La pandemia de coronavirus nos trajo un baño de realidad que tal vez no esperábamos. De un día para otro, algunas cuestiones como la solidaridad y el compañerismo se hicieron visibles como un antídoto para combatir una nueva normalidad en que un primer momento tuvo hasta un cúmulo de imágenes distópicas producto del propio encierro. Nunca llegamos a usar tanto el Whatsapp ni la videollamada para comunicarnos con nuestros afectos. Por eso entendimos que esa conexión podía ser casi tan fuerte como una inoculación para combatir el virus.
La amistad pasó a tener un rol central en esta nueva vida. A medida que trascurrió el 2020, cuando aún las restricciones indicaban que no se podían realizar encuentros, esa virtualidad afectiva fue calando hondo, revalidando aquellas cosas que solo el contacto personal generan en un vínculo como la amistad. Como si fuera un valioso tesoro que no se había descubierto hasta el momento, tomar un café con un amigo -aunque sea en la calle y bajo temperaturas bajas- resultó una experiencia más que gratificante.
Arranacamos 2021 tal vez con una necesidad suprema de encontrar un resguardo ante tantas incertezas barajadas en este nuevo mundo al que parece tendremos que acostumbrarnos. Por eso este escenario intensificó la importancia de los vínculos como un espacio de seguridad. A un año y medio de pandemia, ¿en qué lugar de prioridad se encuentra la amistad? ¿A qué nos referimos hoy cuando hablamos de amistad? ¿Cómo se recargó este valioso tipo de vínculo?
“Observamos cada vez más fuertemente la prevalencia de los grupos de amistad como trincheras frente al caos de lo impredecible, refugios de contención y permanencia”, dice a Infobae Mariela Mociulsky, CEO de Trendsity, quien realizó una relevamiento sobre el rol de la amistad en tiempos pandémicos.
“El cuestionamiento a los grandes mandatos tradicionales como la idea de una pareja para toda la vida o la construcción de la familia tipo, viene de la mano con la obsolescencia de las garantías que se esperaban de las instituciones más clásicas, tanto en relación a la seguridad con respecto al futuro laboral y la posibilidad de consolidar la propia economía, como en el futuro del planeta que padece la falta de cuidado, la amenaza de agotamiento de los recursos naturales, y hasta los fantasmas de las crisis económicas del 2001 en las billeteras familiares de sus padres que ha quedado en la memoria”, comienza diciendo el informe.
Si a todo esto le sumamos el enorme trauma que significa la pandemia para el entramado social, no es sorpresa entonces que las maneras de vincularse reflejen lo que acontece, erigiéndose como lugares de encuentro en terrenos signados de pérdidas. “En nuestras investigaciones, observamos que los cuidados para evitar los contagios y la implementación de las burbujas generaron que los encuentros sean más elegidos, premeditados, jerarquizados. Y especialmente, la amistad se conecta con la intimidad más segura, lo conocido, se siente casi como familiar pero sin grandes demandas, permiten atravesar tanto las tristezas que se viven de igual a igual, como los logros y alegrías. Son los vínculos que generan fuerza en la cercanía sin necesidad de formalidades o papeles. Se leen como ternuras, se sienten como abrazos que acompañan, cómplices de un devenir fluctuante”, reza el informe de Trendsity.
En este sentido, cambian también los modelos de familias y aparecen las “familias elegidas” compuestas por amigos, donde esos amigos tienen un protagonismo y una presencia vertebral por ejemplo acompañando en la crianza de los hijos o en las tareas cotidianas y hasta en algunos casos aislados, se eligen amistades para concebir hijos, aunque ello no implique una relación amorosa o de pareja.
En este marco, el reaparecer de producciones culturales como “Friends” que muestran que la amistad se vive como en una familia. El hecho de que el éxito de esta serie siga intacto nos habla de la resignificación de este vínculo para las nuevas generaciones.
