Trabajar los miedos y ejercitar la paciencia: claves para criar hijos en tiempos de COVID-19

En un mano a mano con Infobae, la psicóloga Maritchu Seitún de Chas, experta en temas de crianza, explica por qué es beneficioso actuar con empatía y comparte qué hacer para afrontar las dificultades que marcó la pandemia

La psicóloga Maritchu Seitún de Chas es experta en temas de crianza

Un año de grandes cambios y de transformaciones vertiginosas. Así fue 2020 y en esa misma dirección parecen encaminarse los próximos meses. La pandemia de COVID-19 supuso enormes desafíos, no solo en lo que a la emergencia sanitaria y a la consecuente crisis económica se refieren, sino en cuanto a resiliencia y capacidad de adaptación.

Para las familias que, ante la necesidad de trabajar de forma remota o bien ante la falta o limitación de clases presenciales, pasaron a convivir 24x7, los replanteos acerca de la educación de los hijos se tornaron más frecuentes.

La psicóloga Maritchu Seitún de Chas es experta en temas de crianza e integra y coordina los equipos de Psicología de Niñez y Adolescencia del Centro Médico Domingo Savio en San Isidro. Actualmente, trabaja en orientación a padres, aunque durante muchos años lo hizo en terapia individual con niños y adolescentes.

Autora de varios libros, recientemente publicó Criar con empatía: Cómo criar a nuestros hijos hacia una autonomía feliz (Grijalbo). “La empatía resume el gran cambio en la crianza y permite integrar lo mejor de los modelos de pater/maternidad autoritario y permisivo y alcanzar una síntesis con lo mejor de cada uno de ellos”, sostuvo en un mano a mano con Infobae.

— ¿Cuáles son los errores más frecuentes (quizá por estar fuertemente arraigados en nuestra sociedad) en torno a la crianza y sobre los que es necesario deconstruirnos?

— En el extremo autoritarista, la amenaza -no explicitada, pero clara- de que vamos a dejar de quererlos si no hacen caso o si no se portan como queremos. En el permisivo, explicar todo muchas veces para convencerlos. Decimos las cosas muchas veces con la ilusión de que la siguiente vez los chicos van a responder de otra forma, pero ellos se acostumbran a no hacer caso hasta que, después de muchas repeticiones, el adulto se enfurece. Nuestros hijos nos responden porque nos quieren y confían en nosotros, no por miedo ni porque se dejan convencer. Lo que más me preocupa es la pérdida del sentido común siguiendo modas de crianza que no siempre tienen aval profesional ni años suficientes de práctica como para ver sus resultados a largo plazo.

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— ¿De qué forma se puede manifestar la empatía de un padre o madre en la crianza?

Con palabras, gestos, actitudes que demuestran que entendemos lo que siente, piensa, desea, pide, y no necesariamente significa hacer lo que pide; que podemos intentar ver el mundo desde su lugar. Lo que me maravilla es que, después de hacerlo, nuestras respuestas seguramente sean respetuosas de la persona de nuestro hijo, y rara vez tendremos respuestas agresivas o abusivas, aunque tengamos que decirles que no.

— ¿Puede confundirse la empatía con la falta de límites? ¿Cómo establecerlos cuando son necesarios?

— Podemos confundirnos si tememos que nuestros hijos se enojen con nosotros (lo que es inevitable) o no queremos verlos sufrir y, entonces, decimos que sí cada vez que comprendemos. La empatía nos da un tiempo para repensar y ver si decimos que sí o si tenemos que negarnos porque el pedido afecta la salud, la seguridad, la ética o el bienestar familiar.

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— ¿Qué cambios en la crianza está dejando en evidencia el contexto de pandemia en la Argentina?

