Cuando tenía 27 años, Natty Petrosino vivió una experiencia fuera de lo común. Le habían descubierto un tumor en el oído medio y debió ser operada. Tuvo una muerte clínica. Ese momento fue una bisagra en su vida. Dio entonces dio un giro radical volcándose a los más necesitados. Y casi 50 años después, hoy la conocemos como la “Madre Teresa argentina”.
“Cuando quedé clínicamente muerta, me di cuenta de que somos eternos, de que no morimos. Me hizo ver lo corto que es nuestro paso, pero de lo eternos que somos, porque cumplimos con una misión y partimos”, relató Petrosino. Desde hace 50 años se dedica a la labor humanitaria, atendiendo a los más necesitados, tarea que le llevó a recibir el premio Jaime Brunet a la Promoción de los Derechos Humanos en España, entregado en la Universidad de Navarra.
Natty, con sus 82 años a cuesta, está muy abocada en los últimos años a la ayuda de la comunidad wichi, en Formosa. Y quienes siguen su obra destacan su fortaleza y compromiso, inclusive en estos tiempos duros de pandemia y de una economía en crisis con cada vez más pobres. “Natty empezó de a poco, llevando gente en situación de calle a su casa, donde les brindaba un plato de comida caliente. Luego, en Bahía Blanca, comenzó a darle de comer a un montón de gente, y después siguió junto a otras comunidades hasta que un día le hablaron de los wichis. Y ahí, de Bahía a El Divisadero”, cuenta a Infobae Gabriela Arias Uriburu, quien en 2002 conoció la obra de Natty cuando viajó por primera vez a Formosa.
“La última donación fue esta semana y ahora Natty está volviendo de Formosa donde viven comunidades muy relegadas que están en el límite fronterizo con Paraguay y donde realmente no hay nada”, agregó y comentó que el trabajo no para y ahora están tratando de llenar un nuevo camión con comida, ropa, medicamentos, juguetes, colchones y todo lo que los wichis necesitan para vivir.
“Muchas veces no tiene que comer, con qué alimentar a sus hijos. La epidemia del hambre es mucho más que la actual pandemia. Por eso la obra de Natty es tan valiosa e importante. Natty, además de comprometerse con la búsqueda permanente de donaciones, también lava ropa y la cose para que estén en condiciones de ser entregadas. Cuando ella va allá, los wichis le agradecen siempre. La llaman “mamá Natty” y ella les responde: “Dios los ama”. Es muy grande el amor que les tiene y ellos a ella. Es impresionante lo que le ocurre a un niño cuando le llega un juguete a las manos. No se puede describir con palabras. Son comunidades totalmente retiradas del sistema que les cuesta abrirse y comunicarse. Ella lo viene haciendo desde hace más de 20 años”, resaltó García Uriburu.
Las entregas que ella hace dependen de la cantidad de donaciones que la gente haga y que se llene el camión que siempre parte desde Bahía Blanca hacia Formosa. Además de esperar llenar el camión, el grupo debe esperar juntar 300.000 pesos que es lo que cuesta el traslado de la mercadería hasta allá. “Es mucho esfuerzo el que hay que hacer, y más en épocas de crisis económicas y pandemia como la actual”, enfatiza García Uriburu que señala que todo lo obtienen de donaciones y que todavía no hay empresas u otras organizaciones que ayuden en esta tarea.
“Natty siembra amor solidario en nuestros hermanos y esa es la mejor manera de trascender”, dice Juan Francisco a Infobae. “Es apostar a la utopía de un mundo nuevo donde se respeten los derechos humanos en toda su dimensión. Natty puede ser nuestra Madre Teresa de los necesitados, o la santa Francisca de los wichis. Es una bandera de lo más profundo del alma, la cabeza y el corazón. De lo que realmente vale. No es profeta ni pastor, pero tiene olor a oveja”, agrega su hijo.
“Ya sea abajo de un árbol o una chapa, Natty contagia con su espiritualidad, siempre en pos de ayudar a la gente”, agrega Arias Uriburu.
“Con los wichis Natty les ha llegado a cambiar su modo de vida, respetando siempre sus ancestros y sobre todo, quiénes son. A partir de ese respeto, tomaron de Natty esa base de amor y ella esta ahí, dándoles un rumbo. Hay un gran trabajo de ella, incluso les celebra la Navidad, con la creencia de ellos, pero sumando la base cristiana. Lo que se vive ahí con la Navidad es muy maravilloso, ella les acerca un pan dulce. Es esta cuestión de compartir un momento y que no se sientan aparte”, agrega Arias Uriburu
Una de la cuestiones que más asombran de esta mujer es que no tiene una asociación ni nadie que la ayude. “Es increíble, le llega todo lo que necesita al wichi, o a comunidades del resto del país”, agrega Arias Uriburu.
Natty lo repite una y otra vez como una máxima: hay que comprender a la gente para poder ayudarla. “Ellos todavía viven debajo de un árbol y andan descalzos; muchos no saben hablar castellano. Si se les manda ayuda, pero no se comparten sus necesidades, no sirve. No se los puede obligar a lo que no están preparados”, dice.
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