“Hay que convivir con los wichis para entenderlos y compenetrarse con su cultura”. Natty Petrosino, habla desde la experiencia, aquella sabiduría que se obtiene quizás siendo testigo del día a día, que sabe más de poner los pies en el barro por sobre la teoría de la asistencia. Hoy, esta mujer de 82 años que estuvo literalmente al borde de la muerte, y que un día decidió empezar una tarea de ayuda a los más necesitados, tiene puesto el foco en la comunidad wichi de Formosa.
Fue en noviembre del año pasado cuando Natty puso un pie Formosa para ayudar a esta comunidad originaria que, además de sufrir los efectos de la pandemia, estaba pasando hambre. Desde Bahía Blanca llevó a Formosa tres camiones cargados de donaciones y quisieron expulsarla de la provincia. La acusaron de violar el artículo 250 del código penal y le iniciaron una causa judicial. “Pasé por todas las provincias sin problemas, y acá me empezaron a complicar”, dijo en su momento a Infobae.
Ahora, se encuentra iniciando una nueva campaña para llevar alimento a esta comunidad whichi que tiene al rededor de 7000 personas, incluyendo población de comunidades de zonas aledañas que están necesitadas, además de comida, “agua potable, educación, salud y mucho amor”, tal cual lo explica Juan Francisco Petrosino, el hijo que Natty adoptó cuando él tenía 17 días de vida, luego de que su madre biológica lo entregara para que Natty cuidará de él.
“Natty siembra amor solidario en nuestros hermanos y esa es la mejor manera de trascender”, dice Juan Francisco a Infobae. “Es apostar a la utopía de un mundo nuevo donde se respeten los derechos humanos en toda su dimensión. Natty puede ser nuestra Madre Teresa de los necesitados, o la santa Francisca de los wichis. Es una bandera de lo más profundo del alma, la cabeza y el corazón. De lo que realmente vale. No es profeta ni pastor, pero tiene olor a oveja”, agrega su hijo.
Misión
Cuando tenía 27 años, Natty Petrosino vivió una experiencia fuera de lo común. Le habían descubierto un tumor en el oído medio y debió ser operada. Tuvo una muerte clínica. Ese momento fue una bisagra en su vida. Dio entonces dio un giro radical. Hoy, el mundo la conoce como la “Madre Teresa argentina”.
“Cuando quedé clínicamente muerta, me di cuenta de que somos eternos, de que no morimos. Me hizo ver lo corto que es nuestro paso, pero de lo eternos que somos, porque cumplimos con una misión y partimos”, relató Petrosino.
Desde hace 50 años se dedica a la labor humanitaria, atendiendo a los más necesitados, tarea que le llevó a recibir el premio Jaime Brunet a la Promoción de los Derechos Humanos en España, entregado en la Universidad de Navarra.
A medida que su red creció, las fronteras se fueron diluyendo y Natty llevó su ayuda a otros puntos del país y a otras ciudades del mundo: con sus colaboradores, brindó asistencia en Nicaragua luego del trágico paso del huracán Mitch en 1998, en el que murieron unas 3800 personas. También auxilió a refugiados de Kazajistán e hizo trabajos en Moscú y Chernóbil.
En el último tiempo, Petrosino se dedicó a recorrer toda la Argentina a bordo de una casa rodante para poder llegar a los lugares más recónditos.
Hoy pasa la mayor parte de su tiempo con una comunidad indígena wichi en la provincia norteña de Formosa. “Es increíble, Natty empezó de a poco, llevando gente en situación de calle a su casa, donde les brindaba un plato de comida caliente. Luego, en Bahía Blanca, comenzó a darle de comer a un montón de gente, y después siguió junto a otras comunidades hasta que un día le hablaron de los wichis. Y ahí, de Bahía a El Divisadero”, cuenta Gabriela Arias Uriburu, quien en 2002 conoció la obra de Natty cuando viajó por primera vez a Formosa.
“Ya sea abajo de un árbol o una chapa, Natty contagia con su espiritualidad, siempre en pos de ayudar a la gente”, agrega Arias Uriburu.
“Con los wichis Natty les ha llegado a cambiar su modo de vida, respetando siempre sus ancestros y sobre todo, quiénes son. A partir de ese respeto, tomaron de Natty esa base de amor y ella esta ahí, dándoles un rumbo. Hay un gran trabajo de ella, incluso les celebra la Navidad, con la creencia de ellos, pero sumando la base cristiana. Lo que se vive ahí con la Navidad es muy maravilloso, ella les acerca un pan dulce. Es esta cuestión de compartir un momento y que no se sientan aparte”, agrega Arias Uriburu
Una de la cuestiones que más asombran de esta mujer es que no tiene una asociación ni nadie que la ayude. “Es increíble, le llega todo lo que necesita al wichi, o a comunidades del resto del país”, agrega Arias Uriburu.
Natty lo repite una y otra vez como una máxima: hay que comprender a la gente para poder ayudarla. “Ellos todavía viven debajo de un árbol y andan descalzos; muchos no saben hablar castellano. Si se les manda ayuda, pero no se comparten sus necesidades, no sirve. No se los puede obligar a lo que no están preparados”, dice.
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