He visto muchos cambios para bien: chicos que colaboran en casa, mejores puestas de límites, mayor fortaleza interna y de recursos en los chicos, los padres no tuvimos más remedio que acompañarlos a esperar, a frustrarse, a esforzarse, incluso a sufrir, y se fortalecieron con ese acompañamiento. Padres que descubrieron lo que se perdían al salir temprano y volver tarde pudieron ver crecer a sus hijos… Eso no significa que no haya habida muchas desventajas: chicos que no pudieron recibir los tratamientos que necesitaban, otros que se aislaron por demás, excesos de pantallas, miedo y otros síntomas varios, y muchas familias que vivieron momentos muy difíciles por la soledad, el miedo, el encierro y/o las dificultades económicas.

— ¿Esta crisis sanitaria puede dejar marcas en los chicos? ¿Cómo hacer para, a pesar de este contexto, darles seguridad, cuando les pedimos que no compartan juguetes con otros niños, que no toquen nada en la calle, que no se saquen el barbijo y que se laven las manos constantemente?

— La vida siempre nos marca. Lo particular de la pandemia es que afecta a todos a la vez, pero somos quienes somos en parte por las cosas que vivimos. La crisis sanitaria va a marcar a chicos y grandes, pero los chicos tienen una enorme flexibilidad y capacidad de adaptación que les va a permitir acomodarse a la situación de hoy. Ellos no corren riesgo y seguramente tampoco sus padres, si lo podemos explicar de esa forma y mostrarles que su aporte a la comunidad es cuidarse para cuidar a otros, no van a asustarse y van a poder seguir nuestras pautas.

— ¿Cuáles son los puntos que los padres de hijos pequeños deberían plantearse en este contexto?

— Creo que lo más importante es que nos cuidemos para poder seguir cuidándolos, que trabajemos nuestros miedos, o en el otro extremo nuestra insensatez, que aprendamos a vivir sin tener todo bajo control. ¡Y que ejercitemos la paciencia! Los chicos necesitan moverse (una hora por día de ejercicio activo) y jugar, y tenemos que ingeniarnos para ofrecerles la oportunidad de hacerlo. Y también un espacio para poder charlar de sus inquietudes y miedos y procesarlas de nuestra mano.

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— ¿Qué necesidades quedaron al descubierto a partir de esta situación?

Se notó al comienzo que muchos padres tenían dificultades para poner límites y que los chicos no sabían jugar en casa y, al no ir al jardín o al colegio, no tenían oportunidad de hacerlo. En cuanto a los adultos, fue muy fuerte el quiebre de la omnipotencia y del control, que en realidad venía desde siempre, pero preferíamos no ver que solo era una ilusión tanto la sensación de “yo puedo” como el “yo controlo”.

— De cara a un mundo pospandémico, ¿qué cambios puede vislumbrar en torno a estos aspectos?

— Creo que estamos aprendiendo a vivir sin tanta omnipotencia y certezas o seguridades, con menos egocentrismo y soberbia, y también a entender que somos una comunidad humana y que tenemos que ayudarnos entre todos, que nadie sale de la pandemia solo. Y ojalá perduren estos aprendizajes en todos nosotros.

Durante el último año, con padres e hijos todo el tiempo en casa, el uso de pantallas se exacerbó. ¿Qué lectura hace sobre el uso de pantallas en niños, sobre todo, en los menores de cinco años?

— La tarea principal de los más chiquitos es jugar: para divertirse, elaborar, aprender, descubrir, interactuar desarrollar habilidades sociales, el tiempo que pasan en pantallas se resta del que pasan jugando, cuanto más chiquitos más importante es que no las usen o lo hagan muy acotadamente. Quizás los padres tengan que invertir algo de tiempo en favorecer, estimular ese juego libre y de cooperación para que luego los chicos puedan hacerlo solos o con hermanos o amigos. La pantalla es útil y necesaria, la pantalla interactiva es maravillosa: con amigos, abuelos, maestros, lo que tenemos que regular son los juegos electrónicos porque son adictivos y tóxicos (no tienen forma de descargar) y enseñar el buen uso de las redes sociales y de la navegación por internet.

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