientos y un empleado del palacio por si en algún momento se produce algún incidente y deba recuperarse el orden.
No es una competencia en sí, ya que todas las parejas del mundo que se presenten pueden llegar a resultar acreedoras de la codiciada panceta. El abogado defensor tratará de persuadir al tribunal de los logros de los matrimonios y por qué deberían alzarse con la pieza de carne, mientras que el abogado representante de los donantes deberá probar que no se lo merecen.
Tras el juicio, los ganadores son llevados en andas por los vecinos en la denominada “silla Flitch” hasta el Market Place donde se les toma juramento en la antigua traidición de de hacerlos arrodillados sobre piedras puntiagudas.
“Juras por costumbre de confesión que nunca cometiste transgresión nupcial desde que estuviste casado, por peleas domésticas en la cama o en la mesa, o se ofendieron unos a otros de hecho o de palabra en doce meses y un día, sin arrepentido en pensamiento de ninguna manera desde que el secretario de la iglesia dijo amén, sin quererse solteros de nuevo, fieles y con el mismo deseo desde que juntaron sus manos en santa unión”.
Las parejas que fracasan en el pedido están obligadas a ser parte del evento y caminar tras los matrimonios que lograron su cometido.
Incluso el cine también se hizo eco de esta antigua tradición, y en 1952 se estrenó el filme Made in heaven. protagonizada por Petula Clark y David Tomlinson, basado en el guion de William Douglas-Home. La comedia retrata a la joven pareja de Basil y Julia, quienes se anotan en las pruebas para poder alzarse con el premio, pero la llegada de una atractiva empleada doméstica hará temblar al feliz matrimonio y a todo el pueblo.
La última celebración tuvo lugar el 9 de julio de 2016, con cuatro matrimonios que lograron alzarse con el premio, consistente esta vez en medio cerdo cortado a lo largo. La siguiente hubiera tenido lugar en 2020, pero debido a la pandemia debió ser suspendida y los organizadores aclaran que fue pospuesta para el 9 de julio de 2022.
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