Cuenta la historia que mientras buscaba la vacuna para la polio, Jonas Salk estaba agobiado. Decidió viajar a Italia y en la Basílica de San Francisco de Asís dio con la vacuna. Convencido de que este icónico edificio había sido fundamental para su inspiración en 1965, fundó junto al arquitecto Louis Kahn el Instituto Salk, una instalación científica que buscaba alentar la creatividad y terminaría sentando las bases de la relación entre espacio y productividad. Y, más adelante, la neuroarquitectura.
Esta disciplina tiene diferentes aplicaciones: utilizar la ciencia para crear espacios más acordes a las necesidades de las personas y puede ayudar a optimizar viviendas y otros espacios en vistas de generar bienestar, productividad o diferentes sensaciones que se quieran alcanzar.
“Nuestro entorno influye en cómo descansamos, producimos y nos sentimos. Los colores y los tipos de materiales ejercen una gran influencia, por ejemplo, un ambiente totalmente blanco genera ansiedad. Los colores pasteles comunican calma y los vibrantes invitan al movimiento”, explicó María del Mar Danuzzo, arquitecta experta en neurología aplicada a ambientes.
En diálogo con Infobae, María amplió: “La neuroarquitectura es una combinación entre las neurociencias y la arquitectura, es relativamente nueva ya que nació en 1998, tiene 23 años aproximadamente. Estudia el poder que ejerce el entorno sobre el cerebro, qué hormonas se producen cuando entramos a un ambiente con ciertas características”.
“Esta combinación se empezó a estudiar y a medir a partir de que los científicos pudieron mapear al cerebro. Se usa mucho en espacios de oficinas. El poder que tiene la arquitectura es muy grande, y más en el ámbito laboral ya que favorece a la productividad, mayor creatividad, poniendo por ejemplo techos más altos, combinando los colores de determinada forma. Ahora que está el boom de los edificios de oficina y nos pasamos más del 90% de nuestro tiempo dentro de edificios, se está empezando a hablar mucho más de la neuroarquitectura”, detalló.
La experta contó a Infobae que en varios de los proyectos en los que trabaja, están construyendo oficinas en donde por ejemplo “tuvimos en cuenta la altura de los techos, ya que al ser más altos estimula la creatividad, baja el nivel de estrés. Incorporar ventanas y crear espacios más luminosos ayuda a disminuir el estrés. Los colores claros también. Para lograr más concentración se usan más oscuros o estampados. Ahora se usan mucho los vinilos sobre paredes. Se busca también pensar cada vez más espacios abiertos, tener patios internos ayuda a lograr un bienestar con la mente”.
Consultada en relación a si la pandemia empezó a jugar un papel importante en estos esquemas de construcción teniendo en cuenta a la mente, Danuzzo fue contundente: “Sí, claro”. “Son muy importantes la ventilación y la iluminación, al mismo tiempo que mantener por ejemplo distancia en los elementos que se incorporan como escritorios con mamparas, etc”, continuó.
Los colores azules traen tranquilidad. El amarillo significa más diversión y/o creatividad. El rojo produce sentimientos más intensos, el verde se asocia a la naturaleza, está asociado a la paz, como el blanco. Los colores influyen un montón en nuestras emociones y lo mismo sucede con las texturas, que al tacto suave o rígido influyen en los sentimientos que se generan.
Increíblemente, las formas geométricas también están involucradas en estos procesos mentales. Un elemento importante en la neuroarquitectura es el mobiliario y sus formas. Donde hay muchas superficies duras, se produce un eco de las ondas sonoras y esto causa estrés. Las formas redondeadas, en cambio, resultan más acogedoras, mientras que las formas más agudas, nos ponen en alerta. Es por esto que los espacios cuadrados generan más ansiedad que los rectangulares.
Los ángulos tanto en las paredes como en los muebles, cuando hay espacios que son con puntas estresan cuando uno entra a un cuarto así, y con colores fuertes mucho más. “Los que son redondeados producen tranquilidad, armonía, tanto en los muebles como en paredes, techos, detalles bordeados”, precisó.
¿Qué sucede con las plantas? Consultada por Infobae sobre este punto, la arquitecta explicó: “se pusieron muy de moda y abarcan otras ciencias. Básicamente limpian el ambiente, lo purifican, hacen muy bien a la salud. Traemos con ellas el exterior al interior”.
“El color azul y algunos verdes intermedios pueden ayudar en las tareas que requieren creatividad. La forma en que se utilice el color puede llegar alterar completamente la apariencia del espacio y, al mismo tiempo, influir en el estado de ánimo y la creatividad de las personas. A la hora de diseñar tenemos que tener bien planificadas las funciones de cada espacio. Por ejemplo, en la cocina también nos reunimos con amigos, es un momento de encuentro, por lo que todas esas funciones “piden” determinadas terminaciones o colores, que no son las mismas que una habitación”. detalló María del Mar Danuzzo, encargada de arquitectura comercial en Familia Bercomat.