“Además, gracias a la conectividad y a las tecnologías mediando casi todas nuestras actividades, las nuevas generaciones conviven con sus amigos todo el tiempo que quieran aunque estén solos en su habitación, jugando en línea, en los mundos virtuales, estudiando o hablando constantemente por chat, es algo así como una omnipresencia de la amistad que es irrenunciable. Las redes sociales también dieron lugar a nuevos comportamientos y hábitos, llevando a pasar del diario íntimo a la intimidad que, en parte, se co-construye en línea”, dice Mociulsky
Una bocanada de aire oxigenado
La Licenciada María Fernanda Rivas, psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), asesora del departamento de pareja y familia de A.P.A, especialista en clínica psicoanalítica de familias, parejas y grupos dice que la pandemia y las vicisitudes que la rodean vienen mostrando sus efectos en los vínculos humanos, entre ellos, el de la amistad que ha sido uno de los más afectados. “El encierro y la distancia social ha puesto a prueba su consistencia. Durante el tiempo de cuarentena se volvió a funcionamientos de tipo endogámicos, es decir hubo más que nada interacción con la familia. La pandemia, considerada una “macrocrisis”, produce un efecto paradójico: por un lado genera grandes pérdidas, pero por otro produce la creación de nuevos recursos y diferentes formas de “estar juntos”. Fueron momentos en los cuales tomamos conciencia de cuánto necesitamos de los otros para sobrevivir. Y de que los verdaderos afectos no son “no negociables””, dice Rivas a Infobae
“En tiempos de pandemia, y gracias a las tecnologías con que contamos en nuestra época, las amistades encontraron nuevos modos de darse y de sostenimiento mutuo, a pesar de las restricciones de contacto y de los denodados esfuerzos de aislamiento social preventivo y obligatorio”, reflexiona a Infobae Jorge Eduardo Catelli, miembro Titular en Función Didáctica de APA, profesor e Investigador de la UBA.
Y sigue: “En estos tiempos se ha transformado en una práctica habitual entre amigos, el saludo cotidiano a través de los grupos en redes sociales, al menos como un “santo y seña” matinal, que representa una “presencia” en momentos de intensa ausencia física, de alejamiento. La amistad no ha cambiado en sus lazos genuinos, sino que se han modificado sus prácticas. Las redes sociales cobraron una especial presencia mediatizadora para sostener el lazo a fuerza de “likes”, corazoncitos y publicaciones compartidas, no sin cierto toque melancólico en el recuerdo de fotografías de amigos abrazados “de las épocas en que no debíamos cuidarnos con barbijos y distancia social”, como rezaron muchos “posteos”. El alivio de cierta relajación de las medidas estrictas durante nuestro verano en el hemisferio sur, significó una dosis de reencuentros presenciales entre amigos, en cafés al aire libre y con protocolos, una bocanada de aire oxigenado para los intercambios simbólicos que la amistad supone, llevados adelante por unas semanas, en dosis bajas y en presencia”.
“Familias elegidas”
Los especialista consultados sostiene que efectivamente hay algo que marca la dimensión de la salida a la exogamia en la amistad. “Vale decir, son los amigos quienes contribuyen a una saludable “salida” de la endogamia de la familia, para un encuentro con “otras tribus”, a través de ciertas “alianzas simbólicas” entre amigos. Esos amigos que contribuyen con soportar los dolores de la vida y son parte de la alegría por los logros propios, representan referentes simbólicos e identificatorios significativos. Esas amarras identificatorias, son las que nos permiten “sentir” con nuestros amigos, tanto dolores como alegrías, frustraciones como esperanzas. Todo el erotismo que subyace a los lazos amistosos, para poder sostenerse como tales, han de ser sublimados, generando esos lazos de ternura que inundan la amistad”, explica Catelli.
