La gastronomía y el diseño en cierto punto tienen algo en común, la creatividad de quien lo hace. Natalia Arduini, una joven diseñadora de modas y gastronómica, unió sus dos pasiones creando un emprendimiento de divertidas y coloridas pastas que rompe el molde de lo tradicional.
Estudió diseño en la UBA y en una universidad privada; hizo desfiles y, cuando se recibió, dio clases y organizó sesiones de fotos con sus amigos para hacer desfiles con prendas diseñadas por ella. Pero su inquietud y su curiosidad la llevaron a seguir explorando el mundo creativo y decidió estudiar gastronomía. Al poco tiempo de haber empezado, comenzó a trabajar en eventos, restaurantes y ferias gastronómicas.
Y así fue como Arduini creó Almacén de Fideos. “Empecé haciendo pastas por diversión, para disfrutar en familia. Con el tiempo, me empezaron a pedir algunos conocidos y fue ahí cuando decidí dedicarme de lleno a este proyecto”.
La creativa cuenta que al comienzo las pastas eran tradicionales, como por ejemplo sopressini, garganelli, farfalle, tagliatelle, todas sin relleno, y las masas eran al huevo, luego de verduras y, con el tiempo, comenzó a innovar y creó masa de nueces y semillas con harina integral que, al día de hoy, muchos se las siguen pidiendo por ser sabrosas y nutritivas.
Hasta que se dio cuenta que con sus manos y su creatividad podía hacer algo más divertido. “La clave fue fusionar las dos pasiones, el diseño y la gastronomía y así fue como empecé a elaborar pastas con diseños y formas novedosas trabajando únicamente con materia prima de calidad y 100% naturales”.
Cuenta que para su elaboración y darle color a las masas de las pastas utiliza vegetales, diferentes harinas, frutos secos, semillas y especias: “Se realizan como cualquier otra pasta, solo que reemplazamos parte del agua o huevos por algún puré de vegetales o legumbres. Los vegetales siempre es mejor si van asados; tienen más sabor”.
Asimismo, Arduini apunta que para su creación se tarda cinco veces más que una fábrica de pastas, ya que el proceso es manual y casi sin maquinarias, solamente una sobadora eléctrica y una amasadora.
“La mayoría de las pastas las hago sin moldes convencionales; uso distintos cortantes, palos de amasar, boquillas de pastelería de distintos tamaños, cuchillos, rueditas rizadas y alguna otra cosa que encuentro y me sirva para dar texturas o aplicar algún detalle a la masa”, explica.
Rellenos y moldes fuera de lo tradicional
Son más que pastas, son pequeñas obras de arte; ella las considera esculturas o “un vestuario hecho a medida”. Sin embargo, aclara que no le piden cosas extravagantes ni locas, sino es ella quien las propone. “Vienen en busca de mucho color y esperan que los sorprenda con algo para regalar o celebrar con sus seres queridos. La gente confía y me deja crear libremente cualquier diseño, eso es genial y gratificante”.
Como anécdota, cuenta que una vez, para el día de Reyes Magos, tuvo que generar sus propios moldes en papel manteca para hacerlos y después aplicar cada detalle en las coronas. “Para la pluma tenía que cortar los diamantes chiquitos y colocarlos con una pinza quirúrgica. Para San Valentín, hice una caja con 12 corazones, todos diferentes, como si fuera una cajita de bombones. Hacer una muestra fue fácil, hacer 30 docenas en un día no tanto”, dice entre risas.
Entre los más pedidos se encuentran los caramelle, rellenos de jamón, ricota, queso y cebolla caramelizada. Su forma es de caramelos y, para la elaboración, se usa un sabor o color de base, y otros dos que se aplican por encima en forma de tiras.
Otro de los rellenos que son furor entre las pastas coloridas es su clásico de bondiola braseada con vegetales, donde se hornea por unas tres horas la bondiola con un gran colchón de vegetales, sal y romero. No se quedan atrás tampoco los de pollo a la portuguesa y, dentro de los vegetarianos, el de calabaza asada, queso y espinaca con garam masala; los de ricota, lima y nuez y los de papa, queso y hierbas frescas. Es decir, hay rellenos para todos los paladares.
Pero dice: “Si bien tenemos opciones, muchas veces armamos algo a pedido y nos adaptamos al gusto o sugerencia de cada uno. Algunos nos han pedido que el relleno fuera solo queso, casi como si hubieran sido hechos en casa”.
Por último, señala que lo que más le gusta de todo el proceso es hablar y conectar con sus clientes, ellos le cuentan sus historias, su vida, como si fuera una más de la familia. “Pienso en cada detalle cuando armo cada diseño, me proyecto en el otro y lo imagino”.
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