Utilizar neuroarquitectura en los colegios, por ejemplo, podría impactar en el rendimiento de los alumnos. Hacerlo en espacios de trabajo podría tener consecuencias positivas en términos de productividad y creatividad de los colaboradores. Y en otros lugares en donde es fundamental mantener la calma, como en salas de espera o habitaciones de hospitales y centros médicos, puede tener un impacto directo en la salud o en la recuperación de los pacientes.
“Los espacios verdes son centrales. La sensación de estar encerrados genera estrés y disminuye la productividad. La luz natural aumenta la concentración y favorece la calma. Las vistas al exterior de los edificios mejoran el estado de ánimo de quienes habitan esos espacios” afirmó la especialista. Igual rol cumple la iluminación: la luz natural ayuda a la concentración de las personas y genera un ambiente más amable que la luz artificial. Este tipo de luz obliga al cerebro a esforzarse más en la tarea a realizar y eso incide negativamente en la productividad. Además, la luz natural acerca a los individuos con el exterior de los espacios.
“A la hora de pensar nuevos espacios para vivir, la neuroarquitectura nos brinda un norte para empezar a diseñar o construir, ya que contamos con información por parte del futuro propietario o dueño de qué quiere hacer o sentir en cada ambiente”, explicó María.
En la actualidad, tanto el big data como el machine learning se han convertido en dos herramientas cruciales que ayudan a identificar emociones entre líneas y números, sirve para facilitar la interpretación de los resultados haciendo inteligibles diversas métricas.
“Contemplando todo esto, avanzamos con la producción de nuestro podcast llamado Remodelatour, una audioguía en el que vamos a recorrer todos los ambientes de la casa junto a especialistas para brindar soluciones inteligentes para mejorar estos ambientes, con tips de expertos, tendencias y mucha información para que nuestros clientes puedan tomar las decisiones más acertadas para sus ambientes”, finalizó.
En diálogo con Infobae, el arquitecto Gabriel Wajnerman explicó: “Trabajamos con espacios o secuencias/sistemas de espacios y siempre que sean concebidos a consciencia, podríamos estar ante la neuroarquitectura, conscientes de que esa espacialidad o sumatoria de componentes que crean una atmósfera, pueda generar condiciones positivas para el ser humano en el habitar, trabajar o la función para la que sea destinada la obra”.
“El espacio es vinculante a la sensación que genera en el usuario, pudiendo ser influyente en los cinco sentidos. Uno en la arquitectura, por ejemplo, puede hacer aportes desde lo que se ve, por lo tanto el manejo de la luz y la cromoterapia juegan un papel importante en entender cómo el color promueve un estado de ánimo. También desde los los sonidos, ya que por ejemplo, un ambiente que cuenta con agua en movimiento generará un aporte a transmitir paz, bienestar y armonía”, precisó.
Para Wajnerman, “la vegetacion transmite mucho más de lo que se ve. Favorece a ambientes frescos, bien ventilados e iluminados, esto combinado con lo que se huele, es básico y elemental para estimular positivamente a los cinco sentidos de una persona. Para ello hay infinitos ejemplos en la arquitectura: uno de los edificios más famosos y que componía un estímulo sensorial es el Alhambra de Granada, una construcción que ya tiene mas de 700 años”.
¿Cómo un espacio puede estimular o conectar la espacialidad con la sensación? “Lo podría resumir como un desafío de dimensiones. Si uno acierta en las correctas dimensiones, podrá conectar dimensión con emoción. Si yo quiero sentir estímulo de opresión, solo con trabajar con un pasillo angosto, en donde las paredes se acercan a los hombros ya estoy generando tal sensación. Esto se podría enfatizar, en pos de profundizar cada vez más este punto, proyectando el techo el doble de alto. También puedo estimular con el color, trabajando un ambiente oscuro. Lo mismo sucede con el uso de la luz, las texturas, el tacto, etc. El estimulo original, fue la dimensión correcta”, precisó el especialista a Infobae.
“Una espacialidad práctica, cómoda, funcional, interconectada con cierta fluidez, seguramente será percibida como algo favorable en el bienestar de la persona. Una espacialidad que se la perciba estable, firme, también hará un aporte de confort en nuestra percepción, tanto como que lo inestable, generaría lo opuesto. Además, asi como el cuerpo humano, la arquitectura puede ser analizada desde la geometria, las proporciones, sus relaciones entre si, el equilibrio y el orden, consiguiendo asi, implicitamente un resultado identificado como algo bello”, concluyó.
Fotos: María José Donohoe - Familia Bercomat
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