Las “familias elegidas”, en términos de las posibilidades que actualmente las tecnologías en términos de fertilidad y procreación ofrecen, abre una nueva dimensión al lazo de las amistades, que, según Catelli, exceden lo que normalmente fue comprendida como tal. “Hay un plus en la concepción de un nuevo ser con los materiales genésicos de un “amigo o amiga”, que abre una nueva y fascinante dimensión simbólica, montada en un elemento biológico, que funda un nuevo lazo que trasciende las meras sustituciones simbólicas y que asientan las bases de un intercambio concreto, del orden de los organismos, que da lugar a alumbramientos de nuevos seres humanos, como producto de esos acuerdos. Evidentemente hay una nueva dimensión simbólica que se genera en ese territorio, que desde la perspectiva psicoanalítica que estoy desarrollando, funda una nueva dimensión de la amistad. Tal vez no tengamos aún un nombre del todo adecuado para estas nuevas conquistas de la Cultura y la Civilización, pero hay algo que inauguran, seguramente apuntalados en un territorio de los amigos, alcanzando ahora una nueva dimensión, desde diversas categorías de análisis, en que pasan a ser ¿progenitores biológicos?, ¿donantes genéticos? Seguramente, si deseamos sostener la categoría de “amigos”, es con un plus a ser nominado”, refiere Catelli.
“El contexto hace que el círculo de amistades quede más delimitado, sea más restringido y se elija con cierta exclusividad a aquel a quien se quiere incluir en la “burbuja”. Quizás el objetivo de estos tiempos no sea “tener un millón de amigos”, como dice la conocida canción, sino poder elegir a aquellos con quienes se desea crear una situación de intimidad. Amigos entonces, serían aquellos con quienes se puede abandonar temporalmente la “máscara social” y mostrarse de “entre-casa”, con quienes se puede compartir un mismo estado afectivo, quienes otorgan señas a través de las cuales podemos reconocernos, consolidando nuestro sentimiento de “mismidad””, dice Rivas.
Ahora bien ¿puede ser la amistad un lugar de encuentro en terrenos signados de pérdidas? ¿Cómo se manifiesta si es así? “La amistad implica un lugar especial de encuentro, que se remonta a la constitución del sujeto: desde el nacimiento, el ser humano necesita de un otro que lo asista ante su desvalimiento. Esto revela al Otro en una dimensión de “asistente”, un semejante auxiliador en su desamparo y un otro “rival”, un prójimo desconocido y repudiado. Entre estos extremos se dirime un amplio abanico de posibilidades y mixturas que constituyen el lazo social de los seres humanos”, dice Catelli. “La amistad se ubica entonces en un territorio de cierta horizontalidad, “en que supone un refugio ante los vínculos verticales e intentos de sometimiento, en cada etapa de la vida y el desarrollo”, sigue el especialista
“Cada una de esas etapas está signada por pérdidas de diverso orden y el acompañamiento de los amigos es crucial para atravesarlas. La soledad -también inherente a la naturaleza humana- se hace más soportable gracias a la amistad, en los términos de las características planteadas más arriba. Estos territorios de pérdida y dolor psíquico involucran tanto el refugio entre amigos, tanto en las épocas de la escuela en la primera infancia, como en la adolescencia, la madurez y la vejez. Dadas las mentadas condiciones favorables necesarias para la amistad, se constituye ésta como un oasis en medio del dolor que producen los vínculos en el encuentro con el “prójimo”, ese otro que no es amigo y que despierta rivalidad, tensión y amenaza”, agrega Catelli.
