Un defecto inmunológico podrían explicar las consecuencias de los cuadros graves provocados por una infección por coronavirus. Así lo detallan dos estudios publicados este jueves en la revista Science Immunology, que muestran cómo una cuarta parte de las formas complejas del virus pueden explicarse por una anomalía genética o del sistema inmune.
Las aclaraciones del funcionamiento del virus, de su acción en el cuerpo humano, son elementos vitales para el entendimiento del COVID-19 y las terapias para luchar contra los cuadros graves.
Estas dos nuevas publicaciones fueron presentadas este jueves en la revista Science Immunology y son el resultado de una colaboración internacional liderada por investigadores del Institut national de la santé et de la recherche médicale de Francia (Inserm por sus siglas en francés), investigadores de la Universidad de París y médicos de la Asistencia Pública-Hospitales de París (AP-HP), en el laboratorio de genética humana de enfermedades infecciosas, en sus dos ramas: el Imagine Institute, ubicado en el Hospital AP-HP Necker-Enfants Malades y en la Universidad Rockefeller de Nueva York.
Los equipos de este laboratorio, codirigido por el profesor Jean-Laurent Casanova y Laurent Abel, han demostrado que todas estas anomalías dificultan la inmunidad controlada por el interferón tipo 1, la primera barrera inmunológica contra las infecciones virales.
Este mismo consorcio, había adelantado hace un año, que el 10% de los pacientes generaba anticuerpos, proteínas del sistema inmune que inexplicablemente, en vez de contrarrestar la infección volvían más complejo el cuadro de una infección por coronavirus. Estos “fallos” en los anticuerpos atacan a los interferones tipo 1, un conjunto de moléculas fundamentales para interceptar el virus y proteger al organismo. Los estudios mostraban que un bloqueo de esta molécula era suficiente para que el cuadro se agravarse hasta poner en riesgo la vida de una persona atacada por el SARS-CoV-2.
El jueves por la noche, AP-HP también acompañó un comunicado donde, según estos dos nuevos estudios, una cuarta parte de las formas graves del virus se explican por una anomalía genética o inmunológica.
Para el trabajo es necesario conocer las consecuencias de una infección ya que varían de una persona a otra. Si bien la mayoría de las personas infectadas no son muy sintomáticas ni asintomáticas, algunas desarrollan formas graves o incluso críticas, y las neumopatías requieren una estancia en cuidados intensivos. Cómo explicar estas disparidades fue el motivo de la investigación.
Los resultados de estos nuevos trabajos son considerados por el mismo consorcio como mucho más completos porque han analizado a más de 3.500 pacientes en estado crítico por la COVID-19.
Anomalías genéticas
En el primer estudio , los investigadores estaban interesados en los hombres, ya que eran los más afectados por las formas graves de coronavirus. Primero secuenciaron el cromosoma X de 1.202 pacientes varones gravemente enfermos.
En 16 pacientes, identificaron las denominadas variantes o mutaciones genéticas de “pérdida de función” ubicadas en el gen TLR7 que conducen al desarrollo de formas críticas. Este gen “juega un papel importante en el mecanismo de producción de IFN 1”, una proteína producida en respuesta a una infección rival y que tiene el efecto “de inhibir la replicación del virus en las células infectadas”, subraya AP-HP. Y agregó: “los 16 pacientes presentaban así un déficit de IFN 1 que impedía que sus células luchasen contra la infección por SARS-CoV-2, lo que explica las formas graves”.
El estudio también refleja que estos autoanticuerpos son aún más frecuentes en personas mayores, pero también es más alta en pacientes con algunas enfermedades inmunológicas previas.
En la segunda publicación , los científicos han demostrado que del 15% al 20% de las formas graves se deben a la presencia en la sangre de los pacientes de autoanticuerpos “que se dirigen específicamente al IFN 1”. Inscribieron a 3.595 pacientes críticamente enfermos, 1.639 asintomáticos y 34.159 personas sanas de 38 países diferentes.
“Se ha demostrado que estos anticuerpos bloquean el efecto protector del IFN 1 sobre la replicación viral. El virus SARS-CoV-2 penetra así en las células sin encontrar resistencias y se replica de forma descontrolada”, explica el análisis presentado a la prensa.
En este estudio también se observó que estos autoanticuerpos dirigidos contra este gen aumentan con la edad: son muy raros antes de los 65 años (0,2% a 0,5%) y luego crecen exponencialmente con el envejecimiento, alcanzando un 4% entre los 70 y 79 años y un 7% entre los 80 y 85 años. años.
Si bien los expertos aún no saben por qué aumentan con la edad, esto ayuda en parte a explicar por qué la edad es un factor de riesgo importante en el desarrollo de formas graves de COVID-19.
Carlos Rodríguez-Gallego, inmunólogo del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín y coautor del estudio, explicói al diario El País que “es posible que parte de las reinfecciones que estamos viendo en gente vacunada se deba a estos autoanticuerpos”.
Incluso para el experto, estos nuevos datos deberían usarse para seleccionar bien los grupos de riesgo a los que podría beneficiar una tercera dosis de la vacuna, cuando en varios países ya se ha comenzado con la dosis de refuerzo, como el caso de Israel, y muchos otros anunciaron que lo harían desde septiembre, el caso de Estados Unidos.
La posibilidad de hacer un test para saber si una persona tiene esta molécula, podría servir para identificar a aquellos que pueden tener cuadros mas complejos, y avanzar mas rápidamente en una tercera dosis para su protección, dijeron.
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