La amistad post “fiebre” de conectividad
Mucho se viene hablando de la nuevas tecnologías. Sin dudas han sido un nexo necesario para el contacto en pandemia. Pero, ¿cómo sigue ahora la cuestión desde los simbólico? En tiempos previos a las actuales tecnologías, cada vez que una persona ingresaba a su hogar, se accedía a un mundo íntimo, limitado por esas paredes, sostenido por ese espacio, y el mundo externo quedaba del otro lado de la puerta, en un afuera claramente delimitado, eventualmente atravesado por algún llamado telefónico, por el que se entraba en contacto, de modo acotado, con alguien del mundo externo. “Las actuales tecnologías, hoy en día ya no tan “nuevas”, inauguraron una nueva dimensión, al estilo de una “banda de Moebius”, en que no hay solución de continuidad entre un adentro y un afuera. Esta nueva dimensión, fluidifica la circulación de la mayor de las intimidades hacia el mundo exterior y viceversa, desde el mayor encierro puede accederse a lugares insospechados del mundo exterior, incluidos tanto los rincones más alejados de nuestro propio planeta, como las transmisiones en directo desde la reciente exploración del lejano planeta Marte”, dice Catelli.
“Vivimos en un universo simbólico que crea una nueva realidad, por encima de la realidad del encuentro físico. Es ello lo que permitió el sostenimiento y el contacto eficaz, a pesar del aislamiento físico, tecnologías mediante. La primera “conectividad” fue la de la identificación, aquella que permite comprender al otro, haciendo un trabajo mental inconsciente y comparativo de puntos de contacto, coincidencias y diferencias con el otro. La actual conectividad, la que nos permite el uso de los actuales dispositivos, constituye una dimensión de encuentro apoyada en un espacio isomórfico (similar) que es el universo simbólico en que el sujeto habita. En plena pandemia y aislamiento, los jóvenes han hecho nuevas amistades a través de plataformas de juegos, por ejemplo, en que amigos preexistentes han invitado a otros y así se han encontrado en un espacio virtual en que compartir experiencias sublimatorias, y con los que desarrollaron esas mismas condiciones que la amistad requiere para ser tal. La intimidad queda redefinida en términos de un espacio co-construido, entre un adentro y un afuera, donde la separación tajante queda definitivamente abolida”, agrega el especialista
Para Rivas una de las funciones de la tecnología fue la de estimular y mantener los vínculos a través de medios virtuales. “Muchas personas comprobaron que los verdaderos amigos o afectos no se pierden por algunos meses de falta de contacto presencial. Es más, se dieron cuenta de que algunos lazos se fortalecieron. Hoy la tecnología permite estar acompañado en forma permanente a través de las redes sociales. Se crean nuevos códigos, formas de compartir y expresar sentimientos, a través de fotos, mensajes, videos, emojis, que contribuyen a consolidar la amistad y son formas de hacer saber al otro que se lo tiene presente. Además hay muchísimas historias de personas que recuperaron vínculos del pasado, o reflotaron relaciones con quienes viven en otros países”, dice la licenciada.
Este es un momento de cambio de paradigmas en el cual la categoría de “presencia-ausencia” está siendo reformulada, así como la de “distancia geográfica”. “El “estar con” ya no depende únicamente de la presencia física. Los adolescentes, sobre todo, fueron los que más sufrieron la falta de contacto presencial con sus pares, ya que ellos son el puente para poder tomar distancia de la familia. Para algunos niños y adolescentes los juegos virtuales y la exposición prolongada a las pantallas funcionaron en este tiempo como “reemplazo” de los amigos de carne y hueso, constituyéndose en motivo de preocupación para los padres. Este fenómeno permitió transitoriamente cierta continuidad en la socialización, ya que muchos chicos juegan on-line y es también una forma de estar con sus amigos, pero también generó una pérdida de interés en otras actividades. Se van encontrando nuevas formas de iniciar, forjar o cultivar la amistad, que permiten que puedan suceder cosas importantes en el vínculo (compartir vivencias, acompañarse) mientras se espera el momento del encuentro presencial. Los encuentros presenciales en pandemia seguramente son menos, pero están más cargados de afectos, con mayor alegría por el reencuentro. En algunos casos se reactiva la “curiosidad” por la vida del otro y se lo vuelve a “elegir” como amigo en cada encuentro”, cierra Rivas.
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